Sátira menipea
Cuando todo parece posible,
luego todo parece imposible.
Sin más…
A tan sólo un segundo de distancia,
ante una indiscernible exhalación involuntaria.
Toda certeza perece en el aleteo cesante de una paradoja,
retórica inquieta, habitante del alma,
como una verdadera polilla metafísica,
busca posarse delicadamente en algún fundamento,
para raer la sustancia espuria que lo abriga,
cuyo apetito desnuda las fibras vibrantes del cosmos.
Entonces podemos atisbar
la solemne indiferencia
del tiempo y el espacio,
fuerzas inconcebiblemente infinitas,
fundiéndose en una filigrana de sangre espesa
como el magma,
reduciéndolo todo a la devastadora dimensión de lo real,
torrente furioso de incertidumbre,
que se expande al ritmo del universo,
hacia la helada oscuridad de la finitud.
Entonces, sin más.
A tan sólo un segundo de distancia,
ante una indiscernible exhalación involuntaria.
-Si piensas en rendirte,
y ya lo has hecho antes,
sabes que dejar de pelear,
cueste lo que cueste,
es dolorosamente peor,
que someterse
al intoxicante veneno
de la auto negación-.
Entonces, sin más.
A tan sólo un segundo de distancia,
ante una indiscernible exhalación involuntaria.
Toda consolación
resuena inútilmente
en una metáfora afónica,
morbosamente
el vacio marcha a su goloso capricho,
poblando el ambiente de a poco,
deleitarse con el espectáculo de la decadencia humana
es su delirio,
ese desolado cinismo patético,
al que recurren los miserables,
para justificar, el seguir respirando,
exudando miedo,
hasta asfixiarse en el abrazo vano del silencio.
Entonces, sin más.
A tan sólo un segundo de distancia,
ante una indiscernible exhalación involuntaria.
-No sabes que hacer…
divagas y te revuelves en círculos,
es lo que te queda,
la terca anáfora,
porque tu retórica banal,
ya no tiene ningún efecto-.
Entonces,
un poema,
unos versos elusivos,
demasiadas palabras,
demasiados pulsos expresivos…
proyectan sensibilidades
para compartir de buena fe,
buscando redención,
ruegan atención a brazo partido,
satisfaciendo la mendicidad del ego,
con energía
para alimentar el musculo de la imaginación,
santo refugio…,
florecen imágenes antojadizas,
fragancias exquisitas,
coronan la inspiración desesperada,
un actor más, en el teatro de la vida,
que afrenta y no enfrenta al público,
con soberbia.
-Entonces, descubres que no eres especial.
Entonces, navegas en un espacio infinito,
pero yermo, como un verso maestro,
arrastrado por la tragedia,
que se revela cual epifanía estética,
trascendida por el ruido histérico
de la belleza industrial,
entre tanto de todo,
tornándose efímeramente excitante,
paradoja del asecho mortuorio-.
Y entonces, sin más.
A tan sólo un segundo de distancia,
ante una indiscernible exhalación involuntaria.
Ese fuego poderoso
en el que todos los elementos se enamoran,
el ardiente apetito por devorarlo todo entre todos,
irradia deseo, energía y luz,
y así sean imperceptiblemente metafísicos,
son visibles gracias a un laberinto de espejos,
que forman y deforman, sin reparo moral,
la apuesta del ser, por volver a la vida.
-Y…, si quizás,
nuevamente,
el amanecer de una conciencia,
que librada al azar de su condición humana,
se marchite y muera sin florecer,
sea el drama insignificante de tu cantar,
recuerda olvidar la luz,
al hundirte en las penumbras amargas
de las estériles pesadillas existenciales-.
Como una luz apagada,
que aun se eleva por las alturas,
con su resplandor moribundo,
atrapado en el tiempo;
la frágil experiencia de la realidad,
es un destello enigmático,
sostenido por la inmensidad,
donde suele extraviarse la razón.
Por ello, esta vez…
A tan sólo un segundo de distancia,
ante una indiscernible exhalación involuntaria,
quizás se despierte la fascinación adicta de la pasión,
y el mundo sea algo más que un patíbulo interminable.
Porque a veces, tras la caricia huidiza de la inspiración,
Se disuelve la desesperación palpitante, que anida en el pecho,
donde el falso sosiego del espíritu, por asirse a la existencia,
sepulta cobardemente un secreto a voces,
el coraje inquietante para contemplar la vida,
en el fulgurante estallido de sus posibilidades,
cual diatriba, en un escrito violento e injurioso…
Biografía
Gabriel Salinas, 33 años, es periodista cultural, ensayista y poeta chuquisaqueño autodidacta. Ha trabajado como columnista del área durante varios años y publicado varios ensayos sobre letras, música y artes visuales bolivianas, desempeñándose también como curador de diversas muestras artísticas e histórico sociales.