Si hasta hace nada los feminicidas, los violadores y abusivos de “familia bien”, con contactos, recursos económicos suficientes para solventar silencios y miradas hacia otra parte, tenían la impunidad asegurada, hoy, gracias a las redes sociales, la solidez de su posición y su confianza en la sociedad que les amparaba está puesta en duda.
En las últimas semanas se han conocido varios casos de denuncias que se han hecho a través de las redes sociales, fundamentalmente en Facebook, cuya viralización ha logrado saltar a los medios de comunicación y, principalmente, han obligado a las autoridades a actuar.
Desde hace unos meses que, en el perfil comunitario “El Confesionario de la UCB”, alumnas de la Universidad Católica de Bolivia han ido denunciando casos de violaciones de parte de compañeros universitarios y también los abusos de algún profesor. Las denuncias suman y siguen y llegan a casi 200. La contundencia y la avalancha de las primeras han provocado revuelo y la detención y enjuiciamiento de al menos uno de los acusados.
Hace un mes aproximadamente, una mujer relacionada con el mundo de la cultura y el feminismo denunció por las redes que fue violada en su casa por dos amigos de su círculo. La manera tan valiente de contar su violación también provocó una corriente de apoyos y éstos impulsaron que la justicia actuara para detener y procesar a los acusados.
Un tercer y último ejemplo es el caso de un médico cruceño que hoy está preso porque en las redes sociales se difundió la denuncia de que golpeaba a su hijastro, que también había sido violento con su mujer y que maltrataba groseramente a sus empleados. En medio de un verdadero show mediático este médico acabó en la cárcel de Palmasola a la espera de juicio.
Todos estos casos muestran la celeridad con que la justicia puede intervenir si quiere. Cosa poco común, ya que las mujeres que sufren las distintas violencias normalmente deben peregrinar de un lado al otro en busca de justicia, siendo revictimizadas una y otra vez y muchas veces acaban siendo el número estadístico de un nuevo feminicidio. Los abusos a niños y niñas tienen un silencio atronador.
Las redes sociales se han convertido, pues, en una herramienta eficaz para denunciar y lograr la atención de la justicia. Romper con la vergüenza de dar la cara y el nombre, y poner el cuerpo al denunciar públicamente es muy difícil y, al parecer, las redes ayudan, más cuando por esa vía llegan apoyos y finalmente se quiebra esa muralla de trámites de la vía convencional; sin embargo, esto no sirve para todos los casos.
El peso de las redes sociales es clasista y tiene efecto cuando se trata de personas relacionadas con un estatus medio y alto y, también, con los medios de comunicación. De hecho, en las redes hay cientos de denuncias de violencias que pasan desapercibidas, que no se hacen virales, porque ni la víctima ni el agresor son de ciertos círculos.
Esto tiene el lado, digamos, positivo en sentido de que esta vez el poderoso es más vulnerable. En las redes sociales un violento corre mayor riesgo en la misma proporción que su poder social, cosa que por la vía habitual quien tiene buena posición también tiene todo el aparato judicial patriarcal a su favor, más si es corrupto. El lado negativo es que “las nadies” seguirán ignoradas.
Por supuesto que siempre hay la posibilidad de que la denuncia pública en las redes afecte a alguien inocente y que quede señalado de por vida en internet, o que cueste recuperar su buen nombre; sin embargo, generalmente las mujeres que acusan también reciben un ataque a su honor por estas vías, por ello lo importante es la reacción de la justicia.
En un contexto en el que la justicia, como hasta ahora, no hace su trabajo, todo acto que se haga al margen de los conductos habituales no son más que una señal de que precisamente es urgente que el aparato judicial funcione bien. Es la respuesta para frenar las violencias y con ello las denuncias no serán necesarias, menos las vías que no están normadas.