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Alebrijes, la microficción de fiesta

Homero Carvalho Oliva

Siempre que se publica una nueva revista literaria se enciende una estrella en el infinito. Todas las revistas están hechas con la misma materia que los sueños y las ilusiones, aunque hayan tenido efímeras existencias de un número o se hayan prolongado en el tiempo constituyéndose en paradigmas de escuelas o tendencias literarias y/o hubieran creado cánones literarios nacionales e internacionales. Una revista es un caleidoscopio de lo que se está escribiendo en un determinado tiempo y espacio y se constituye en inmediata referencia para lectores, críticos e investigadores; cada vez que aparece una lo celebro y le auguro larga vida, porque sé lo difícil que es publicarlas, en mi juventud hice algunos intentos que no pasaron del segundo número, si alguna vez alguien las recuerda me doy por satisfecho.

Sin duda alguna que “Alebrijes”, es un hermoso nombre, sonoro, musical y misterioso, nos convoca a creer en la fantasía, al igual que “Quimera”, esa palabra tan hermosa como reveladora. Si bien los alebrijes nacieron en México, como artesanía de animales fantásticos creadas a partir de un delirio de Pedro Lineras López, podríamos decir que ya son patrimonio del imaginario latinoamericano y ahora esta revista será nuestro patrimonio.

Un mapa de caminos

En el editorial del número uno de Alebrijes, una edición hermosa, bien cuidada, mejor diseñada y maquetada, los responsables nos dan a conocer sus objetivos: “La minificción es el universo que se clava en la raíz de las palabras. En la brevedad y la contemplación, sus sentidos y su apertura forjan una bisagra, posibilitan un umbral. Desde esos entre-lugares las «apretadas condensaciones del átomo, los diamantes o las revoluciones», afortunado verso del gran poeta colombiano Luis Vidales es que aparece en nuestras vidas esta publicación.

Alebrijes, Revista Nariñense de Minificción se presenta como “un mapa de caminos” para ir avanzando entre obra y obra, “en su juego de espejos reverbera toda invención de sí hacia una palabra poliédrica: Alebrijes. En ella, el vestigio deviene sueño y el sueño devela las formas del adentro, el vientre del narval en el que nace el fondo del mar. Entre las orillas de lo escrito surge un solo ser hecho de aliento y huellas, de ausencias y de revelaciones, que nos reserva lo innombrable y el sacrificio para inaugurar lo común: el instante creador en el que renacemos”. Bienvenida sea tal revista, rubicunda y encantadora.

La revista de 64 páginas, nos trae la palabra fecunda de 33 escritores, mujeres y hombres, todos buscadores de la palabra precisa y la imagen plena para entregarla a los lectores en pequeñas piezas de orfebrería. Alebrijes, fantasía/Palabra/Imagen abre sus alas blancas para mostrar sus plumas de ensayos, reseñas y microficciones de escritores de Hispanoamérica. Se abre con un microensayo de Edgar Allan García, titulado “Elogio de lo mínimo”, en el que señala: “El microrrelato, que tiene antecedentes milenarios tanto en Oriente como en Occidente, ha sido siempre la posibilidad de provocar una epifanía en el lector. No siempre lo logra, pero cuando lo hace, el lector siente un sacudón interior, una fascinación que muchas veces no requiere de palabras para explicarse, puesto que ha recibido un golpe inesperado del que tardará en recuperarse. Acostumbrado el lector a discursos y argumentos largos, muchos de los que pueden ser, con un poco de trabajo, sintetizados en un par de frases, no entiende cómo una imagen centelleante, o el súbito giro en el curso de una historia contenida en un espacio y tiempo reducidos, pudo convertirse en algo tan profundo, tan conmovedor, tan inexplicablemente revelador”. Listo, una grande y breve explicación, no hay más que decir.

Luego está la presencia estelar de Lauro Zavala con su “Breve historia de la minificción en México (1917-2014) que hace gala de la síntesis en un recuento puntual de los hitos más importantes del género tanto en libros emblemáticos como en selecciones y antologías, un portento de información. Yobany García Medin nos cuestiona con “Narrar o no narrar, ésa es la minificción”, Según Paul Ricoeur: «las ficciones redescriben lo que el lenguaje convencional ya ha descrito»24. En ese sentido, las minificciones redescriben lo que las ficciones ya han descrito. De ahí que, si existe una diferencia en la nomenclatura de estas variantes literarias, se dimensiona una diferencia estructural y, obligadamente, un contraste en torno a su recepción” y pone de ejemplo:

“Regalo de bodas

Después de la fiesta, mi madre decidió hacer las paces con mi mujer, su compromiso fue tal, que, con un gusto nunca visto, le obsequióEl almohadón de plumas” bordado con sus iniciales”.

La revista también nos trae algunas reseñas, como la de Maira Rivainera acerca del libro “Sé quién eres por las lágrimas en mis ojos” (2018) de Luis Héctor Gerbaldo y una sección titulada “Especiales” que la inaugura la magnífica Violeta Rojo con “Rayuela de minificción con cuatro autores venezolanos”

Las asombrosas ilustraciones que acompañan los textos les pertenecen a los artistas Leo Fajardo, Francisco Fraga, Adrián Montenegro, Inés Saavedra, Fabián Pianda de www.ferchoyela.com Omar Mauricio Moreno Bernal y Luis Buenaventura Rodríguez.

