Con motivo de la crisis venezolana muchos amigos, y no tan amigos, sacaron a relucir su gastado antiimperialismo. No es nada nuevo, un discurso que se viene repitiendo hace décadas, sin muchas variantes, por lo demás. El caso es despotricar sin ton ni son contra los malvados gringos. No importa si en ese afán tienen que apoyar a un dictadorzuelo criminal como Maduro.
Evidentemente Estados Unidos es un imperio, y no lo es por casualidad. Desde que las 13 colonias se independizaron de la Gran Bretaña y adoptaron un sistema democrático para gobernarse, inspirados por las ideas de la Ilustración, ha corrido mucha agua bajo el puente. Ahora bien, los imperios se construyen sin excusas, cuestan sangre, sudor y lágrimas, como diría Churchill, sin lloriqueos, sin victimizarse y sin buscar culpables para justificar los propios errores.
Los imperios son un fenómeno casi tan antiguo como la humanidad; es más, la civilización, tal como la conocemos hoy en día, no hubiera sido posible sin el desarrollo y expansión de los imperios. Cabe recordar que, en esta parte del mundo, también existían imperios que dejaron su impronta civilizatoria sobre otros pueblos; es decir, los conquistaron y sometieron, no con flores, sino mediante la guerra de conquista. Eso por si a los nostálgicos antimperialistas se les olvida.
Nuestros muy limitados antiimperialistas tratan de hacernos creer que existen imperios buenos e imperios malos, como si esas categorías morales aplicaran a la geopolítica. Aun si dichas categorías morales aplicaran, es bueno recordar que existen imperios mucho mas siniestros y crueles que otros. Imperios que reprimen brutalmente a su propio pueblo y que sojuzgan a otros pueblos a sangre y fuego, como en el Cáucaso o Ucrania con el imperio ruso, Tiananmén o el Tíbet con el imperio chino
Pero nada de eso importa, nuestros antiimperialistas callan y otorgan, como buenos “progres” que son. Solo tienen ojos para el “Gran Satán” ¡ya quisiera yo verlos en China, Rusia o Irán! La ideología no basta para tapar el sol, su antigringuismo ya raya en la estupidez. Su desgastado discurso de “soberanía y dignidad” ya no condice con la realidad, en los hechos solo pretenden cambiar de amo, por uno mucho peor.
Su impostura no tiene límites, hasta han desempolvado viejas consignas guevaristas, como la de crear dos, tres, muchos Vietnam en Latinoamérica. Pero se olvidan que Maduro no es Ho-Chi-Minh, ni Padrino el general Giap, ni Venezuela es Vietnam. Estos personajes son apenas unos bufones delincuentes que se dicen antiimperialistas