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Relecturas de Los Siete Ensayos de Mariátegui y El Tungsteno de Vallejo para comprender la crisis social, política e ideológica peruana

Alex A. Chamán Portugal

Introducción

La profunda crisis que atraviesa actualmente el Perú —económica, social, política, jurídica y de conciencia social— no es un accidente ni una coyuntura pasajera. Es el resultado de una larga continuidad histórica de semifeudalidad y semicolonialidad que se expresa en un capitalismo atrasado y dependiente, dirigida por una clase social dominante caracterizada por ser mafiosa y carente de un proyecto estratégico de desarrollo nacional. Situación similar se refleja en el Estado, sus poderes e instituciones, siendo la protagonista en las última tres décadas las organizaciones políticas criminales hegemonizadas por la mafia fujimontesinista. En este contexto, las obras Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana de José Carlos Mariátegui (1928) y El Tungsteno de César Vallejo (1931) adquieren una vigencia extraordinaria.

Ambos autores, desnudaron las raíces materiales e ideológicas de la explotación y opresión peruana. Mariátegui ofreció una excelente interpretación marxista-leninista original, que fusionó el análisis estructural económico con lo superestructural mediante la cultura popular andina; Vallejo, por su parte, convirtió esas mismas categorías en imágenes humanas de empatía, indignación, dolor, combate, resistencia y esperanza.

Releer reflexivamente estas obras permite entender que la actual descomposición del aparato estatal, la organización política gansteril, la alianza de la “lumpen burguesía” con las transnacionales saqueadoras y la manipulación mediática por los medios masivos de manipulación son la continuación de las estructuras denunciadas hace casi un siglo. Estas relecturas nos brindan claves teóricas y éticas para comprender y transformar la severa crisis peruana en tiempos del desmoronamiento capitalista y pugnas inter imperialistas.

I. La estructura económica

El amauta Mariátegui parte de un principio esencial del marxismo, el cual consiste en que, para entender una sociedad, hay que partir por estudiar su estructura económica, pues en ella se asienta sintéticamente el poder. En los Siete Ensayos, demuestra que la República peruana, lejos de romper con el pasado colonial, perpetuó sus formas de explotación bajo nuevos ropajes de tipo semicolonial. Su afirmación de que “el problema del indio es el problema de la tierra” sintetiza el núcleo de su pensamiento, ya que la servidumbre y el latifundio no son residuos precapitalistas, sino mecanismos feudales funcionales al capitalismo.

El Perú de Mariátegui estaba gobernado por una burguesía intermediaria, subordinada a los intereses extranjeros, que obtenía riqueza no a partir del desarrollo de las fuerzas productivas que permiten industrialización y mercado interno propio, sino del saqueo y la exportación de materias primas con negociados de por medio. Esa economía primario-exportadora, estructuralmente dependiente, sentó las bases del país semicolonial.

Vallejo, en El Tungsteno, da cuerpo literario a esa estructura. La mina de Quivilca, operada por una depredadora compañía estadounidense Mining Society, se convierte en el microcosmos de un Perú sometido. La cruel explotación minera combina la técnica más avanzada con las formas más brutales de servidumbre. Los peones indígenas son víctimas de la violencia, del “enganche” y de la indiferencia cómplice de las autoridades locales. A través de los representantes del caduco Estado como el subprefecto, el juez y los capataces, Vallejo retrata a una clase dirigente mediocre, ramplona, corrompida y parasitaria: la lumpen burguesía, corrupta y carente de proyecto nacional, cuya existencia depende de la ignominiosa subordinación al capital extranjero.

Un siglo después, en pleno siglo XXI, ese mismo modelo depredador extractivista continúa intacto. La economía peruana, enmarcada en un capitalismo atrasado y dependiente, sigue basada en la exportación de minerales, gas y productos agroindustriales, mientras las regiones mineras y agrícolas padecen explotación, opresión, represión, pobreza, contaminación y despojo. La actual lumpen burguesía conformada por empresarios coludidos con la corrupción y políticos neoliberales sometidos a los intereses de los grupos de poder económico es la heredera directa de aquella perversa y angurrienta oligarquía gamonal. Su poder no proviene de la creación productiva, sino del saqueo legalizado y la captura e instrumentalización del viejo Estado.

II. La superestructura política y jurídica: el Estado mafioso

Para Mariátegui, la República peruana no representó nunca un Estado nacional auténtico, sino el instrumento de los terratenientes y la emergente burguesía comercial. El Estado y sus poderes e instituciones no expresaron la voluntad de las masas populares, sino los intereses de las clases explotadoras. “El Estado peruano es la creación de la clase dominante y no la expresión de la nación” (Mariátegui, 1928, p. 64).

Vallejo, en su novela proletaria, traduce esta teoría en una escena cuando el juez que protege a los asesinos y el subprefecto que reprime a los obreros revelan que la justicia es, en esencia, un brazo armado de la explotación y opresión. En El Tungsteno, el Estado no aparece como árbitro neutral, sino como una institución mafiosa que legitima el despojo y el autoritarismo.

