Dos regalos le hicimos los pititas al MAS, y aún tres. El primero, deshacernos de Evo Morales, el segundo, darles con el Gobierno transitorio la excusa perfecta para justificar el paupérrimo estado de la economía, y el tercero, no reconocer su aplastante victoria.
Que el MAS gane la elección con un porcentaje mayor al que obtuvo con el fraude del año pasado nos deja dos hipótesis posibles: o no hubo fraude en 2019 o había algo que lastraba al MAS en las elecciones pasadas. La apabullante cantidad de pruebas de fraude en la elección anterior nos indica que hay que encontrar una mejor explicación para lo sucedido en 2020. Una explicación que he visto sacar a flote a varios analistas es que la gente estaba cansada de Evo pero no del MAS. Parece ser que los hechos apoyan esta hipótesis.
El entorno de Evo estuvo exilado o escondido durante estos comicios, sin embargo, el MAS sí estuvo trabajando. Mientras el segundo y el tercero de los partidos participantes de la contienda ofrecían derrotar al MAS como propuesta principal, el MAS proponía estabilidad económica y proteger los intereses de la patria de “la derecha vendepatria” a quien quiera escucharlos. Estrategia que, según parece, funcionó mucho mejor. Evo resultó ser un lastre para el MAS, y el movimiento pitita logró lo que ellos mismos no pudieron lograr.
El segundo regalo que obtuvo el MAS fue un justificativo a su pésimo manejo de la economía. Ellos van a gritar a todo pulmón que durante 14 años lo hicieron bien y en 11 meses la derecha destruyó lo que ellos crearon.
En honor a la verdad, esto no fue culpa enteramente del Gobierno de transición, pero claramente no se ayudaron a sí mismo. Lanzar la candidatura de Jeanine Áñez lo puso en las dianas de todos, sus metidas de pata en gestión (Yerko y sus misses, caso respiradores, año escolar clausurado de la noche a la mañana, caso Entel, etc) y su mala comunicación, los pusieron contra las cuerdas, y el golpe de gracia lo dio la pandemia, acabando con la economía y desnudando la verdadera pobreza de nuestro país, que el MAS tan bien supo maquillar en sus 14 años en el poder.
El último regalo pitita es el peor de todos, porque nos condena a repetir la historia de aquí a 5 años. Lamentablemente, la ausencia de pruebas del supuesto fraude es más ensordecedora que el grito de fraude clamado por algunos. Gritar fraude, sin pruebas, no solamente nos deja en ridículo (puesto que el Gobierno actual, queramos o no, fue puesto por nosotros, los pititas), sino que nos da la excusa perfecta para no trabajar en el problema de fondo.
El tema de fondo es que hay 54% de bolivianos que cree que el MAS es la mejor alternativa para gobernar este país. Si partimos de esa hipótesis, en vez de estar gritando fraude, deberíamos estar creando una estrategia para convencer a una buena parte de ese electorado de que nuestras ideas sí son las que van a llevar a este país a buen puerto.
El grito de “fraude” implica que nosotros somos más o que simplemente, esa gente que votó por el MAS no existe. Ambas explicaciones rebatidas completamente por los hechos objetivos tenemos.
Podemos ignorarlos por 5 años de nuevo y dejar que de aquí a 5 años, nos vuelvan a ganar por goleada o podemos agachar cabeza y empezar a trabajar: hay que encontrar a los que votaron por el MAS, entender cómo piensan, qué piensan, qué quieren, qué les preocupa, cuáles son sus deseos, sus metas y pensar en cómo el modelo de país que queremos puede ayudarlos a ellos a alcanzar sus objetivos. Cuando tengamos la capacidad de responder a esas preguntas, con nuestra visión de país, ahí vamos a empezar a ganar elecciones como se debe. Me niego a pensar que la mitad de mi país es gente corrupta con la que no se puede dialogar y que solo quiere vivir de la mamadera del Estado.