Carlos Crespo Flores
En el mundo académico y político se plantea un debate acerca de la sociedad rural boliviana, particularmente la agricultura familiar campesina, en el contexto de la violenta “modernización” a la que ha estado sujeta luego de la revolución del 52’, y acelerada con el llamado “proceso de cambio” desde el 2005.
Por un lado, están aquellos sosteniendo que la pequeña producción/agricultura familiar campesina vive la destrucción de sus bases productivas, la generalizada migración hacia las ciudades, en particular de los jóvenes, que ya no desean ser agricultores; la paulatina pérdida de importancia de la agricultura familiar campesina en la seguridad alimentaria del país, paralelo a la expansión de los agronegocios en el oriente del país; la profundización de la desigualdad socioeconómica junto a la emergencia de un proletariado rural. Por tanto, afirman que asistimos a un proceso de “descampesinización”.
En el campo contrario se hallan aquellos investigadores y políticos, afirmando que en Bolivia hay más gente viviendo en el área rural –aunque reconocen la urbanización creciente del país-, que el origen de los alimentos de los bolivianos continúa siendo la agricultura familiar campesina, que hay sectores de jóvenes rurales, muchos de ellos profesionalizados, que retornan a sus comunidades para invertir en la agricultura, con criterios innovadores; que los migrantes no pierden sus derechos de acceso a la tierra, agua y recursos de la naturaleza, pues continúan participando de las asambleas y actividades comunales. En suma, continúan siendo campesinos.
Quiero aportar con algunos criterios y argumentos a esta interesante discusión.
- Diferenciar la descampesinización en los territorios aymaras, de los quechuas, guaranís; de zonas donde operan lógicas comunales, de otras con estrategias más individualistas y asociativas; de economías campesinas más o menos articuladas a la sociedad capitalista y sus dinámicas de consumo. La descampesinización será mayor o menor, también de acuerdo a estos factores.
- El rol del Estado en la descampesinización. El año 2015, el entonces presidente Evo Morales afirmaba que la agricultura familiar campesina no podía garantizar la seguridad alimentaria, por tanto, era necesario apostar por la agroindustria cruceña y los productos genéticamente modificados. Una política clientelista con la organización campesina, que estimula el “carrerismo” dirigencial en los jóvenes, antes que el fomento a la agricultura. Una política de inversión productiva (Fondo Indígena el mejor ejemplo) poco transparente, corrupta, ineficaz e instrumental a los intereses coyunturales del gobierno, antes que resultado de una planificación. Una política de ampliación de la frontera agrícola hacia el norte amazónico, con fines extractivistas, incentivando el abandono de regiones alto andinas.
- Uno de los desafíos mayores de la agricultura familiar campesina, para enfrentar la descampesinización, es la transición hacia sistemas de producción agroecológicos autónomos, incluyendo la transformación para dar valor agregado a la producción, introduciendo nuevas tecnologías de información (TIC’s), con enfoques de asociatividad y economía social, y relacionados con circuitos cortos de comercialización.
- La base de la economía campesina, no es más o ya no es solo, la actividad agrícola, pues la población rural se dedica a otras actividades económicas paralelamente: comercio, transporte, albañilería, mecánicos, etc. Para entender las transformaciones en la economía campesina, se ha introducido la noción de “pluri/multi actividad”.
¿Dadas estas rápidas transformaciones del mundo rural boliviano, cuales son las demandas y necesidades de aprendizaje y conocimiento, para las nuevas generaciones rurales? Será tema de un próximo texto.