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Cuento infantil de Biyú Suárez Céspedes

La leyenda del arcoíris

Las leyendas surgen para ser contadas. Esta es una tramada con el hilo del tiempo, con palabras no escritas, y te la voy a contar tal como a mí me la contó mi abuelita quien, a su vez, la escuchó de su abuela:

Lejos de aquí, en un lugar que no puedo mencionar, hay una cueva. Se decía que aquellos que entraban no volvían a salir. Sin embargo, hubo siete valientes que sí lograron escapar de las torturas horrorosas a las que estaban sometidos en ese sitio.

Cinco de ellos no quisieron quedarse en aquel lugar, por los malos recuerdos que les causaba, aun sabiendo que el objeto del mal ya no estaba allí. No querían asomarse de día y menos de noche por estos parajes.

Los dos que se quedaron lo hicieron por razones sentimentales, pues toda su familia había fijado su residencia en ese monte, todos sus hijos habían nacido ahí, en pocas palabras, amaban mucho la tierra donde vivían. Esos dos que resistieron el cautiverio, valerosos y decididos, son los que relataron la historia a la abuela de mi abuela. La leyenda dice así:

La maldad reinaba en el corazón de una bruja. Era perversa por naturaleza, pero también había sido formada en su oficio: pertenecía a la Sociedad Secreta de Brujas del Mundo, participaba en todos los aquelarres, es decir, en todas las reuniones de las brujas y brujitas menores, porque ella era profesora titulada en la Escuela Superior de Hechicería, además tenía un caldero enorme donde preparaba las pociones mágicas para vencer a las otras brujas. Tenía también una escoba moderna con brújula incluida, así nunca perdía el rumbo y llegaba a tiempo para hacer los conjuros para sus clientes y amigos.

Su debilidad eran la luz y los colores, por eso vivía siempre encerrada en una cueva, que no te puedo decir donde está porque es un secreto que todavía debo guardar. No salía de día, excepto cuando no había sol y estaba el cielo encapotado, cargado de negras lluvias, o cuando las tormentas amenazaban con llegar.

Ella no había nacido en este bosque, la trajeron otras brujas, porque pensaban que aquí podría encontrar su mundo ideal.
Cuando llegó se dedicó a pintar de negro todo lo que le rodeaba y siempre se mantuvo en ese afán.

Ya había cambiado de color al sucha quien, cuando nació, lucía un traje blanco como las nubes. Pero ella le dio uno negro, oscuro, de enterrador. Con el tordo y el maúri había hecho algo semejante.

El cóndor y la golondrina escaparon de vestirse completamente de negro. El primero, porque era muy grande, no cupo en el recipiente de pintura. La segunda huyó apresurada de las manos temblorosas de la vieja bruja y quedó como la ves ahora.

La mala mujer tenía un ayudante compasivo. En realidad, este hombre pertenecía a una tribu del lugar y, por ser muy pequeño, lo habían abandonado en la selva. Cuando ella, la del lunar en la nariz de gancho, lo encontró, las hormigas negras lo cubrían en su totalidad y ya le habían comido parte de la nariz y las dos orejas.

Ella soltó una carcajada y le quitó los insectos. Lo llevó a su cueva y lo alimentó con leche de una pantera negra que había perdido a sus crías.
Cuando ella, la patrona, lo mandaba a pintar a los pajaritos de negro, el hombre usaba pintura café con unas gotas de blanco, así los gorriones, tiluchis, perdices y otras aves se salvaron de convertirse en pedazos de carbón voladores.

La vil bruja tenía prisioneros en una estrecha jaula a siete bellos y brillantes pájaros, que eran los que más detestaba por su hermoso colorido. Ellos, se constituían en una sublime muestra de los matices más hermosos del bosque. Como se veían tan lindos, la mala mujer los quería pintar del negro más oscuro, de un azabache como sus ojos, para que nadie los admirara.

Esa tarde estaba muy enojada. Como ya era muy anciana, no podía moverse rápidamente en la cueva (pero volar, eso sí podía muy bien). Al cardenal, solo le pudo pintar el pico, porque brincaba y revoloteaba de un lado para otro. A ella no le gustaba el rojo porque representaba el amor, la pasión y la vida. Al Gallito de la Roca le dio color negro solo en las patas, porque el inquieto pájaro voló por encima de la bruja y la brocha apenas le tocó las extremidades. El naranja intenso hería los ojos de la vieja malvada, esos ojos achinados que solamente estaban acostumbrados a la oscuridad de la cueva. Ella sabía que era el color de la energía positiva y de la alegría.

