Viviana Gonzales
Por las tardes me siento en las afueras del miedo
y espero el tren doscientos ochenta y cinco
en ocasiones el fango no me deja
levantar los pies
subir en la espesura del tiempo
y resguardarme [cobija en mano]
en el vagón primero.
Las ventanas de mi rostro
esperan su limpieza con los dedos
hay un charco de lluvia a las cuatro
un pez multicolor se desliza
río abajo
abro la boca
el pez se adentra salado en mi lengua
¡pecesito solitario!
Las paredes del miedo miden
llantos de alto, odios de ancho,
el hombre se cae
desde el piso doce de la calle Dorant
tiene el pecho atravesado de cuchillos
[así marca el pasado su existencia]
Un suicido colectivo de morsas
desde la bruma celeste de mi memoria
creo que poco más puedo decir
mientras trago peces como serpientes
como dagas punzantes
como cuchillos
alfileres plateados.
Un día también pude ver un tigre a los ojos
el aleteo de los cisnes
un suave deletreo
el nombre de las hojas.
Hay formas de no escalar paredes
[si no quieres
de preferir la tarde
[sin lluvia
de no mojarte en los charcos
de aceptar la vida.