Hoy, esta crítica encuentra un reflejo devastador en la realidad peruana. El Poder Ejecutivo se caracteriza por ser una estructura mafiosa; el Congreso está dominado por partidos o agrupaciones políticas que actúan como organizaciones criminales; las fuerzas armadas y policiales se convirtieron en maquinarias represivas, genocidas y delictivas; el Poder Judicial, carcomido por redes de corrupción estructural; y los gobiernos de turno han sido cooptados por intereses empresariales deviniendo en esbirros. Las leyes se dictan al servicio de las transnacionales y lumpen burguesía, los jueces y fiscales protegen a los corruptos, y la impunidad se vuelve norma. La denominada institucionalidad del Estado es, en realidad, un dispositivo de dominación de la clase burguesa, como lo señalaron Mariátegui y Vallejo con casi un siglo de anticipación.

La degeneración actual concretada en la alianza entre el poder político y los negociados a todo nivel, la corrupción en las obras públicas y el saqueo de los recursos naturales no representa una anomalía, sino la consecuencia lógica de una estructura estatal diseñada para proteger a las clases sociales y sus lacayos de todo pelaje. El Estado peruano, en su forma actual, es la expresión de una superestructura en descomposición, sostenida por una base económica capitalista atrasada y dependiente, una política reaccionaria y una ideología alienante en franca decadencia.

III. La superestructura ideológica: prensa mercenaria y crisis de conciencia social

El dominio económico y político no podría sostenerse sin un dominio ideológico. Esto explica el impulso y fortalecimiento de los aparatos ideológicos del Estado. Mariátegui analizó con agudeza la función de la ideología burguesa, expresada en el liberalismo económico y el positivismo filosófico, que pretendían universalizar los valores de las clases dominantes. Denunció la existencia de una “cultura extranjerizante y desarraigada del pueblo”, que impuso una identidad falsa al país y subordinó la conciencia nacional a los paradigmas europeos, por lo que propuso la construcción de una cultura socialista e indoamericana, capaz de articular el pensamiento revolucionario con las tradiciones colectivas del mundo andino.

Vallejo, por su parte, representó en El Tungsteno el papel de los medios masivos de comunicación en esa dominación ideológica. El periódico El Tiempo, financiado por la compañía minera, se constituyó en una fábrica de mentiras que distorsionaba los hechos para justificar la represión. La prensa se convierte así en cómplice del poder, instrumento de manipulación y anestesia moral.

En la actualidad, la “prensa mercenaria” ocupa ese mismo lugar. Los grandes conglomerados mediáticos de manipulación, aliados al poder económico y político, imponen una agenda que desinforma, criminaliza la protesta y neutraliza el pensamiento crítico. La manipulación mediática produce domesticación, apatía, estupidización, fragmentación y desconfianza colectiva. La población, bombardeada por discursos racistas, individualistas y anticomunitarios, pierde la capacidad de reconocer las causas estructurales de su condición miserable. Se trata de una profunda crisis de conciencia social que impide la formación de un sujeto reflexivo, crítico, propositivo, por consiguiente, un político emancipador.

Mariátegui insistió en que solo una conciencia de clase revolucionaria, surgida de la praxis colectiva, podía liberar al pueblo de la alienación y marchar a su emancipación. Vallejo, al mostrar la justa rebelión de personajes como Leónidas Benites, encarna ese despertar ideológico y político que le permite el paso de la resignación a la acción transformadora.

IV. Comprender la crisis peruana desde el marxismo crítico

La relectura conjunta de Mariátegui y Vallejo permite entender que la crisis peruana actual es de carácter estructural y superestructural. La base económica sigue dominada por el extractivismo dependiente; la superestructura política y jurídica, por la corrupción mafiosa; y la superestructura ideológica, por la ideología burguesa, manipulación mediática y el colonialismo cultural.

Se trata de una crisis de hegemonía, puesto que las clases sociales dominantes han perdido toda legitimidad, pero las clases dominadas aún no consolidan un proyecto alternativo emancipador. Esta situación profundiza la crisis generando inestabilidad permanente y desesperanza social, sin embargo, también abre posibilidades históricas de transformación.

Mariátegui y Vallejo coinciden en que la transformación no puede provenir de reformas superficiales, sino de una revolución socialista integral. El socialismo que ambos imaginaron no es un modelo importado, sino una creación heroica propia, nacida de la fusión entre el marxismo y las condiciones concretas de la realidad peruana, por ejemplo, considerar las tradiciones comunitarias del mundo andino que manifiesta relaciones sociales de reciprocidad o cooperación.

Conclusión

Las Siete Ensayos de Mariátegui y El Tungsteno de Vallejo no son reliquias de un pasado intelectual como muchos quisieran, sino instrumentos para interpretar y transformar el presente. Ambos autores vislumbraron que el Perú solo alcanzará su verdadera independencia cuando superé el capitalismo atrasado y dependiente reconstruyendo su identidad desde las raíces populares.

La descomposición del Estado y sus poderes e instituciones, la corrupción endémica generalizada, el siniestro dominio mediático y la crisis de conciencia social que hoy aquejan al país son manifestaciones extremas de un modelo que ellos denunciaron con lucidez.

Releerlos y estudiarlos hoy es, por tanto, un acto de resistencia y de compromiso. Significa comprender que la emancipación no es solo económica y política, sino también ideológica en sus diferentes manifestaciones de conciencia social; que la revolución comienza en la conciencia. En ese sentido, Mariátegui y Vallejo siguen siendo faros de una misma esperanza, es decir, la construcción de un Perú verdaderamente soberano, socialista y humano, en que la dignidad del pueblo sustituya a la codicia de los explotadores y opresore y donde el tungsteno de la opresión se transforme, finalmente, en la materia resplandeciente de la emancipación.

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