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Los genios

El otro día el Mago (Mariano Baptista Gumucio) me prestó la última novela del periodista y escritor limeño Jaime Bayly, titulada Los genios (Galaxia Gutemberg, 2023), que a la vez se la había prestado de Carlos Mesa. El libro narra la historia de la ruptura de la amistad entre García Márquez y Vargas Llosa, hacia mediados de los 70 del pasado siglo. La novela, de 31 capítulos, se puede leer de un solo tirón: la prosa es asequible y además chistosa. Más que una auténtica novela, me pareció una investigación periodística novelada, un reportaje narrativo, ya que muchos de los pasajes que Bayly va narrando son retratos fieles de la realidad, una realidad conocida por todos quienes conocemos algo de la vida de los genios.

La obra comienza con la escena del derechazo que el autor de Pantaleón y las visitadoras propina al autor de El otoño del patriarca en un teatro mexicano donde se proyectaría un documental sobre el accidente de los jugadores de rugby uruguayos en los Andes, quienes por la desesperación tuvieron que recurrir a la antropofagia. Tras ese primer capítulo, que no excede las siete páginas, Bayly recurre a la analepsis; vale decir, a una recuperación del pasado, a un flashback, el cual abarca casi la totalidad del resto de la novela y que trata de reconstruir la amistad de los dos titanes universales de las letras, para, al final, llegar al mismo hecho narrado al inicio: el puñetazo de Varguitas a Gabo.

Como deben conjeturar todos los que sabemos algo de la biografía de ambos premios Nobel, pienso que los hechos más importantes que narra la obra, los que guían la narración, sus ejes maestros, son verídicos: la amistad barcelonesa entre el colombiano jodedor que fumaba cannabis y el peruano metódico que solo bebía leche, la lectura que en un avión hacen los Gabos de la Historia de un deicidio, la infidelidad de Vargas Llosa debido a los encantos de una joven admiradora de sus novelas al bordo del Rossini, el despecho de una Patricia confundida que no sabe si quedarse en Lima o retomar su sueño de ser una escritora en Barcelona, el regreso de Marito a los brazos de Patita y el puñetazo que el genio de Macondo recibió de los nudillos del cadete del Leoncio Prado. Todo eso parece ser cierto, haber ocurrido en la realidad real y no en la mente de ningún fantaseador.

Lo demás ya es incierto: varias anécdotas relacionadas con el miembro púber y erecto de Álvaro Vargas Llosa, ciertos diálogos de Mercedes Barcha, Carmen Balcells, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, y quizás también los hechos que involucran al obeso y genial Pablo Neruda en compañía de los Gabos. De todas formas, la historia atrapa sobre todo por el lenguaje rijoso y jocoso que emplea el autor, quien llama al Nobel peruano “pingaloca” o atribuye a Gabo la fidelidad conyugal por ser él un “salchichón de un solo hoyo”. Bayly hila bien los hechos y la secuencia de la historia, pues hay algunos capítulos en los que el tiempo se retrotrae y lleva al lector abruptamente a otros sitios y otros tiempos, sin que esos cambios espacio-temporales descoloquen al lector o lo confundan.

Novela sabrosa y entretenida, temo que no es un libro literariamente valorable. Bayly no escribe mal; de hecho, maneja extraordinariamente bien la palabra. Pero creo que Los genios no es una novela que valga la pena por ser novela, sino comidilla de la historia amistosa de dos escritores o, en el mejor de los casos, una investigación periodística con atisbos de fantasía. Alguna vez el historiador de la literatura peruana James Higgins dijo que, pese a su popularidad, Bayly no pasa de ser un novelista mediocre que escribe con fluidez y cuyas novelas son de lectura amena. Bayly ha contado numerosas veces en sus programas de televisión y en los videos que publica en YouTube su vida adolescente atormentada y su pésima relación con su padre, y, por lo que escuché, son esas historias autobiográficas, casi sin pizca de fantasía o fabulación, las que plasma en sus novelas. Es decir que no crea, como un deicida artístico, mundos literarios nuevos.

Quizás Bayly, que me parece buen presentador, conversador y entrevistador y una mente lúcida, hace número de confesiones controversiales sobre su vida íntima para que sirvan de enganche a sus libros; por lo que hace a Los genios (aún no leí sus otras novelas), se sirve de técnicas artísticas para un producto no precisamente artístico y de lectura asequible. Al término de la lectura, me quedé con la sensación de haber leído una historia de periodismo rosa como las que publica ¡Hola!, pero, eso sí, escrita con un lenguaje fino y una técnica depurada.

El final de la novela es un extracto de la realidad real: la entrevista que en 1976 el periodista español Joaquín Soler Serrano le hizo a Vargas Llosa, en la que este dijo que no sabía si la amistad con el viejo camarada colombiano de las letras se restablecería algún día, pues, según dijo, la amistad es algo “relativo”. Con todo, Los genios es una obra que todo buen amante de las letras del boom debería leer, pues muchos de los admiradores de los genios nos interesamos no solo por sus obras, sino también —por qué no confesarlo— por sus vidas.

Ignacio Vera de Rada profesor universitario

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