Preocupa que existan voces, principalmente de ciertos actores políticos, que propongan anular o dejar sin efecto la convocatoria a elecciones vigente, para abrir un nuevo proceso bajo dos criterios centrales, el derecho de los nuevos electores y la salud, postura que considero errónea en base a los siguientes fundamentos:
a) Llevar a este maltrecho país otra vez a la tortura de ver el show de las peleas internas en los partidos por curules, de las candidaturas aventureras y de las oscuras tranzas, sería un acto de sadismo político que resquebrajaría aún más el sistema, además ya aterrorizado por el virus. La política y la resolución de conflictos relacionados al interés común responden, en gran medida, a las percepciones y emociones de la gente, imponiendo un compás de racionalidad distinto, lo que debe ser tomado muy en cuenta ya que extender este excesivamente dilatado trance puede infringir una sobrecarga con efectos imprevisibles.
b) El debate sobre los derechos políticos es, en mi concepto, falso, pues en primer término, el derecho a elegir esta ya garantizado, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) ha manifestado públicamente que abrirá el padrón para nuevas inscripciones. En cuanto al derecho a ser elegido el debate incluye otros elementos muy diferentes, pues a diferencia del derecho a votar que es obligatorio, éste es un derecho enteramente voluntario, es decir, que en este caso, supondría, a lo sumo, una posible vulneración a un derecho subjetivo, es decir, concreto, correspondiente específicamente a quienes quieran postular y activen los mecanismos para hacer valer ese derecho, no a todo el universo de nuevos ciudadanos que ingresan a la arena política, siendo la vía procesal correspondiente la del amparo y no la de cualquier otro recurso en el ámbito del control normativo.
Por otro lado, los derechos son interdependientes, es decir, conexos, que el derecho de uno termina donde termina el derecho del otro, lo que trae a consideración también las prerrogativas de los candidatos ya propuestos e inscritos por los partidos en el proceso electoral en curso, quienes tienen ya un derecho subjetivo adquirido y además confirmado por el principio de preclusión de las diferentes fases electorales, elementos que se deben discutir, como se tiene dicho, en el marco de las acciones de tutela y no del control normativo que pretendería anular en su integridad la actual convocatoria para abrir espacio a una nueva, con todo lo que ello implica.
Quizás durante al anterior gobierno, la presión sobre los tribunales extraía de ellos y con tirabuzón los más inauditos fallos y por las vías procesales más irrisorias, pero eso tiene que parar, tanto los juristas que demandan como los jueces que resuelven, deben evitar la manipulación de los procedimientos y devolver al sistema judicial la dignidad perdida, sin judicializar la política ni politizar la judicatura.
c) Sobre el derecho a la salud y la vida, indiscutible, son prioritarios, pero ello podría justificar postergaciones, pero no anulación de la convocatoria electoral en curso.
d) ¿Y de que serviría una nueva convocatoria? De nada, pues poco cambiaría en los hechos, y la abstracción de “reconducir” el proceso a derecho puede ser un criterio jurídico procesal válido pero de ninguna manera un factor político que es lo que ahora necesitamos, que es lo que hoy importa; por otro lado, la ilusión de «nuevos actores» es por demás ingenua, los líderes y mesías no se recogen de debajo de las piedras y catorce años de concentración del poder y de una forma de hacer política vertical y altamente caudillista han anulado los posibles nichos de generación de nuevos liderazgos, no existe una veta o un espacio, ni siquiera distinto, sea cultural, sindical, artístico del que pudieran emerger, en escasos meses, nuevos líderes con posibilidades políticas reales. Quizás el verdadero motivo sea el de ganar tiempo para que ciertos partidos intenten recuperar espacio perdido, pero eso va más allá de la intención de este escrito.
e) Finalmente, quizás lo peor, de producirse esto, tenga el lector por seguro que las peleas intestinas se darán, como siempre, en el ala democrática, lamentablemente plagada de angurrientos, quienes quizás con la emoción de al fin encontrar un espacio para una participación antes restringida, echaran mano de buenas y malas artes para hacerse de un espacio en las planchas, pugna que solo favorecerá al MAS, partido que por su conformación autoritaria y vertical, queda al margen del desgaste natural producto de la democracia partidaria interna, acatando sin mayor resistencia lo que se decida en sus esferas decisorias, mientras sus oponentes se quiebren con afán el cogote, todo por mendrugos.
No caigamos en este peligroso discurso y recalco, el derecho a la salud y la vida pueden justificar postergaciones, las menos posibles, pero no la anulación del proceso en base al cálculo político de unos cuantos…
Iván Arandia es Doctor en Gobierno y Administración Pública.