Maurizio Bagatin
“¿En qué parte del imaginario toma forma la realidad?”
– Christian Darras –
La poesía es como el vino, cuanto más maduras son las palabras que la componen, articuladas en su posición ideal, aprovechando de la temperatura que le corresponde y el ambiente que merecen, más el tiempo va moldeándolas y más transforman la poesía en virtud; vino, poesía y virtud, tres ingredientes que Víctor Hugo supo y quiso hacer madurar en su poesía, y como nos recuerda Baudelaire, son todos ingredientes de embriagadoras bellezas. Belleza, nunca lo olvidaremos, que es una paz feroz.
En la poesía de Luis Alfaro Vega la verdad nunca parece real. Y tal vez es solo verdad, la alteración que propone una memoria hecha mythos y que va continuamente buscando su logos en cuanto la palabra ofrece. Entonces se va formando la realidad. Puede que sea real la búsqueda de este verbo que sublima la acción del ser humano, que busca extraviarse y retornar a su paz amniótica. La poesía fue un día también el tentativo rimbaudiano de colorear el mundo, de amplificar y compartir todas las humanas posibilidades, estar en otra parte y al mismo tiempo en el lugar de siempre. Unas esperas, unas dudas, muchos errores y las eternas imperfecciones. En un barco lucidamente ebrio navegan García Lorca con Bécquer, Darío en las mismas aguas con Cervantes, donde va dejando su equipaje flotante la casa del ser de Vallejo. Ningún naufrago, ningún expulsado, todos navegan rumbo a la Ítaca que cada uno de los poetas ha ido imaginando, hacia una tierra donde la palabra conserve su significado y el símbolo no sea mascara.
Hay un deseo, un pretender dejar en vida al arte, donde la poesía es la posibilidad de llevar al encuentro del sueño con la consciencia y donde ella siga combatiendo a la muerte. En el mensaje de Faulkner va construyendo su salvación. El poeta Luis siembra, sea en la fértil ceniza que recuerda nuestra evoluciona o recodándose “semilla que arrimó a tu estancia/en procura de penetrar tu fertilidad”. En estas composiciones hay un camino que va desde el lenguaje hasta el silencio, y viceversa, un atajo que defenestra la miseria del ruido, una fisura desde la cual penetra la luz primordial. Poética del estar y del extraviarse, del irse y del encontrarse, del evadir y el volver. Escaparnos del sueño es imposible, todo lo soportable de la vida está en la imaginación, como primera fuente de la felicidad humana, ahí es donde el pensamiento logra alejarse del dolor y del miedo y ahí puede crear una salvación, otra fuga es la locura, siempre tendencialmente afine a la creación y a la filosofía. La poesía la conoce muy bien, se parece a “una huella difusa en un suelo de polvo que barre el viento”.
En la necesidad de la poesía y no de los poetas encontré un Ars poética que saca a la luz el verbo y oculta al poeta. Es en la continua búsqueda que ofrecen la palabra, el verso, una rima, una metáfora, la misma retórica; que el poeta encuentra el alivio y la luz: la verdad tal vez no existe, en nuestras manos y en nuestras mentes todo se desliza como nieve al sol, lo que buscamos está en encontrar este equilibrio que los locos tienen en su corazón y los sabios en su boca. El trovador está ahí, y ofrece el laúd, el aedo la lira, y el poeta la flauta para la inmortalidad de su voz. El mundo nos ofrece una infinidad de instrumentos musicales, sistros, címbalos, citaras, panderetas, se ofrecen con la música, la luz, el silencio y los elementos que van esculpiendo la firme obra del ser humano, el fuego que forja magnificas siluetas, el aire que acaricia todas las formas, el agua que las purifica y las alimenta, y la tierra que ofrece una residencia. Dejándonos a todos “en la ardua tarea de construir una memoria” o en el silencio del olvido.

Maurizio Bagatin (Pordenone, Italia, 18 diciembre 1966).
Nacido por azar en Italia, radica en Cochabamba, Bolivia, desde 1996. Viajó un poco y escribió un poco, en la búsqueda de conjugar la huerta con la biblioteca, sigue regando jardines y cultivando palabras. Tiene textos inéditos y mucho otro material en el ciberespacio.