Maurizio Bagatin
Escribe Alberto Caiero que: “El único sentido oculto de las cosas/Es no tener sentido oculto. /Más raro que todas las rarezas, /Más que los sueños de los poetas/Y los pensamientos de los filósofos, /Es que las cosas sean realmente lo que parecen ser/Y que no haya nada que comprender”.
Entre literalidad y onomatopeya, fluye la musicalidad del desdoblamiento poético del maestro Alberto Villalpando. Y es un fluir mágico -lo de la misma época en la cual la novela fue escrita, años de efervescencias y utopías- que me hace recordar a otra Sonata, La sonata a Kreuzer de Tolstoj, donde es la abstinencia sexual, como ideal y a causa de los celos, mientras que el maestro Villalpando elige la magia de este encuentro para llevarnos al vértigo: “El origen mágico del encuentro del ser humano consigo mismo, es el sexo. Como lo es de su nacimiento y de su muerte; pues la modalidad de ser que asume la interioridad, se fundamenta en la fascinación sexual con que se comporta el hombre ante el mundo”. Y me hace recordar a otro desdoblamiento, lo de Arthur Rimbaud. Una temporada en el infierno: “Puis j’expliquai mes sophisme magiques avec l’hallucination de mots!”.
El Maestro se desdobla y nos guía en un viaje, donde el encuentro entre la filosofía y la poesía es magia. En este tren que es nuestra vida, en este viaje que es la vida. Un Dios o el destino entrega este don al Maestro que lo va musicalizando con toda su experiencia.
¿Y Baní?: “Yo soy Baní, la que te llama desde el clamor del cielo”…”todo es Dios”, recitaba Octavio Paz.