En Bolivia, para la gran mayoría el hecho de pensar en tener programadas citas médicas con anticipación para un simple control es hasta gracioso, como si fuera algo tonto ir a una consulta si no se está con ningún malestar. Es la medicina preventiva que no existe y a la que debería apuntar un servicio universal de salud.
El deficiente sistema de salud boliviano lleva siendo estudiado desde hace años desde la antropología, y seguramente desde otras disciplinas, y, por ejemplo, en los años 90 se centraban en lugares y aspectos concretos, como la percepción de los servicios de parte de la población (Gattinara, B. C., Ibacache, J., Puente, C. T., Giaconi, J., & Caprara, A. 1995) visibilizando el conflicto de clase y etnia en la atención sanitaria, donde la población de bajos recursos y con características raciales indígenas tenía un acceso muy limitado, por el precio y el trato displicente, sumada a una desconfianza histórica ante la medicina occidental.
A principios de siglo, los estudios se enfocan en políticas de salud (Ramírez Hita, S. 2009; Flores Martos, J. A. 2004; Michaux, J. 2004) que, en la línea del momento, plantean principalmente el concepto de interculturalidad como respuesta a la problemática.
En los 13 años de gobierno de Evo Morales en materia de salud y sin ser suficiente amplió la cobertura en salud materno infantil y para áreas rurales, se trabajó en infraestructura y equipamiento de hospitales, todo en el marco de un sistema sanitario estatal muy complejo con casos de corrupción a diferentes niveles, mal uso de bienes del estado, búsqueda de beneficio propio a costa de la salud de la población, según se ha conocido por publicaciones en medios.
¿Cómo se vive esta situación en la ciudadanía, en las familias? Salvo que sea de origen extranjero y del primer mundo, en Bolivia no se va a una atención médica a menos que se necesite, no hay prevención y sólo se busca cura, cura que en muchos casos se busca a última hora, cuando duele, cuando sangra, cuando ya no se aguanta.
Por otra parte, los cuidados de las personas enfermas recaen en las mujeres, en esas madres, abuelas, tías y hermanas que son, además, las últimas en ir al hospital porque antes hay que planchar, y son ellas las que en última instancia soportan toda la deficiencia de un sistema de salud que requiere a gritos un cambio.
Cuando se va al sector público es a entregar el cuerpo y que sea lo que Dios quiera, porque no hay dinero para el privado, y si es al privado se acude con la desconfianza por delante, buscando un médico recomendado. Así, con datos de Ledo, C. y Soria, R. (2017), la seguridad social cubre a menos del 30% de la población; la privada sólo llega al 10%; el 30% acude a la medicina tradicional y ésta más un 30% de población desatendida va a dependencias del Estado en caso extremo.
Bolivia es uno de los países de Latinoamérica con el peor sistema de salud y el actual gobierno dice que tiene en marcha un proyecto de un Sistema Universal de Salud. Que toda la población, toda, tenga derecho y posible acceso a la salud es una idea maravillosa, algo que debía hacerse desde un principio, desde hace varios gobiernos, es un tema pendiente con un pueblo que se ha curado con cataplasmas y ha muerto antes de tiempo.
Una parte del sector médico rechaza la propuesta, el principal argumento es que cómo se va a atender a toda la población si hoy no se alcanza, si no hay medios. El gobierno dice que este año habrá una inversión de hasta 440 millones de dólares para este proyecto, incluidos los aportes de los municipios, y que es tema central del Ministerio de Salud.
Las desconfianzas son válidas, pero las necesidades mayores. Resolver este tema debe ser prioridad de este gobierno y del que venga, debe estar en la agenda de todas las candidaturas. Un Servicio Universal de Salud debiera ser un compromiso general y política de Estado, no atenta contra la medicina privada y favorece a un 60% de población que hoy no tiene acceso a la salud.