Dejó de trabajar un momento porque era la hora del té… humm… digo de su poción de alacranes. El amarillo canario expresaba con sus colores felicidad y fortuna.

Este pajarillo despierta inspiración y creatividad, pero a la bruja le provocaba convulsiones.

Un lindo loro guarayo manifestaba con el verde de sus plumas la esperanza y la confianza, dos de los aspectos que más odiaba la malvada mujer, además, este color está asociado a la naturaleza y al crecimiento.

Entre los capturados estaba una gran paraba azul que, con tranquilidad, esperaba el momento de su liberación, su color representaba la calma y la armonía. Para la bruja, este debía ser el tono de la depresión y la monotonía.

El sincero y respetuoso sayubú, de un índigo total, comunicaba a los demás su fantasía y sus sueños de libertad. Palabras que no figuraban en el vocabulario de la desgreñada dama de negro.

Un flamenco de patas lilas y plumas violetas conversaba con su esposa para encontrar la paz y el equilibrio, mientras la bruja batía incansablemente en su caldero los tintes negros de su maldad.

Había pasado ya una semana completa, siete largos días de estar sometidos al cautiverio de la bruja ennegrecida de maldad. Cada noche soltaba, una a una, las aves que había atrapado y cambiado de color. Ellas volaban tristes con sus plumas opacas.

Entre los últimos para recibir el tratamiento tenebroso estaban los pájaros de plumas más brillantes y fueron ellos quienes idearon el plan para escapar.

Una tormenta arreciaba y esto ponía a la bruja de excelente humor. Cuando llovía, ella no trabajaba, de esta manera los pájaros quedaban sin más vigilancia que la del ayudante, que dormía la mayor parte del tiempo, situación que aprovecharon los prisioneros de la jaula 101 para elucubrar y poner en práctica su plan de fuga.

Ayudados por el tucán, a quien la hechicera no consiguió pintar todo el cuerpo porque se le acabó el tinte, los siete pájaros decidieron poner en práctica su propósito.

Con su largo y gran pico, el tucán sacó las llaves de las jaulas que colgaban de un gancho que había en la pared de piedra, cerca de la caja de madera donde lo habían recluido.

Después de abrir su reja, con mucho cuidado y sin hacer ningún ruido, fue abriendo las de sus compañeros de prisión.

Afuera la tormenta amenazaba en convertirse en un vendaval o en un huracán. La bruja volaba entre las gruesas gotas y se sujetaba de los rayos como lianas para balancearse al compás de los truenos estrepitosos, estridentes y amenazadores.

Unas aterradoras carcajadas brotaban de su garganta.

A pesar de todo, los pájaros no se amedrentaron y, aprovechando que la bruja había descendido para comer su puré de arañas ponzoñosas, las aves de la jaula 101 salieron en bandada. Justo en el momento preciso en que el sol salía.

Desde abajo, la bruja pudo ver un arco de colores reflejado en las gotas de agua que todavía quedaban en el cielo. Estaba tan furiosa porque los colores la cegaban que cayó muerta de un infarto.

Desde ese día todos los pájaros lucen su colorido plumaje, con excepción de los que fueron pintados por la mujer de nariz de gancho y que no pudieron revertir el maleficio, pero que tienen también su encanto.

Por eso, después de una tormenta, todos los pájaros con sus trinos vuelven a pintar el cielo de colores.

Glosario
Sucha: buitre negro americano
Mauri: Charadrius collaris
Tiluchi: Hornero
Guarayos: zona Norte del departamento de Santa Cruz
Sayubú: celestino común o celestón

Biografía

Biyú Suárez Céspedes

Nacida en Santa Cruz (Bolivia).
Es profesora de idiomas (N.S.C. de Cochabamba)
Licenciada en Filología Hispánica (U.A.G.R.M)
Diplomada en «Escritura Creativa» (U. EAFIT – Colombia)
Actualmente cursa el Master en Escritura Creativa en la Universidad de Salamanca (España).
Vicepresidente de PEN Santa Cruz, Presidente de la Sociedad Cruceña de Escritores y de CLIJSAN/CONALIJ.
Tiene varios libros de literatura infantil

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