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Investigar las polarizaciones entre fugas, asimetrías y migraciones.

Carlos A. Scolari

Ideas sueltas

Desde hace unas semanas me persiguen un par de ideas. Trataré de explicarlas brevemente antes de ceder la palabra. En la última década han proliferado los estudios sobre la polarización política en la esfera mediática. De la mano de las digital humanities, el big data y los digital methods cientos de investigadores se volcaron a mapear esas tensiones discursivas que se expresan sobre todo en las redes sociales. Todos alguna vez hemos quedado fascinados frente a este tipo de imágenes:

No me interesa aquí poner en discusión este tipo de estudios sino abrir otra conversación. Como sabemos, unos 30 millones de usuarios que se perciben como democráticos y progresistas abandonaron Twitter/X, o redujeron su participación en esa plataforma, para irse a Bluesky. Si esta migración continuara, entonces cabe la posibilidad de que se reduzca la polarización en la plataforma de Elon Musk. De la misma manera, la polarización también debería resultar mínima en Bluesky. Y aquí llegan las dudas ¿Cómo afectan estas migraciones las investigaciones sobre medios y polarización? ¿Tendra sentido seguir bajando millones de tuits o posteos para analizar la polarización en unas redes que, aparentemente, tienden a volverse más homogéneas? ¿No será que, a partir de ahora, la polarización irá por barrios, o sea por plataformas aisladas entre sí? 

Como nunca investigué la polarización en los medios, le pedí a varios colegas que se sumaran a esta conversación. Desde ya les agradezco por su disponibilidad y aportes. Soy un privilegiado por tener interlocutores de este nivel.

¿Un mundo sin polarizaciones?

Según Mariluz Congosto (Universidad Carlos III – Madrid) la polarización, como el dinosaurio de Monterroso, siempre estará ahí.

No me imagino un mundo digital en el que las tendencias ideológicas estén aisladas en plataformas. Es difícil la existencia cámaras de eco incomunicadas a largo plazo porque o bien decaen por fata de estímulo o son un reclamo para los generadores de ruido. El éxodo de usuarios de X hacia Bluesky ha sido consecuencia de la degradación de la plataforma tras la compra de Elon Musk. La desaparición de la moderación, la activación de perfiles suspendidos de derecha radical, la verificación de pago, y el sesgo de su algoritmo de recomendación han creado un ambiente asfixiante que ha aumentado la polarización. Es muy comprensible que los usuarios busquen plataformas más confortables, pero también es muy probable que la tranquilidad dure poco. Aunque algunas instituciones, empresas, medios de comunicación y millones de usuarios hayan abandonado X, queda un remanente suficiente para mantener la polarización. No abandonarán la plataforma los medios más radicales, el activismo y los perfiles mercenarios, que crearán polémicas más crudas y despiadadas. En la polarización desaparecerán los puentes sostenidos por perfiles más moderados y X será cada vez menos un reflejo de la sociedad.

Natalia Aruguete (CONICET / Universidad Nacional de Quilmes, Argentina), autora de libros como Nosotros contra ellos y Fake news, trolls y otros encantos, ambos escritos junto a Ernesto Calvo y publicados por Siglo XXI, se suma a la conversación. Desde su perspectiva, el rol de Elon Musk es muy importante para comprender la dinámica interplataformas.

El cambio en la composición de usuarios de X genera diversas interrogantes sobre el futuro de la plataforma y, en particular, del tipo de conversación que iremos manteniendo en las redes sociales. Una de las principales preocupaciones es la sustentabilidad de X como un espacio de debate genuino y como plataforma en sí misma. Si Elon Musk mantiene su estilo comunicacional es probable que más figuras influyentes, como políticos, medios de comunicación y celebridades, abandonen la red (…) Musk ha adoptado una estrategia comunicacional que combina provocación y humor con una actitud desafiante hacia los medios y las autoridades, sumado a un tono cada vez más agresivo y un alineamiento con sectores de extrema derecha. Si este rumbo se mantiene, la fuga de usuarios continuará. Además, es previsible que, haciendo uso de las herramientas que ofrece Bluesky, los políticos y los medios adapten sus mensajes para fidelizar a sus seguidores en un entorno digital fragmentado. Si X pierde un equilibrio crítico en su composición de usuarios, podría colapsar y convertirse en un refugio exclusivo para sectores conservadores extremos. 

Coincido con Aruguete respecto al rol de Elon Musk en la fuga de usuarios. El crecimiento de Bluesky es espasmódico: cada vez que Elon Musk o su amigo Donald Trump hacen o dicen algo fuera de lugar, se incrementan tanto el número de migrantes como la actividad en Bluesky.

