La sociedad boliviana esta fracturada, rota, no se si irremediablemente, pero en todo caso la fractura es de mucha gravedad. No podemos negar esa realidad. La sangre derramada y las expresiones de odio no se pueden mentir, estamos muy cerca de una guerra civil, de baja intensidad, es cierto, pero guerra civil al fin.
Quizás algunos piensen que es una exageración, no lo es. Tomando en cuenta que es el mismo gobierno el que esta detrás, promoviendo la violencia y exacerbando la belicosidad de sus seguidores. Ese mismo gobierno que tiene el control del estado, que a su vez tiene el monopolio de la violencia y maneja la plata de los bolivianos.
Se han abierto viejas heridas, que creíamos cicatrizadas, y se han producido nuevas. La ambición desmedida del usurpador, su angurria de poder y la personalidad esquizoide que lo caracteriza, nos ha llevado a una espiral de violencia que ojalá se pueda detener. De todas maneras, el daño está hecho y el culpable es Evo Morales y la organización criminal llamada MAS.
El racismo del dictador y sus secuaces es inocultable, a pesar de la millonaria y fraudulenta propaganda gubernamental. Ya no es suficiente tachar de racistas a los cambas, ahora lo somos todos los ciudadanos que nos oponemos al impresentable impostor. Esa mentira ya no funciona, la gente ya no les cree. El discurso oficial lleno de odio, solo convence a sus sicarios.
Santa Cruz es la esperanza. Llevo dos semanas varado en esta ciudad, desde el comienzo del paro. No he visto ni una manifestación de odio racista, excepto los lamentables incidentes protagonizados por masistas desesperados y rabiosos. A pesar de que el pueblo cruceño tiene razones para sentirse agredido, no ha reaccionado con violencia, puedo dar fe de aquello.