Siendo que lo bueno hay que destacar, decidí dedicar este espacio para reseñar la importancia del sector agropecuario y agroindustrial boliviano, a la luz del “Mapeo de Oportunidades de Inversión Privada en el Sector Agroalimentario para el Logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)”, realizado por el economista boliviano Gonzalo Vidaurre Andrade, y patrocinado por el PNUD en Bolivia (5.04.2021).
En primer lugar, señalar la importancia que el documento asigna al sector agroalimentario por su aporte al desarrollo, gravitación macroeconómica y el acompañamiento al crecimiento poblacional -a los cambios en patrones de consumo y las expectativas crecientes de internacionalización- enfatizando la necesidad de lograr inversiones sostenibles en el sector, vinculándolos con los ODS.
El trabajo reseña la convivencia de dos sectores, el tradicional y el moderno: “El primero, caracterizado por una elevada dispersión poblacional, unidades económicas con reducido acceso a mercados y heterogéneo respecto a la cantidad y calidad de recursos”; y, el segundo, “caracterizado por su producción intensiva en capital dirigida a la exportación, el aprovechamiento de amplias extensiones de tierra y, sobre todo, por su encadenamiento hacia atrás con las comercializadoras de insumos, contratación de fuerza de trabajo, encadenamientos hacia adelante con empresas transformadoras y vinculados con el mercado financiero”.
Destaca del sector industrial alimentario, sus unidades productivas de diferente escala, en función del volumen de inversiones realizadas, y que el mismo “se debate en problemáticas coyunturales como el abastecimiento continuo de materia prima, los fenómenos climáticos en la actividad agrícola y pecuaria, la competencia de productos ilegalmente importados, las exigencias sanitarias, los controles en la venta, la trazabilidad y una notable dependencia tecnológica que han caracterizado a la industria, cuyo destino principal es, en un 80%, el mercado interno”.
Según Vidaurre, el sector agroalimentario aporta con 16,1% al Producto Interno Bruto (PIB) del país: la agropecuaria con 11% y la agroindustria con 5,1%. La producción industrial de alimentos representa casi un 49% del total de la industria manufacturera.
La producción bruta del sector fue de 14.833 millones de dólares, un 56% generado por la industria de alimentos y 44% por la agropecuaria. El valor agregado en la cadena productiva agroalimentaria fue de 6.525 millones de dólares, un 68% generado por la actividad agropecuaria (empleo e ingresos derivados).
En términos de las ventas a consumo final, las de la agroindustria superan a las del sector agropecuario: de un total de 8.420 millones de dólares, la industria de alimentos vendió el 71%; mientras que, de las agroexportaciones que sumaron 1.319 millones de dólares, un 72% se debió a la industria de alimentos y el 28% restante a la actividad agrícola contribuyendo a un saldo positivo en la balanza comercial agropecuaria, con un importante campo para la sustitución de importaciones (el grano y la harina de trigo, por citar un ejemplo).
El sector agropecuario creció un 5,6% en promedio (2014-2019), mientras que la industria de alimentos lo hizo a una tasa del 5,4% aunque la investigación da cuenta de contrastes como el de molinería y panadería que creció 11,2%, mientras el sector lácteo bajó un 5,2% posiblemente por el contrabando.
En cuanto a la inversión en el sector agroalimentario, esta se da en infraestructura agropecuaria para la exportación, así como en la diversificación de cultivos, inversión que aumentaría si mejoran la seguridad jurídica y aspectos de orden burocrático.
Sin duda, lo más relevante del documento viene a ser la construcción de catorce fichas de inversión que revelan las características de productos, potencial productivo, riesgos de inversión, factores habilitantes, estimaciones de retorno y los vínculos hacia los ODS junto con sus indicadores de impacto: ¡Lectura obligada para los sectores público y privado!