En Paz
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino; que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales, coseché siempre rosas. …Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: ¡más tú no me dijiste que mayo fuese eterno! Hallé sin duda largas las noches de mis penas; mas no me prometiste tan sólo noches buenas; y en cambio tuve algunas santamente serenas… Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
El día que me quieras
El día que me quieras tendrá más luz que junio; la noche que me quieras será de plenilunio, con notas de Beethoven vibrando en cada rayo sus inefables cosas, y habrá juntas más rosas que en todo el mes de mayo. Las fuentes cristalinas irán por las laderas saltando cristalinas el día que me quieras. El día que me quieras, los sotos escondidos resonarán arpegios nunca jamás oídos. Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras. Cogidas de la mano cual rubias hermanitas, luciendo golas cándidas, irán las margaritas por montes y praderas, delante de tus pasos, el día que me quieras… Y si deshojas una, te dirá su inocente postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente! Al reventar el alba del día que me quieras, tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras, y en el estanque, nido de gérmenes ignotos, florecerán las místicas corolas de los lotos. El día que me quieras será cada celaje ala maravillosa; cada arrebol, miraje de «Las Mil y una Noches»; cada brisa un cantar, cada árbol una lira, cada monte un altar. El día que me quieras, para nosotros dos cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.
No sé quién es
¿Quién es? -No sé: a veces cruza por mi senda, como el hada del ensueño: siempre sola… siempre muda… siempre pálida… ¿Su nombre? No lo conozco. ¿De dónde viene? ¿Do marcha? ¡Lo ignoro! Nos encontramos, me mira un momento y pasa: ¡Siempre sola…! ¡Siempre triste…! ¡Siempre muda…! ¡Siempre pálida! Mujer: ha mucho que llevo tu imagen dentro del alma. Si las sombras que te cercan, si los misterios que guardas deben ser impenetrables para todos, ¡calla, calla!
Biografía
Amado Nervo (1870-1919). Nació el 27 de agosto del año 1870 en Tepic, Nayarit (México).Su padre falleció cuando tenía nueve años y poco después, su madre lo mandó a estudiar al colegio San Luis Gonzaga de Michoacán, ingresando con posterioridad en el Seminario de Zamora (Michoacán).
Tras abandonar sus iniciales tendencias a convertirse en sacerdote, Nervo dio sus primeros pasos literarios en Mazatlán escribiendo para el periódico “El Correo De La Tarde”.
Más tarde se trasladó a la gran urbe de Ciudad de México, en donde tuvo que trabajar en diversos oficios antes de colaborar en publicaciones como El Mundo Ilustrado, El Mundo o El Imparcial.
También fundó junto a Manuel Gutiérrez Nájera la revista Azul.
En el año 1895 publicó su primer libro, una novela titulada “El Bachiller” (1895), al que siguieron volúmenes poéticos como “Perlas Negras” (1898) y “Místicas” (1898).
En el año 1900 se trasladó como corresponsal de El Imparcial a París, la capital cultural mundial por aquella época en donde además se estaba celebrando la Exposición Universal.
En la “Ciudad de la Luz” conoció a importantes literatos como Paul Verlaine, Oscar Wilde, Leopoldo Lugones o Rubén Darío, con quien compartió pertenencia a la corriente modernista.
En Francia también intimó con Ana Cecilia Luisa Dailliez, quien se convirtió en la mujer de su vida. Lamentablemente, Ana Cecilia falleció en 1912, dejando un grave pesar en el corazón del escritor.
La muerte de su compañera sentimental le inspiró una de sus obras más famosas, “La Amada Inmóvil” (1922).
En el año 1902, Nervo regresó a su país para escribir en La Revista Moderna que había fundado junto a Jesús E. Valenzuela.
Trabajó como profesor de Lengua en la Escuela Nacional Preparatoria y en el año 1905, año en el que apareció el poemario “Los Jardines Interiores” (1905), fue nombrado segundo secretario adscrito a la Legación de México en Madrid, en donde escribió libros como “En Voz Baja” (1909), “Serenidad” (1914) o “Plenitud” (1918).
En el año 1914 abandonó su puesto diplomático a causa de la Revolución, pero cuatro años después fue nombrado ministro Plenipotenciario del Gobierno Mexicano en Argentina y Uruguay.
Amado Nervo falleció en Montevideo el 24 de mayo de 1919 cuando ocupaba el cargo de jefe de la Misión Diplomática mexicana en el país uruguayo. Tenía 48 años de edad.