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Los martes de Carlos Franck

Maurizio Bagatin

“E forse quel che cerco neanche c’è” – Giuseppe Ungaretti –

Mallarmé no era su poeta preferido, Ungaretti y los surrealistas excitaban su esprit bohemio… y de Mallarmé se inspiró para los martes en su casita en Tupuraya; una de Borges y otra de Bakunin acompañaban nuestros chuflay, una pizza y muchos Derby negros…humo y libros, tos y bestemmie: el neoliberalismo estaba respirando mal, pronto Goni abandonaría el barco y el orinoquense se perfilaba al poder. Carlos, anarquista e intenso, mientras leía El juguete rabioso me decía: es un país imposible Bolivia, rebelde e ingobernable, desde siempre. Nunca se dónde voy pero siempre llego escribió en Costa Rica – fines papeles de fibra de banano y cubierta hecha con cascara de coco – poesías y aforismos de profunda destilación, separando cola y cabeza, extrayendo el puro corazón, coñac añejado como una obra de arte, me decía en sus días tan lucidos, cuando se comía una lasagna acompañándola de un buen cabernet…

El poeta es Carlos, exiliado, desarraigado, apátrida, soñador amante, amigo de todos los locos de la alucinante Chuquiago…el aparapita, el loco, el poeta, el vago, el borracho, el ultimo. Riéndose de mí hurto en la biblioteca de mí pueblo, para él una colección de poesía de su amado Ungaretti, sustraído o mal prestado de la biblioteca, una lectura segura en lugar de miles imposibles…probablemente inútiles…sin amor…sin pasión.
Hijo del viejo Carlos Franck, barón de la goma y buscador del Gran Paititi, Amigo del insigne Priskos y bibliotecario del emperador, recitaba su tarjeta de visita que me pasó una tarde de muchas Huari y unos inolvidables gnocchi al ragú; no le atraía hablar de su pasado, no amaba recordar, seguía soñando a Helena, la de Costa Rica tal vez, la de Troya, todas las Helenas del globo terráqueo, todas las bellezas que en ella se puedan detener: “Oh, Helena/ dame la inmortalidad/ en un abrazo”… «que todo el universo sea para ti porque tú eres todo el universo para mí…”.

El poeta es Carlos, poeta de la honda claridad, así lo describió Edgar Avila Echazú, un poeta que fue su amigo entre bohemios paceños: “…a otro que introdujimos en esa época y que se conoce muy poco en Bolivia, fue a Kafka el que lo leía era Carlos Franck, leímos a Proust a Rimbaud, que recién se lo estaba conociendo”…”La música para mí era fundamental. Nos reuníamos en el cuarto del loco, de Jaime, o en algún otro cuarto, en el departamento de Carlos Franck, donde había otro amigo nuestro que era conocedor de música y lector, se llamaba Ricardo…”

“La vida solo es una anticipada vacación de la muerte” escribió, y de la suya no me avisaron que tiempo después, cuando los martes ya no eran los mismos y Carlos no estaba sentado frente a su biblioteca de Alejandría, imaginando a su amada…“Sé que jamás volverás/ porque nunca has venido…”.

La última vez que compartimos unas copas me recitó a Cesar Vallejo – del cual había publicado un estudio comparativo con la poesía de Neruda – y Trilce salía de sus labios como laberínticas palabras mudas y musicales al mismo tiempo, una melodía solo para oídos libres, solo para quienes reconocen que el silencio es ser uno mismo demasiado tiempo.

Nota: Casi nadie hoy se acuerda de él, y no se sabe de la existencia de Bella por el Cobalto, plaquette poética publicada en Costa Rica, del ensayo Lo clasico y lo romántico (un análisis comparativo de la poesía de Vallejo y de Neruda) y de todo sus artículos publicados en la revista Hipocampo y en Arte y Literatura, en Costa Rica.

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