Cuento ganador en la categoría A del II Concurso literario sobre el racismo organizado por el Banco Mundial en Bolivia
Todavía somos de bronce
Alejandro Enrique Numbela Rodríguez
Una porquería este cole, así no era cuando estaba en el fiscal. Yo no era el más capo, pero nadie me molestaba. Al menos ahí, si tenías algún problema, sacada de mugre nomás era, ahora no puedo ni mirarles a estos changos. El Matisito me cae bien, pero el Roberto no para de hinchar con lo del color de mi piel. El otro día, en el partido contra el “C”, ese burro y su grupo no paraban de hacer como monos. Todo el rato joden con sus apodos horribles: Carbón, Batón, Túpac, Nigga, Indio o Animal. Anteayer ya estaba pensando en ponerle en su lugar a ese opa y justo cuando le iba a partir el hocico llega el guardia y me ve. ¡Qué desgracia! Pasado mi jefa va a venir hablar con el director, espero que no me boten.
Ya hemos salido de la reunión. No sabía que este director era un cobarde, le he dicho todo lo que me hacían esos tipos. “Me insultan, me escupen, alguna vez hasta me han intentado robar”, pero nada, se le cuaja porque el tío del Roberto trabaja en el SEDUCA, así que cualquier chistecito lo sacan. Él nos dijo que ya no estaba el antiguo director por “incompetente”, pero todos sabemos que ha entrado por muñeca. Al final, le valió lo que le dijimos y le amenazó a mi mamá, con una cara de asco mirando su pollera: “Si su hijo comete una falta más ante esta institución, perderá la beca, lo expulsaremos y me encargaré personalmente de que no vuelva a entrar a ningún colegio privado”, gritó ese perro. Me hubiera lanzado a su cuello si mi mamita no se ponía a llorar. La abracé y nos fuimos.
Esta mañana han venido los de Mochila Segura. En vez de estar por mi casa, donde matan, esos flojonazos están aquí fregando para ver si tenemos droga, cuchillos o tragos. Como si fuéramos maleantes nos han tratado. A todo medio morenito como yo hasta las tripas nos han revisado, faltaba que nos metan el dedo por donde ya saben nomás para que vean que no hay nada. Uuuta, pero a los choquitos ni el celular les han pedido, solo abrieron su cierre unos dos minutos y listo, se iba el paco.
Al menos los profes, aunque sea un poquito, me quieren. Soy medio corchito, así que por ahí no va la cosa. En los recreos veo al guardia que se queda como muñeco cuando me quieren pegar. Apenas empujo para defenderme y ya aparece encima. El director está ahí wacheando, al tonto se hace mientras ve pasar todo, pero el martes ya no aguanté. Me estaba acostumbrando a no hacerles caso, se dieron cuenta pues y me decían cada vez huevadas más fuertes, hasta que lo escucho decir al Llanos: “Tu mamá es una chola hedionda”. Sé que el guardia miraba; aun así, cerré mi mano, me di la vuelta y le encajé uno que se va a acordar toda su vida.
Alejandro Enrique Numbela Rodríguez – Cochabamba