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Bolivia en el eje narco

Para decirlo de manera irónica: uno termina extrañando los tiempos en que había un solo narcotraficante, Roberto Suárez, el “rey de la cocaína” que, por comparación a los actuales, era un verdadero caballero que se ofreció a pagar la deuda externa de Bolivia.

Los actuales narcotraficantes, disfrazados de pobres indígenas, han aprovechado sus conexiones con los gobiernos del MAS para hacer negocios sucios impunemente durante 20 años, reincidiendo una y otra vez, ya que tardan más en entrar a la cárcel con “detención preventiva”, que en salir para seguir delinquiendo. La impunidad es la verdadera “marca país”.

En días recientes dos nuevos casos son prueba fehaciente de la conexión política del narcotráfico con los gobiernos del MAS: el apresamiento de Elba Terán y de Felipe Cáceres con “las manos en la masa” (blanca o amarilla).

Estos dos son narcos con “pedigrí”, es decir, en su prontuario ya tienen maestría y doctorado ad honorem en materia de producción y tráfico de droga. 

Es la enésima vez que la FELCN apresa a Elba Terán y a otros miembros de su familia. Recordemos que Elba es hermana de Margarita Terán, conocida por su relación sentimental con el expresidente Evo Morales. Eso no sería delito (conociendo al depredador sexual que presidió Bolivia durante tres periodos consecutivos y pretendió hacerlo por cuarta vez), lo grave es que ambos son corresponsables de los asesinatos y tortura de los esposos Andrade.  ¿Qué hacía Elba en libertad cuando en 2020 la condenaron a 15 años de cárcel? ¿Cuántas veces más habrá traficado en su camioneta con placas chutas sin que la detengan?

El otro caso es igualmente emblemático: Felipe Cáceres fue el “zar” antidroga en el gobierno de Evo Morales y tenía todo el apoyo de su compadre. En 2019 Cáceres declaró un patrimonio personal de Bs 9.251.814,84 millones, superior al de Evo Morales (Bs 2,5 MM) y al de Álvaro García Linera (Bs 1,8 MM). Parece que nadie le preguntó de dónde tenía tanta plata.

Ahora encontraron en su humilde propiedad rural un narcolaboratorio que “contaba con área de diluido, cernido y filtrado; área de filtrado de acetato y destilación de ácido; sector de secado y prensado; área de depósito de sustancias líquidas y un denominado muelle industrial, con capacidad para que una decena de personas operen”, con capacidad de producir de 150 a 160 kilos de clorhidrato de cocaína por día. Generosamente le dieron a Cáceres detención domiciliaria, ya que alega que él no sabía nada, aunque la fábrica de cocaína está a apenas 500 metros de su casa. Es como si alguien enterrara un muerto en tu jardín y no te dieras cuenta ni por el olor.

La complicidad de la población es clarísima. Cuando la la FELCN aprehendió a Elba Terán, la gente salió en su defensa y la policía tuvo que escapar del lugar para evitar un linchamiento: “La intervención provocó la reacción de vecinos, quienes comenzaron a lanzar petardos y a salir de sus viviendas, lo que obligó a la fuerza antidroga a evacuar rápidamente el área para evitar incidentes”, dice la noticia. Deberían estar todos presos.

Antes de Felipe Cáceres, todos los jefes antidroga del MAS, en su mayoría policías de alto rango, fueron apresados por narcotráfico: René Sanabria, Oscar Nina, Maximiliano Dávila, Omar Rojas Echevarría, Gonzalo Medina… Y podríamos seguir con la lista de narcos que fueron apresados infraganti y condenados gracias a la intervención de otros países. A Nina lo condenaron con su esposa y su hija, toda la familia estaba metida. Varios de ellos ya están libres, calladitos, disfrutando de sus millones y quién sabe si metidos nuevamente en el narco.

El narcotráfico ha permeado en toda la sociedad boliviana y Bolivia se ha convertido en un eje principal del tráfico entre Brasil, Paraguay, Perú, Colombia, etc. Gracias a la intervención de la policía de Chile, de Argentina, de Brasil, de Paraguay, de España y de otros países, se ha podido apresar a centenares de traficantes bolivianos que están presos en esos países y que no habían sido detectados por nuestras brillantes fuerzas de policía y ejército. No solamente hay el tráfico hormiga de los “tragones” que llevan en sus estómagos cápsulas con unos gramos droga, sino tripulaciones de líneas aéreas y también militares y policías que usan sus uniformes, credenciales y vehículos para hacer el tráfico de muchos kilos.

El ministro de Gobierno, Roberto Ríos, informó el 15 de septiembre que desde enero la fuerza antinarcóticos decomisó 170 toneladas de cocaína y 1.619 toneladas de marihuana. Nada menos que 15.600 personas fueron detenidas, involucradas en el transporte o tenencia de droga. Además, se destruyeron 388 laboratorios de refinación, 5.047 fábricas de pasta base, se decomisaron 238 aeronaves y se intervinieron 386 pistas clandestinas. La FELCN destruyó también 5.047 laboratorios y fábricas de producción de cocaína base. Desde noviembre de 2020, “se han realizado más de 48.000 operativos de interdicción contra el narcotráfico, estos han tenido resultados sustantivos, como el secuestro de más de 1.700 toneladas de droga entre cocaína y marihuana”, detalló Ríos.

