Heberto Arduz Ruiz
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En la visita al cementerio de Pere Lachaise, que es el lugar en el que se entierra al común de los ciudadanos, encontré el mausoleo de Honorato de Balzac, donde lleva el registro de la fecha de su nacimiento y defunción, además de una inscripción: “Anne Marie Josep, Comtesse Hanska viuda de Georges, conde Wandalin”. La Condesa fue admiradora y muy amiga del novelista, enamorándose por correspondencia como ahora sucede por internet; y una vez que enviudó contrajo matrimonio con Honorato. El escritor murió en 1850 a la edad de 51 años, víctima de una gangrena.
Si hace una década atrás visité la “maison de Balzac”, cerca al radio de acción de la torre Eiffel, hoy lo hice dirigiendo mis pasos a la postrera morada en la que descansan por siempre los restos del autor de las novelas aglutinadas bajo el nombre de la Comedia Humana.
Gustavo Flaubert, Oscar Wilde, Alfonso Daudet y Juan Jacobo Rousseau, son otros personajes reunidos en este “Ateneo de los muertos”, diría el boliviano Porfirio Díaz Machicao al referirse a escritores fallecidos de nuestro país.
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En las dependencias del Museo d’ Orsay, que por primera vez visité, los cuadros de las colecciones pictóricas que más me gustaron fueron de la corriente impresionista, presididos por Vincent van Gogh y Claude Monet; obras que son verdaderos regalos para los sentidos.
En cuanto a esculturas, bellas y ponderables en su concepción y acabado, transmiten estados anímicos, acciones y reacciones humanas que conmueven. Este museo constituye un palacio del arte en todo su esplendor. La imponente escultura dedicada a Balzac, a cargo de Auguste Rodin, espectacular, rompe esquemas.
Ante esas genialidades del arte el ánimo se fortalece y expande en tributo de admiración a los creadores. Loados sean por siempre allá a lo lejos en algún lugar de la eternidad.
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En los anaqueles de libros ubicados en arterias públicas, de acción municipal e iniciativa privada, que existen en diversas zonas de la ciudad y al alcance de todos, tuve la suerte de encontrar un libro en idioma español, titulado Cuba libre, vivir y escribir en La Habana de la autoría de Yoani Sánchez; en cuyas páginas describe la azarosa situación en que viven los pobladores de la isla en más de sesenta años. Ella fue la que con valentía dijo: “La crisis entró en nuestras vidas para no irse”, o “Esto se jodió”.
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Al comprobar la eficiencia del servicio de trenes en viajes a varias ciudades europeas, recordé la abusiva privatización dispuesta por el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, sin cumplir las normas de licitaciones ni requisitos formales. ¡Qué pena no poder contar en la actualidad con una red completa de ferrocarriles en Bolivia!
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La poca amplitud en las viviendas de que disponen numerosos franceses, por el excesivo costo de cada metro cuadrado de terreno, los motiva a frecuentar en familia las plazas y espacios verdes por lo menos cada fin de semana y feriados. La ciudad de París tiene extensos predios y si bien, en ciertas zonas, no cuenta con suficiente cantidad de domicilios provistos de estacionamiento vehicular, los propietarios dejan sus motorizados durante el día y la noche delante de sus viviendas, sin riesgo alguno.
Toda comunidad se precia de valores intrínsecos y extrínsecos, sin actos o hechos que afecten a su diario desenvolvimiento. La conducta que asumen los habitantes es ejemplar y digna de plena confianza. No hay hurtos ni robos callejeros que se sepa o denuncie, en general reina la paz y la armonía, aspiración de toda sociedad civilizada.
