Color
Fabiola Morales Gasca – México
Un arcoíris se abre ante sus ojos de mujer, jura que no entiende en qué momento llegó a ver el mundo de color siniestro: Verde: le grita sin razón. Amarillo: le pega. Naranja: le golpea. Rojo: le mata. ¿Cuál color señala aprender a amarse? ¿Cuándo habrá un color para huir? Para su entierro la vistieron de negro.
El grito mudo
Jorge Larrea Mendieta – Bolivia
Soñó que gritaba, pero nadie lo escuchaba. Al despertar, tenía la garganta seca. Y la ventana abierta. El vecino dijo que oyó algo. Pero no sabía de dónde venía. Revisó su celular, sin llamadas. Solo un mensaje de voz sin sonido. Duraba 13 segundos. Y se grabó mientras dormía.
Lo que no hacemos*
Paola Tena – México
Siempre desee viajar a Buenos Aires y bailar en San Telmo con un señor mayor, uno de esos que de verdad saben moverse al ritmo del tango. Elevarme en unos tacones altísimos, mis piernas recorridas por la raya fina de las medias y una falda abierta hasta medio muslo. El bandoneón desgarrándose y yo abrazada al señor mayor, dibujando cuadrados en las baldosas. Pero siempre pasa algo, y también pasó la vida, y ya no hay tiempo para Buenos Aires ni tacones ni tango. Mi marido, percibiendo el desencanto, busca a Carlos Gardel en Spotify y extiende la mano hacia mí, invitándome. “No seas tonto”, protesto, pero aún así me pongo de pie. Trazamos un par de pasos torpes. Él me inclina como hacen en las películas. “Ya no somos jóvenes”, le recuerdo, mientras caemos al suelo en cámara lenta sin dejar de reírnos, bailando a nuestro modo, mi señor mayor y yo.
*Título basado en el microrrelato de Andrés Neuman, “Las cosas que no hacemos”.
Exorcizo te
Daniel Frini – Argentina
—¡Fue ese señor, papá! —gritó el pequeño demonio mientras señalaba con su dedo—. ¡Él me obligó a abandonar el cuerpo de mi huésped!
El aterrorizado sacerdote se quedó paralizado frente al terrible leviatán de más de tres metros de alto, ojos rojos, serpientes por cabellos, piel erizada de pústulas, manos como garras, patas de caprino y fétido, en su olor a azufre.
—¿Así que usted le tiró agua bendita a mi hijo? —inquirió en latín el horroroso padre mientras se acercaba al exorcista blandiendo su espada llameante.
La tijera
Carmen Nani – Argentina
Saqué el costurero de lata. Cuando estoy por apoyarlo sobre la mesa, escucho que adentro, algo se mueve. Asustada, suelto la caja que cae al suelo y se abre. La tijera salta del costurero y empieza a cortar todo a la mitad: el mantel, las cortinas, la alfombra, los sillones, una ventana, las paredes, la puerta. La tijera parece tener un objetivo y no para hasta cortarme a mí, en dos.