Blog Post

News > Franco Gamboa Rocabado > El fracaso del MAS y los límites de la democracia en Bolivia

El fracaso del MAS y los límites de la democracia en Bolivia

El proyecto electoral y político del Movimiento al Socialismo (MAS), nació proclamando la recuperación del poder para el pueblo. Bajo el discurso de la “democracia participativa” y la “revolución de los movimientos sociales”, Evo Morales prometió que Bolivia viviría, por fin, una etapa de autogobierno popular. Sin embargo, el desenlace de este proceso, marcado por el colapso institucional, el terrible agotamiento de las reservas de hidrocarburos y la fragmentación de los propios movimientos sociales, revela un fracaso que puede leerse a la luz de las advertencias teóricas del politólogo polaco-estadounidense, Adam Przeworski en su libro “Democracy and the Limits of Self-Government” (2010).

Przeworski recordaba que toda democracia moderna enfrenta una contradicción fundacional: la distancia entre el ideal del autogobierno y la realidad de las instituciones representativas. Las sociedades no se gobiernan a sí mismas, sino que eligen, a través de mecanismos limitados, a quiénes los gobiernan. De ahí que la democracia esté condenada a operar bajo una tensión estructural entre la participación y la delegación del poder soberano, entre la promesa y la desilusión. En palabras del propio autor, los ciudadanos “son gobernados por otros, quizás distintos otros en cada turno, pero otros al fin”.

El MAS construyó su legitimidad sobre la ilusión de haber resuelto esta contradicción. Bajo el ropaje de un “Estado Plurinacional” y una “democracia comunitaria”, el régimen pretendió superar los límites de la representación liberal, mediante la incorporación orgánica de sindicatos, campesinos y pueblos indígenas al aparato estatal. Pero en la práctica, lo que se presentó como autogobierno, fue solamente una forma sofisticada de centralización autoritaria, donde las organizaciones sociales se convirtieron en correas de transmisión del poder presidencial y de la extorsión sutil para aprovecharse de las arcas públicas, como siempre y como la mayoría de los gobiernos. El discurso participativo ocultó un proceso de cooptación y prebendalismo, en el cual la autonomía de la sociedad civil fue sacrificada en nombre de una supuesta unidad popular.

Desde la mirada de Przeworski, este desenlace no sorprende. La “democracia de los movimientos sociales” del MAS, no podía escapar a los límites estructurales que enfrenta toda tentativa de autogobierno: las desigualdades materiales, la concentración del poder decisorio y la imposibilidad de una participación realmente eficaz. Como advierte el teórico polaco, el pueblo nunca puede gobernarse directamente. Solo es capaz de elegir, periódicamente, a quienes lo representen y, en el mejor de los casos, controlar su desempeño mediante instituciones de rendición de cuentas. Cuando esas instituciones se subordinan al carisma del líder o al clientelismo partidario, el resultado es la degradación de la democracia en un régimen plebiscitario.

El fracaso del MAS, por lo tanto, no es únicamente moral o político, es también epistemológico. Se basó en la creencia ingenua de que el poder popular podía sustituir a las instituciones, cuando en realidad las destruyó. Al anular la independencia judicial, manipular la Constitución y convertir la participación en un ritual controlado desde el Ejecutivo, el MAS vació de contenido el principio mismo de la democracia, tergiversándolo todo y tratando de convencerse de que Evo era el líder eterno, el estratega supremo, cuyas ignorancias fueron, sencillamente, escondidas para que una élite delincuencial (articulada por García Linera y Luis Arce), también lo manipule a él, mientras desmantelaban los recursos estatales.

Hoy, tras la caída del MAS, Bolivia enfrenta el desafío de reconstruir un sistema institucional que recupere la legitimidad, pero sin caer en el autoritarismo populista, ni tampoco en el cinismo tecnocrático. De aquí en adelante, como sugiere Przeworski, la tarea no es abolir los límites de la democracia, sino aprender a vivir dentro de ellos, fortaleciendo el Estado de Derecho, garantizando la pluralidad política y devolviendo al ciudadano la capacidad efectiva —no simbólica— de controlar a sus gobernantes.

El futuro de la democracia boliviana dependerá, en última instancia, de asumir que el autogobierno es un ideal regulativo que exige una alta calidad de las instituciones democráticas. No es una realidad inmediata. La madurez política y el verdadero liderazgo democrático, consisten en reconocer los límites del poder popular para, justamente, impedir que vuelvan a ser utilizados como coartada de nuevos autoritarismos, oportunismos y engaños para corromperse y traicionar la soberanía popular.

error

Te gusta lo que ves?, suscribete a nuestras redes para mantenerte siempre informado

YouTube
Instagram
WhatsApp
Verificado por MonsterInsights