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La última Claudina

Maurizio Bagatin

Femme fatale que Visconti e Fellini llamaban así cariñosamente Claudina. Nombre fatal tanto de ser el nombre de las tres femmes fatales de la literatura boliviana, la Chaskañawi, la Miskki Simi y la Claudina en la tierra del Potosí. Muchos elementos las acercan, muchos engatusamientos las hacen cómplices.

Lo dijo Oscar Wilde, que desde el punto de vista del sentimiento el modelo es el arte del actor, sentimiento de la máscara y también sentimiento de la estética, de la efímera belleza, modelo que Claudina sumergió pasionalmente en la más representativa figura de ser actriz, lo de la tragedia.

La ultima Claudina en Blonde on Blonde de Bob Dylan, en aquel álbum considerado para muchos el mejor álbum doble del Rock. Una foto de Claudina en la tapa interior que quiso el mismo Dylan…Just like woman…y hoy objeto para los más empedernidos coleccionistas. ¿Quizás?

Reía como si fuera un juego o se ponía seria como una “mantis religiosa”, Claudina era el Mediterráneo de Ulises y de Saladino, el color de la piel de Aníbal y la audacia de Penélope. Perdición, cierto, pero una perdición que supo tejer una figura inédita, italiana y universal, diosa del amor según Alberto Moravia, que le miraba solamente el cuerpo y veraz actriz por Pasolini que supo ver en ella Medea, Yocasta, Antígona, su madre Susanna, todas las heroínas trágicas.

La seguiré adorando en Erase una vez el West, esta Jill McBain que con su personaje parecía danzar la melodía de Ennio Morricone, en la onírica 8½ del maestro Fellini o en la obra maestra El gatopardo de Visconti y en El día de la lechuza de aquel Damiano Damiani que nació tan cerca de mi pueblo natal.

Cuanta fatal belleza, ultima Claudina.

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