En la parte de creación literaria, que es más extensa como debe ser, incluye a extraordinarios creadores Como Patricia Nasello, Grethel Delgado, Angélica Villalba Cárdenas, Juliana Muñoz Caratar, Esther Domínguez, Javier Perucho, María Cristina Chiama , Jessica Trejos García, Claudia Sánchez, Lester F. Ballester, Nélida Cañas, Andrés Torres, Carlos Satizábal, Guerrero, Gabriel Solórzano, Damián H. Ramírez, Ana Pellicer, Vivi Alfonsín, Rodolfo Cobo Molas, Jonathan Alexander España Eraso José Martínez Sánchez, Mariano Taborda, Kalton Harold Bruhl, Barbarella D´Acevedo, Augusto Lozada, Ernesto Tancovich, Virginia Glez, Álvaro Pérez Sastre y Lilian Elphick Latorre, entre los que voy a destacar algunos botones, solamente para provocarlos:

Patricia Nasello

Envidia

Se mira en un trozo de espejo que los enanos tienen colgado en el cuartucho. Está flaca, ojerosa. «Exceso de trabajo», murmura para sí con rabia. En la foto del periódico, su madre, espléndida: el dinero de la corona paga las cirugías que mantienen esa juventud ficticia, que ahora ella observa mientras siente que se ahoga en una sustancia helada y pegajosa. No perderá sus mejores años escondida en un bosque trabajando como criada para siete tacaños.

—¡Inoculá tu veneno en esta manzana! —ordena.

La serpiente obedece, no se arriesga a sufrir las consecuencias terribles que podría acarrearle otro problema con una mujer. Coloca el fruto envenenado en una canastilla y acude a palacio.

Juliana Muñoz Caratar

Hospitales

Los cuerpos se trasladaron de dirección. Los gritos de dolor y angustia guardados en las paredes no encuentran a sus dueños.

Javier Perucho

Lo en el jardín

En las mañanas de cada domingo, tendías un cobertor sobre el césped, deshacías sus arrugas como si plancharas un mantel o tu blusa, luego desanudabas los tirantes para despojarte del vestido y tenderte bajo el sol del mediodía tal cual yo te conocía: blanca del mentón hasta el dedo meñique de tu pie izquierdo. Negras nubes en el pubis, girones más negros en la frente y un cúmulo oscuro y desordenado flotando sobre tu cabeza, coronada por diminutas flores arrancadas del jardín, injertadas por mí, mientras te contemplaba, alelado por tu osadía: posar sin corpiño ni braga ante el sol resplandeciente y la mirada azorada de los niños del vecindario que transitaban en sus bicicletas. Si la baranda no te encubría de los fisgones, menos yo podría hacerlo de las miradas de esos mozalbetes, la histeria de sus madres y el ánimo lascivo de los padres que se asomaban al jardín para arrobarse con el nido de aves que resguardabas entre las piernas.

Claudia Sánchez

Perspectivas

«¡Es una niña!», dijo la partera, mientras con unas pinzas de depilar sacaba a la criatura por el ojo de la cerradura de aquel cinturón de castidad. La parturienta rememoraba la noche en que tuvo la sorpresiva visita de aquel liliputiense que traía noticias de su esposo. Una sonrisa se dibujó en su rostro.

Nélida Cañas

Descarnadura

A mi hijo, que conoce el despojamiento

El cuarto era despojado hasta tocar los bordes del silencio. No había ventanas, sólo un largo pasillo; más un pasadizo que un pasillo, como en los antiguos monasterios. Una cama para un hombre solo y una silla con una manta oscura. Una austeridad monacal dibujaba los contornos. Al mirar el cielo del techo, podían verse proyecciones de luz en círculos; parecían vitrales con figuras geométricas enlazadas, caleidoscópicas. Enseguida, pensé que ahí no podría vivir nadie que no fuera religioso. Un ser en dimensión vertical religado con la luz. Descarnado. Silente.

Damián H. Ramírez

Gula

Su voracidad fue tanta que cuando terminó de comer le faltaban tres dedos.

Rodolfo Lobo Molas

Juegos sin luz

Todo se trataba de un juego. Aún no sabía del bien y del mal. Pero su tierna edad de muñecas le advertía que algo estaba fuera de lugar. Tal vez por eso no se sorprendió cuando mamá los descubrió y —con cara de horror— clavó la tijera hasta los dedales en el cuello de papá.

Virginia Glez

Origen

Corría a campo traviesa cada mañana. Un día, una mancha blanquecina hizo que se agachara: era un diente. Tiempo después, un pedazo de hueso, y al borde del sendero, algún otro. Intrigado, en el amanecer ya sólo olfatea el terreno como un sabueso.

Va teniendo trocitos de un costillar y también media mandíbula.

Poco a poco se completa.

Lilian Elphick Latorre

Lilith

Dicen que la palabra lil significa viento y que soy nocturna seductora. Dicen que me fui del paraíso sin antes haber comido todas las manzanas del árbol y haber trabado amistad con esa serpiente sinuosa, sabia, silenciosa. Dice el Malleus Maleficarum que colecciono semen. Que soy un espíritu malvado, que danzo desnuda en los bosques junto a brujas, cabronas, mujeres de mala vida, de muerte disipada, putitas adolescentes, lesbianas, embarazadas, menstruantes que marcan cada árbol con su sangre, olvidadas, malamadas. Que si me encuentran, me queman. Pero ya soy el fuego de la pira legendaria, y el viento que lo anima. Arden ellos, los que me recuerdan en noches como ésta.

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