Sergio Leon Lozano
Aunque la escultura tiene una presencia discreta dentro del panorama artístico nacional, forma parte de un conjunto de prácticas que han ido ganando terreno en espacios de creación y circulación internacional. En este contexto, un escultor de Tupiza —Luis Fernando Chumachero— ha desarrollado una trayectoria marcada por su participación en encuentros en el exterior. Recientemente viajó a Copenhague, llevando consigo el sombrero característico de su región, para participar en el evento de tallado en madera denominado ArtJam, actividad de certificación internacional. Allí recibió la primera estrella otorgada por la International Sculpture Symposium Alliance (ISSA), convirtiéndose en el primer boliviano en alcanzar esta distinción.
La International Sculpture Symposium Alliance (ISSA) es una organización internacional con sede en China que agrupa a escultores y eventos escultóricos de todo el mundo, promoviendo el intercambio artístico global a través de simposios, bienales y encuentros. Sus certificaciones se otorgan a escultores que cumplen ciertos criterios relacionados con trayectoria, participación internacional y calidad de obra, reconociendo oficialmente su aporte al campo escultórico contemporáneo. Estas certificaciones se entregan en distintos niveles —simbolizados por estrellas— y se han convertido en un distintivo de excelencia dentro del circuito artístico internacional.
Aunque Chumacero prefiere referirse a su trayectoria a partir de cómo la describen sus colegas —quienes la consideran “maratónica y acelerada”—, lo cierto es que su recorrido ha estado marcado por una intensa actividad artística: viajes al exterior, premios y participación en bienales y simposios en países como Chile, México, Irán, entre otros. Uno de los hitos iniciales fue la segunda Bienal Internacional de Escultura en Piedra, realizada en Tupiza en 2010, donde no solo presentó obra, sino que además integró el comité organizador. Sin embargo, su vínculo con la escultura se remonta a mucho antes: en su infancia, un viaje a La Paz por motivos médicos lo llevó a encontrarse con unas esculturas de bronce que dejaron una huella profunda.
De aquel primer asombro surgió una transición natural del dibujo a la escultura. “Trabajar en tres dimensiones se hizo especial”, comenta, subrayando su interés por experimentar con diversos materiales, en particular la piedra. Su obra, que en sus inicios fue marcadamente figurativa, ha ido desplazándose hacia formas más abstractas. Con ese lenguaje llegó a Copenhague, donde presentó una escultura tallada en un tronco de roble de 180 centímetros de alto por 60 de diámetro. La pieza, titulada Maderalma en el tiempo, fusiona palabras para evocar «el alma de la madera en el tiempo», una noción que condensa su exploración formal y poética.
El proceso hacia la certificación ISSA fue, en sus palabras, “casi inesperado”, aunque ya había acumulado los méritos necesarios. Alcanzar su primera estrella en Copenhague tiene para él un valor simbólico y profesional profundo, más aún al ser el primer boliviano en lograrlo. “Es una satisfacción única”, señala, con la esperanza de que su experiencia sirva de referencia y motivación para otros escultores.
En su visión, la escultura en Bolivia continúa siendo relegada, con escasos espacios para la organización de eventos significativos. En ese contexto, certificaciones como la de ISSA —respaldadas por una red internacional de simposios— representan una oportunidad valiosa de visibilización y proyección global. “Pienso que pueden aportar mucho al reconocimiento de esta disciplina en el país”, dice convencido.
De cara al futuro, su objetivo es claro: continuar sumando países a su recorrido, expandir sus fronteras a través del arte y trabajar por niveles más altos de certificación. Todo ello, sin perder de vista el valor del tiempo y de la constancia.
Esculpirse escribiendo: una autoetnografía en desarrollo
Paralelamente a su trabajo artístico, Chumachero viene desarrollando una autoetnografía centrada en su propio proceso creativo, investigación que forma parte de los requisitos para obtener la licenciatura en Arte y Escultura. Este ejercicio de escritura, todavía en curso, representa una experiencia poco explorada en el campo escultórico boliviano y podría constituirse en un aporte pionero tanto desde lo académico como desde la práctica artística.
La necesidad de mirar hacia atrás y entender cómo se ha ido configurando su lenguaje escultórico ha surgido, en parte, del ritmo intenso de creación, viajes y participación en eventos internacionales. Detenerse a escribir sobre su propia experiencia le ha permitido ordenar fragmentos dispersos de su trayectoria y darles un sentido más amplio. En este recorrido, la dimensión personal ha estado siempre presente. Piezas como Lágrima para una flor reflejan momentos íntimos, mientras que los viajes —frecuentes y formativos— aportan nuevas miradas que atraviesan su lenguaje plástico. Esta relación entre biografía, contexto y creación es precisamente lo que busca explorar en su tesis autoetnográfica.
“La autoetnografía permite visualizar mejor el trayecto recorrido y reconocer la evolución del trabajo en el tiempo”, señala. Más que un ejercicio teórico, ha sido una herramienta que le ha permitido reordenar experiencias, comprender su identidad como escultor y proyectar su práctica con mayor claridad. Como testimonio en primera persona, esta investigación podría también convertirse en un documento valioso para futuras generaciones de escultores en Bolivia.