¿Se da cuenta el lector de la enormidad del problema? El ministro informó que el 90% de las fábricas y laboratorios de droga intervenidos en el país se encuentran en el trópico de Cochabamba.

Si esto ha sucedido durante el gobierno de Arce Catacora, podemos multiplicar por cien esas cifras durante los 15 años de desgobierno de Evo Morales y García Linera.

El viceministro de Defensa Social y Sustancias Controladas, Jaime Mamani, es tan ingenuo o tramposo, que quiere hacer creer a la población que un mayor número de droga capturada y de fábricas destruidas, es indicio de una mejor gestión. Mamani declaró un promedio anual de 35 toneladas de droga secuestrada durante el gobierno de Arce Catacora, frente a 14 toneladas en el gobierno de Jeanine Áñez (no toma en cuenta que estábamos en plena pandemia), 23 toneladas anuales en los gobiernos de Evo Morales, 11 toneladas en el de Carlos Mesa, 9 toneladas en el de Gonzalo Sánchez de Lozada y 5 toneladas en el de Jorge Quiroga. “Estos datos demuestran claramente que somos la mejor gestión en la lucha contra el narcotráfico”, aseguró. El tonto no sabe lo que Naciones Unidas o la DEA podrían enseñarle: eso significa simple y llanamente que hay mayor producción de droga, ya que estadísticamente se captura aproximadamente un 10% a 20% del total que se produce. Es simple aritmética.

Son muy ingenuos los que piensan que Evo Morales es ajeno a la producción y comercio de droga a partir del Chapare, o de que hay una “conspiración” para desacreditar a la gente más cercana a él. Nada, absolutamente nada, se hace sin la venia y autorización explícita del cacique en esa zona roja, que incluso mientras era presidente mantuvo su cargo de ejecutivo de las seis federaciones de cocaleros del Chapare. Un claro conflicto de intereses que nadie objetó.

En septiembre de 2018 publiqué en Página Siete el artículo “Titulares de narcolandia”, que solamente contenía titulares de los diarios sobre hechos relacionados con el narcotráfico en Bolivia. Sólo citando textualmente los titulares pude llenar varias páginas y hoy cualquier lector podría hacer lo mismo, porque no hay día que pase sin una noticia sobre narcotráfico (material interminable para los guiones de la serie de televisión Narcos, sobre ese tema, entre otras similares que nunca he visto ni veré porque siento repulsa).

Nuestro país ha crecido en estos 20 años de masismo como parte del engranaje delincuencial que incluye a Colombia, Perú, Paraguay y Brasil, con “contribuciones” directas de mafiosos y sicarios colombianos, brasileños y mexicanos. Estados Unidos y Brasil son los principales consumidores, pero la distribución en Europa no ha cesado de crecer. Es un problema internacional, sin duda, pero Bolivia se ha convertido en un eje. No ganamos nada argumentando que “la culpa la tienen los países consumidores”, porque eso no va a cambiar.

Es cierto que no sólo en el Chapare hay centenares de fábricas de cocaína, también en Santa Cruz, en el Beni, en Challapata o en El Alto, para no citar sino algunos lugares. Por si no lo recuerdan, el “amauta” que entronizó a Evo Morales en Tiwanaku, fue descubierto por la FELCN con una fábrica de cocaína en su modesta casa de El Alto con unos “alojados” colombianos. Los propios gobiernos masistas no han podido esconder los delitos.

El país entero está podrido. La “escuelas de aviación” que hay en Santa Cruz entrenan a pilotos para el narcotráfico. La mayoría de las avionetas con registro de Bolivia se dedican a eso, por eso aparecen a veces calcinadas para no dejar huellas. Hay miles de pistas clandestinas en propiedades agrícolas que pocas veces son confiscadas. Creen que con destruir la pista y secuestrar las avionetas ya está arreglado el asunto. Los dueños de las propiedades se hacen los del otro viernes: “yo no sé, no me di cuenta”. Hay secuestros de drogas, de avionetas, de precursores, de vehículos, de armas, de celulares, pero muy pocos narcotraficantes de peso en la cárcel, cuando sabemos que varios clanes familiares se dedican de lleno a ese ilícito.

Varias “Miss Bolivia” han caído con droga, familias enteras cuyos apellidos sería largo enumerar están metidas en el negocio. El lavado y planchado de dinero procedente del narcotráfico se blanquea a través del contrabando y de la compra-venta de miles de edificios de departamentos que se siguen construyendo, a pesar de que el país está supuestamente “en quiebra”. Los pagos se hacen, por supuesto, en maletas con efectivo. No pasan por entidades bancarias.

Los ajusticiamientos entre mafias de narcotraficantes son cada vez más frecuentes en lugares fronterizos donde no existe control del Estado, o en grandes ciudades como Santa Cruz y Cochabamba. Como la justicia boliviana impuesta por el MAS es corrupta, los jueces, fiscales, abogados, y otros magistrados protegen a los delincuentes. La lucha entre clanes hace que a veces la FELCN intervenga por denuncias de unos a otros, pero el narcotráfico ha penetrado tanto en la policía como en el ejército.

Las declaraciones notoriamente tibias de uno de los candidatos a la presidencia y la alianza tácita que parece existir con las bases del MAS en el Chapare y en otros lugares que son focos calientes del narcotráfico, hacen temer que nuestro país está condenado, como México, Colombia y Perú, a ser por mucho tiempo parte del eje de la delincuencia internacional.

Alfonso Gumucio es escritor y cineasta 

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