Márcia Batista Ramos
Mi abuelo siempre decía que, antes de morir hay que vivir. Yo no podía comprender el alcance de su filosofía tan sencilla que, de a poco, la vida misma fue descifrando. Hoy, entre las noticias de las muertes en la guerra, las inundaciones en Dubái, Santa María y Paris, apareció la noticia de la muerte del emblemático escritor estadunidense Paul Auster; cuyo nombre y existencia sobrevivirán a su muerte, por sus obras: «Trilogía de Nueva York», «Moon Palace», «Leviathan», “4, 3, 2, 1”, “El libro de las ilusiones”, “Brooklyn Follies”, “Un hombre en la oscuridad”, entre otras, ya que a lo largo de su carrera, el autor escribió más de 30 libros que han sido traducidos a más de 40 idiomas.
En el mundo mediático en que vivimos, la noticia de la muerte del Miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, ganador del Premio Faulkner, Premio Médicis Extranjero, 1993, Premio Princesa de Asturias de las Letras, 2006, Paul Auster, generó un sentimiento de pérdida colectivo. De repente, fue el maestro de muchos escritores, asimismo, todos habían leído su obra completa y coleccionado sus libros. Sin contar a los muchos y muchos, de las más diferentes latitudes que, le conocieron personalmente, incluyendo a los tantos que tuvieron un romance fugaz con el hombre que fue un defensor de las libertades y se negó a visitar países «que no tienen leyes democráticas» como China y Turquía — en protesta por el más de centenar de periodistas y escritores que habían sido encarcelados — asimismo, que encabezó en los Estados Unidos el grupo de escritores opositores al gobierno de Donald Trump.
Nadie mencionaba que estudió en la universidad de Columbia y que, en 1968, protestó en contra de la guerra del Vietnam, hasta hoy. Pero llegó su muerte y todos recordaron el parque en dónde él caminaba y que, casualmente, se encontraban y a menudo se saludaban. Por eso las muestras de dolor y el sentimiento colectivo de duelo es interminable en las redes sociales. Paul Auster ya no está para contradecir a nadie y todos aquellos a quienes pareció haberlo conocido, podrán colocar en las redes sus encuentros y despedidas. Obviamente, todo esto es normal porque la muerte de alguien a quien admiramos, cuya vida formaba parte de la esfera pública, también crea automáticamente una conexión humana universal, afirma Kaplan. Entonces, es entendible porque precisamente hoy, publicaron que conocían al famoso escritor.
La muerte siempre nos recuerda nuestra propia mortalidad, pienso que es la conexión humana universal, la certeza de que no existe vacuna para los dolores de la vida que, todo lo que pasa a un ser humano también puede pasar a los demás en algún momento, nadie está libre de nada. Ojalá, en nuestros momentos más periclitantes podamos contar con alguien como describió Paul Auster en «Moon Palace»:
«Había saltado desde el borde y luego, en el último momento, algo se extendió y me atrapó en el aire. Ese algo es lo que defino como amor. Es lo único que puede impedir que un hombre caiga, lo suficientemente poderoso como para negar las leyes de la gravedad. «
Nacido en el seno de una familia judía de ascendencia austríaca en 1947 en Newark, Nueva Jersey, Auster hizo de Brooklyn su casa y el escenario de sus novelas, especialmente en las décadas de 1980 y 1990. Paul Auster vivió todos los sabores y sinsabores de la vida, sufrió la pérdida del hijo y de la nieta, amó y fue amado, además, escribió. Por todo ello, estoy segura que vivió antes de morir. Ahora, que siga su vuelo en paz y a nosotros, sus lectores, sólo nos resta dar un Adiós al poeta que cuenta historias…