Estéfani Huiza Fernández
En estos tiempos de violencia, aquellos que gozan de privilegios, que se esconden en libretos falsos, custodian libros para armar torres gigantes que nadie jamás leerá y que ellos utilizan para disimular su grotesca existencia. Esos hombres que jamás han sabido amar viven y se alimentan del dolor del otro, de esa fragilidad humana que ellos jamás poseerán.
El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer nos conmueve; podemos sentir empatía, hasta generar alguna acción: marchas, proclamas y todo lo que se nos pueda imaginar. Pero, mientras se grita, se reclama, se llora y se escupe a todo un sistema, miles de mujeres en todo el mundo luchan, callan, viven en y con la violencia. Al escribir estas líneas, mi corazón se hace pedacitos; al imaginar tantas muertes de mujeres, todo el planeta, hasta el cielo, se teñiría de rojo, rojo sangre.
El 25 de noviembre de 1960, las hermanas Mirabal (Minerva, Patria y María) fueron brutalmente asesinadas por ser mujeres y activistas. Su único crimen fue cuestionar públicamente la injusticia en la que vivía su país, en ese entonces gobernado por el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961). El crimen conmocionó al mundo. En 1999, la Organización de las Naciones Unidas fijó esa fecha como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Esta página oscura de la historia se repite año tras año en el mundo. La violencia es definida por la Organización Mundial de la Salud como el uso intencional de la fuerza física o el poder, amenazante o real, contra uno mismo, otra persona o contra un grupo o comunidad, que ocasione o tenga una alta probabilidad de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, alteración o privación. Es decir, el poder es sinónimo de violencia. Esto se aplica en distintos ámbitos: familiar, parentesco, laboral y aquellos espacios donde existen distintos niveles de jerarquía.
Cuando él es quien manda, se cierran las posibilidades. En esa palabra “jefe” se hace y deshace en el sentido mismo del otro, en lo que debería o no, en lo correcto e incorrecto, sin darle un momento de reflexión para que éste se pregunte ¿hasta dónde puede llegar? Esta característica innata en el ser humano es lo que nos convierte en animales racionales. Pues bien decía Maquiavelo “Dale poder a alguien y descubrirás quién es realmente”.
Según el último informe mundial sobre trata de personas 2024, las mujeres y las niñas siguen representando la mayoría de las víctimas de trata detectadas en todo el mundo. El poder es un peligro en manos equivocadas; frente a eso, ¿quién nos salva? ¿Existen acaso leyes que valgan?
Mientras escribo esto, pienso en la fragilidad humana. En lo irónico de la inocencia, en aquella canción de Sting, Fragile que escribió inspirado en el asesinato de Ben Linder (1987), un estadounidense que llegó a Nicaragua atraído por los rumores de revolución. Cayó abatido a manos de la Contra (nombre dado a un grupo de insurgentes paramilitares de extrema derecha, financiado por Estados Unidos). Todo por el poder, de quien sabe que puede destruir.
“Y la lluvia seguirá cayendo como lágrimas de una estrella, como lágrimas de una estrella. Y la lluvia seguirá diciendo lo frágiles que somos, lo frágiles que somos. Para todos los nacidos bajo una estrella enojada, no olvidemos lo frágiles que somos”.
