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 Voló demasiado lejos

Oscar Seidel Morales

El héroe de la aviación germana, Werner Vogel, después de haber sido rescatado en el Mar del Norte yace herido en la cama del hospital dado que su aeronave fue derribada por el fuego antiaéreo enemigo.
Con el pasar de los días y sin poder volver a la batalla, aquella noche, en sueños, repasó con tristeza las hazañas cometidas con su Junker y los momentos agridulces que le deparó la vida. Recordó los veinte aviones de la Real Fuerza Aérea-RAF que derribó, las cinco ciudades inglesas destruidas y los miles de seres humanos a quien les quitó la vida con sus bombas. Pero no se dio cuenta que volaba en el sueño; retrocedió su memoria varias épocas vividas, y fue cuando vio el desfile de los momentos gozosos y dolorosos:     

La experiencia desagradable que tuvo con su amada Anette Grese y el evento de la despedida en el tren, al tener que marchar a defender el espacio aéreo de su país, en la guerra que se vaticinaba. Sin embargo, más dolor le produjo recordar que al año de estar en el frente de guerra, recibió la noticia que Anette se había casado con el magnate de la metalurgia, Fritz Weber.                              

Enseguida sonrió al rememorar el baño de aceite quemado que recibió el día de su bautizo como piloto aéreo de la Luftwaffe, y la borrachera con cerveza negra en el hangar con los demás pilotos graduados con él.                                    

Luego, volvió a ponerse triste recordando los días difíciles que padeció en el colegio por la discriminación a la que lo sometieron sus amigos por ser el hijo del panadero del barrio. Pero el mal momento pasó fugazmente, porque volvió a su niñez al recordar el olor a torta de manzana y, la alegre vida hogareña en unión de su padre y del hermano mayor.                                                                       

No obstante, la dicha no le duró mucho, porque, casi al terminar el sueño, sintió el dolor que siempre le producía el recuerdo de la hemorragia cerebral que tuvo su madre, quien murió aquel día que le practicaron el desprendimiento del cordón umbilical y la placenta para salvar la vida del nonato.                                         

Esa madrugada, al realizar la ronda por el pabellón de heridos, la enfermera sólo encontró un niño recién nacido en la cama de Werner Vogel, y procedió a llevarlo a la sala de incubación. En el hospital todas las alarmas se dispararon. 
Había recorrido oníricamente toda una vida, y llegado hasta el más lejano de sus recuerdos. Marchó demasiado hacia atrás, en el tiempo y el espacio físico. Más allá, no existía nada.

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