Respecto a esta plataforma, Aruguete tiene visión hasta cierto punto cercana a la de Congosto. Si bien ahora aparenta ser un lugar saludable para mantener intercambios interpersonales, no descarta que en el futuro su funcionamiento se complique.

Bluesky ofrece una experiencia más horizontal y democrática, donde las cuentas con muchos seguidores y pocos seguidos, no necesariamente dominan la conversación. Además, permite a los usuarios curar sus seguidores y filtrar mensajes y cuentas, lo que podría reforzar las cámaras de eco y segmentar aún más las audiencias. Un aspecto clave de Bluesky es que proporciona herramientas para que los usuarios se protejan de la toxicidad de las redes sociales. Sin embargo, aún es incierto si podrá evitar la llegada masiva de grupos organizados que busquen polarizar el debate. Tampoco está claro si podrá mantener su estructura descentralizada y menos jerárquica a medida que aumente su cantidad de usuarios.

Aruguete deja caer varias hipótesis sobre la evolución de estas plataformas.

Un posible escenario es que los grupos de derecha más organizados migren también a Bluesky y repliquen allí estrategias de polarización mediante la creación de burbujas de filtro. En X, la mayor actividad se concentra en temas políticos y polarizantes, y las cuentas más activas suelen provenir del ámbito político o del sistema de medios, lo que refuerza el fenómeno del sorting (realineamiento) y la homogeneidad dentro de las comunidades (…) X funciona de manera darwiniana, allí las voces más estridentes dominan la conversación. En cambio, Bluesky podría ofrecer un espacio menos polarizante gracias a reglas menos jerárquicas, aunque las burbujas de información seguirán existiendo debido a las opciones de filtrado que permite la plataforma. Como mencionamos en nuestro libro Nosotros contra ellos, las burbujas son, en esencia, mecanismos de defensa frente a la información adversa.

El tercer invitado a este debate es Axel Bruns (Queensland University of Technology), un referente mundial en el análisis de las redes sociales. Según Bruns, si se produjera la división que mencioné más arriba, no sería una situación tan sorprendente después de todo.

In principle, if we could arrive at the total segregation you describe (fascists on X, everyone else on Bluesky), then yes, the main line of polarised division would be between those two platforms, and a comparative analysis of public discourse on both of them would presumably show vast differences. This may not end up looking so different from a comparison of discourse on far-right platforms like Gab, Parler, Truth Social, or 4chan with the kind of discourse that used to happen on Twitter before Musk took over, though, so (except for the names and relative sizes of the platforms) this isn’t an entirely new situation.

Bruns también anuncia un futuro de polarizaciones en Bluesky, pero introduce una interesante oposición entre polarizaciones destructivas y productivas.

However, at the same time of course the internal communities on each of these platforms aren’t totally homogenous either. Especially on Bluesky (or wherever else mainstream, non-extremist discourse ends up), we would still expect to see the normal range of perspectives across society (minus the extremists), from the left to the right of the democratic spectrum, so there will still be plenty of diversity, division, and even polarisation; it isn’t an echo chamber (…) In essence what I’m suggesting is that there would be extreme, destructive polarisation between the communities of X and Bluesky, but normal, even productive polarisation within Bluesky itself. And potentially also on X, though there it might centre only on how extreme people are prepared to be.

El problema, en definitiva, no sería tanto la polarización, un rasgo distintivo de las sociedades humanas, sino cómo nos polarizamos.

Otra idea muy sugestiva de Bruns es que la configuración de un polo no implica necesariamente la polarización simétrica del otro.

Polarisation isn’t necessarily symmetrical: i.e. just because one pole is getting increasingly extreme (and is thereby perhaps pushed into greater homogeneity), it doesn’t follow that the other pole(s) are also moving further to the extremes. It’s possible for polarisation to exist between far-right (and/or far-left) extremists, unified by the extremity of their beliefs, on the one hand, and the broad, diverse, and internally fragmented mainstream of society on the other hand. That asymmetry is also why democratic societies are having such a hard time countering the rise of fascism: the fascists in their hateful unity are much quicker at organising than the diverse and uncoordinated centre.

Apunten este concepto: polarización asimétrica.

Investigar las polarizaciones

El nuevo ecosistema mediático, caracterizado por la emergencia de nuevos entornos digitales y las consecuentes migraciones, complica el estudio de la polarización en las plataformas. A eso se suma la dificultad para acceder a los datos: si hasta hace unos pocos años cualquier investigador podía acceder a millones de tweets de manera gratuita, ahora la situación ha cambiado de forma radical. Pero Mariluz Congosto, que estudia los patrones de comportamiento y la propagación de mensajes desde el 2008, no piensa tirar la toalla

Las plataformas no son neutras, sus algoritmos son opacos y los dueños se han quitado la careta alineándose con el poder. En estas circunstancias, sería irresponsable dejar de investigar lo que ocurre en ellas, aunque hay que tener en cuenta que representan un mundo alejado de la realidad, pero con la persistencia de la gota malaya pueden permear en la sociedad.

