Las relaciones internacionales de Bolivia son de vital importancia. En tal sentido, deben proyectarse en un marco de cordialidad, cooperación, respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos en igualdad, dejando de lado obsecuentes preferencias u odiosas discriminaciones motivadas en afinidades político-ideológicas. En esa línea, se deben optimizar las relaciones con todos nuestros vecinos y con aquellos países que históricamente han tenido gestos de solidaridad, y apoyo respecto a nuestras necesidades y aspiraciones.
Como anticipé en un anterior artículo, es mi propósito analizar sucintamente las relaciones internacionales de Bolivia y plantear sugerencias. Bajo esas premisas paso a referirme a las relaciones de Bolivia con Argentina.
En general, las relaciones con Argentina se han desarrollado en un marco de respeto y colaboración, excepto en puntuales ocasiones que se remontan a las primeras décadas del siglo XX. Tal fue el conflicto suscitado en 1909, a raíz del laudo arbitral emitido por el entonces presidente de Argentina José Figueroa Alcorta, quien presidió el arbitraje internacional que dirimió la controversia suscitada entre Perú y Bolivia por límites territoriales en la frontera norte de Bolivia y sur de Perú.
Bolivia objetó el laudo arbitral indicando que había sido dictado, fundamentado, en principios de equidad y no en derecho, como disponía el tratado de arbitraje respectivo. Bolivia atribuyó parcialidad a Argentina en favor de Perú. En respuesta, Argentina, acusando de una supuesta dualidad a Bolivia, rompió relaciones diplomáticas con ésta; las cuales fueron restauradas después de dos años, bajo el auspicio de países vecinos.
Otro momento de distanciamiento entre Argentina y Bolivia se da durante el proceso de pacificación de la Guerra del Chaco (1928-1938). El entonces canciller argentino Carlos Saavedra Lamas, que participó activamente en dicho proceso y presidió la Conferencia de la Paz, que sesionó en Buenos Aires, ejercitó una política dilatoria con la intención de favorecer a Paraguay, en franca oposición a los intereses bolivianos, obstaculizando más de una vez la solución pronta del conflicto del Chaco (Roberto Querejazu y Tomás M. Elío).
Al margen de estos episodios ya superados, la relación con Argentina ha sido óptima y no podía ser de otra manera. La frontera con Argentina propicia una vasta relación que va desde la generación y construcción de vínculos familiares, la constatación de identidades culturales, la obligación insoslayable de luchar contra la delincuencia transnacional y un raudo intercambio comercial que dinamiza el tránsito de personas y servicios en dicha frontera.
Pero la relación con Argentina tiene una particularidad al influjo de la enorme migración boliviana que aporta honesta y eficientemente a la fuerza laboral argentina, lo cual humaniza la relación entre ambos países y nos aproxima más. Es lógico que Bolivia espere de Argentina un trato respetuoso para la colonia boliviana, como también las autoridades bolivianas deben corresponder en idénticos términos. No olvidar que las relaciones interestatales también se guían por el principio de reciprocidad favorable.
Bolivia y Argentina han suscrito una profusa cantidad de tratados bilaterales, desde tratados de límites, acuerdos de cooperación en materia de infraestructura, caminos y líneas férreas, acuerdos en el área de educación, cultura, agroindustria, innovación tecnológica y productiva, salud, medicina nuclear y cooperación, capacitación técnica, acuerdos migratorios, lucha contra el crimen organizado y, por supuesto, acuerdos comerciales, entre los que cuentan los acuerdos de venta de petróleo, inicialmente, y a partir de 1967 los acuerdos de compra-venta de gas natural.
No obstante los contratiempos e incumplimientos, el gas continúa siendo nuestra mayor exportación a Argentina. De acuerdo con datos del IBCE, a marzo de 2018, alrededor del año 2000 hasta 2013 y 2014, Bolivia tenía superávit comercial con Argentina. Otros años el superávit fue pequeño o había un ligero déficit comercial. Pero lo interesante y al mismo tiempo preocupante es que las exportaciones de gas han significado más del 80% de nuestras exportaciones a ese país y en otros años inclusive llegan a más del 90%.
Esto pone en evidencia que lo único que vendemos a Argentina es gas, lo que nos obliga a buscar nuevas alianzas comerciales con dicho país. De hecho, el proyecto de provisión de energía eléctrica al norte argentino es prometedor y esperemos que se concrete en septiembre del presente año.
Es necesario gestionar una relación comercial con Argentina que vaya más allá del gas. Bolivia debe procurar su desarrollo económico y priorizarlo en su agenda de política exterior, la cual debe instrumentarse con una eficiente diplomacia que esté al servicio del desarrollo del país.
Finamente, cabe plantearnos la pregunta de ¿hacia dónde se debe orientar la política comercial de Bolivia?, ¿qué mercados debemos gestionar y abrir para nuestros productos manufacturados?, ¿cuáles son los organismos de integración comercial más favorables y necesarios para Bolivia? Una renovada política exterior, desideologizada, pragmática y creativa nos dará la respuesta.
Karen Longaric es profesora emérita de Derecho Internacional en la UMSA.