Rejas
Nana Rodríguez Romero – Colombia
Aquella era una ciudad en la cual las lápidas de los cementerios estaban protegidas por las rejas, de esta manera, los muertos podían disfrutar de una muerte segura.
El tetrafarmaco
Wilson Sánchez Claro – Colombia
Barreto, el filósofo, ingirió las cuatro cápsulas del griego Epicuro.
Murió sin temer a la muerte, libre de falsos infinitos.
Penitencia
Estéfani Huiza Fernández – Bolivia
Cuando miro la lluvia, en las jornadas más largas, en los días cansinos, la palabra se hace verso y el lenguaje llega con facilidad. Cómo aquel condenado que busca piedad en los rezos, esperando la piedad de Dios.
Migrantes
Esther Andradi – Argentina
Tenía un rocoto en la heladera, ya comenzado.
Cuando corto una pizca para echarle al guiso que estoy haciendo, salta una arañita. Pequeña. Muy lista, valiente, y me hace frente. Es decir, no corre ni se hace la muerta, no huye, está ahí, sobre la mesada de la cocina, mirándome, como si me conociera. Interpelándome con sus ocho brazos en jarra:
—¿Esta era mi casa, adonde te crees que voy a ir a vivir ahora?
La entiendo perfectamente. Si estaba en la heladera es porque le gusta el frio.
Entonces tomo un gajo del abeto que está en el tiesto de la ventana.
Rápidamente, adivina mi intención.
Y se cuelga de la rama nevada.
Ella también está en el aire.
Escaleras
Mauricio Albeiro Montoya Vásquez – Colombia
Con el ascensor averiado, los residentes del edificio se vieron obligados a utilizar las escaleras.
Los cuatro días que tardó la reparación dejaron como balance: tres divorcios, cinco affaires y ocho desaparecidos.