Congosto sugiere una serie de cambios metodológicos a la hora de lidiar con la red de Elon Musk y Bluesky.

Para X debemos cambiar los métodos de investigación. Actualmente ya no podemos bajar millones de tweets para analizar la polarización por el precio abusivo de la API (40.000 USD al mes). No queda otra alternativa que el scraping, que además de ser muy lento no proporciona las retransmisiones. Ya no es posible estudiar la polarización mediante análisis de red debido que el retuit era la relación que se usaba para estos estudios. Las investigaciones se deberán centrar en el análisis de los contenidos de los tweets originales, las citas y los comentarios. Respecto Bluesky, dispone de una API abierta y ya empiezan a desarrollarse herramientas para descargar los datos. Por ahora, aparentemente, no hay polarización, pero esto podría cambiar a corto o medio plazo. Todo depende de los objetivos de sus dueños. Si quieren crecer a base captar atención, pueden incurrir en los mismos vicios de sus predecesoras. Desde mi punto de vista hay que seguir analizando la polarización en X y empezar a estudiar lo que pasa en Bluesky.

Aruguete refuerza la necesidad de seguir investigando en ambas plataformas.

Desde una perspectiva académica, Bluesky sigue siendo un espacio valioso para analizar la dinámica de activación de contenidos en la «red política», es decir, las cuentas más conectadas, activas e influyentes, con capacidad de instalar temas en la agenda pública. Por su parte, X mantiene debates polarizados sobre política, con una alta participación de cuentas políticas e influencers que buscan imponer su narrativa y legitimar sus propios encuadres. Esta polarización refuerza la creación de burbujas de información y el rechazo hacia los miembros de otras comunidades.

Should I stay or should I go?

Otra pregunta que me persiguió en este inicio de año es la siguiente: ¿tiene sentido que treinta millones de usuarios abandonen la conversación de X para dejar a un puñado de energúmenos generando contenido para muchos millones de espectadores poco activos? ¿No sería mejor quedarse ahí y presentar batalla en vez de construir una megacámara de eco? Axel Bruns lo tiene claro:

On the question of whether it makes sense to leave X – yes, I would say so (and have mothballed my own account too). First, there is nothing to be gained from arguing with the fascists there; they’re not going to be convinced by anything we could possibly say, so it’s a waste of time to even try. Second, remaining there plays into Elon Musk’s hands by generating traffic and impressions and maintaining the illusion that X remains a serious platform, while also enabling him to use the data to track user activity, identify enemies, and direct his fanboys to harrass them. Third, the more people leave X, the more others will leave – there is a standard network effect here that will entice more and more people to leave. Fourth, mainstream society still needs a Twitter-style platform for meaningful public debate and live news updates without constant fascist intrusions and disinformation, and perhaps now more than ever – the tracking of and response to the first few weeks of Trump 2.0 on Bluesky has shown how important this is. Fifth, quitting X makes Elon and his fanboys mad, and that’s a good enough reason in itself. (In all this, Bluesky isn’t the only option as an alternative platform, of course, but it will do.)

Si bien muchas instituciones siguen X, el goteo de usuarios de esa red a Bluesky es permanente. Esta misma semana la Universitat Pompeu Fabra ha comenzado la migración de sus cuentas hacia la plataforma de la mariposa azul. Bruns propone escalar y acelerar esa fuga institucional.

The main problem at the moment is that so many influential institutions and individuals still remain on X, in spite of everything – but that is gradually changing, and there have been plenty of announcements of X accounts being discontinued. The more that happens, the less your point about millions of almost passive viewers remains true: those people might still have accounts on X, but there’s a very good chance that they are using them less and less (and are being less and less influenced by the fascists) because there simply isn’t anything happening on X any more that would attract and hold their attention.

Por mi parte, no tengo tan clara la decisión de abandonar X. Mi temor a quedar encerrado en una megaburbuja subsisten; por otro lado, dado que X multiplica por diez la cantidad de usuarios de Bluesky, lo considero un espacio más rico y heterogéneo a nivel discursivo. Así como los investigadores no dudan en analizar movimientos políticos situados en las antípodas de su pensamiento o meterse en todo tipo de movilizaciones callejeras, como hacía Beatriz Sarlo en Buenos Aires, por ahora prefiero seguir «sarleando» en X (@cscolari) mientras mantengo una presencia activa en Bluesky (cscolari.bsky.social).

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