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Tu ausencia / Alex Aillón Valverde

La vida

La vida es lograr cosas que en las manos se evaporan. Nuestras mayores victorias son a la vez nuestras mayores derrotas. El primer beso anuncia el ocaso del deseo. Toda declaración de amor es —sin quererlo— una declaración de guerra. Todo día ganado a la sobriedad es la caída de un ángel. Todos somos unos imbéciles hasta que no demostramos lo contrario. Toda palabra bien pronunciada contiene el germen del silencio. Todo silencio bien entendido contiene el infinito peso del infinito. Toda melodía es la antesala a la locura. La locura es la melodía que hace volar los sueños. Toda estrella es una fogata que ha declinado su luz hace millones de años. Toda luz es una fogata que ha engendrado una estrella hace millones de años. Toda esperanza se quiebra ante la atroz imposibilidad de lo permanente. Lo permanente no es una imposibilidad para la esperanza. Toda mentira es, en realidad, toda la verdad. Toda verdad es, en realidad, toda una mentira. Toda la humanidad es un rebaño de nubes. Todas las nubes son un rebaño de ovejas. Las ovejas no creen en Dios. Dios tampoco cree en sus ovejas. Todos los besos esconden una traición. Toda traición esconde una pureza. Toda pureza esconde el rastro del amor. El amor se esconde porque quiere asustarnos. Nos asustamos porque no encontramos al amor. La claridad es más clara tras la neblina. La neblina se expande sobre un lago que nunca veremos y que es dónde nuestra vida amansa la crueldad de sus fantasmas. Nuestros recuerdos se pierden para que nosotros podamos al fin perdernos. Nuestros recuerdos son la medida de todo nuestro olvido. Somos pequeños momentos, alegrías, lágrimas arrebatadas a los días. Los días son momentos, alegrías, lágrimas arrebatadas a la muerte. La muerte es lo que hace que seamos humanos y no dioses. La muerte es lo que hace que seamos verdades y no mentiras. La muerte es una sorpresa que nos anuncia la vida. La vida es lograr cosas que en las manos se evaporan. La felicidad existe y se encuentra en la esquina esperando el próximo bus. La felicidad se enreda en nuestro pelo esperando siempre hacernos una nueva trenza. La felicidad de estar solos existe, pero es mejor estar juntos. La tristeza existe y es la tristeza de no saber más de ti. La tristeza existe y es la alegría de saber que vives, que respiras, que no has cesado. La tristeza y la felicidad existen y son como una lluvia perenne que cae con las maneras de la eternidad. La tristeza es la tristeza y punto. La felicidad es la felicidad y punto. Pero un beso es mucho más que un beso. Una lágrima es mucho más que una lágrima. Una amistad es mucho más que una amistad. Una palabra es mucho más que una palabra. Un deseo es el universo comprimido. Un año es mucho más que un año. La vida es lograr cosas que en las manos se evaporan, se deshacen, se pulverizan, pero cosas que al final, valen la pena.

El odio que te tengo

El odio que te tengo es capaz de pulverizar montañas, de secar mares, de cambiar el curso de los buses. Es un odio sincero, a la altura de gente como nosotros. El odio que te tengo es tan odio que es un odio al que no puede acceder la gente común, que también odia. Al final, todos tenemos derecho a odiar, pero mi odio es diferente. Mi odio es, de lejos, mi mejor arte. Odiar puede parecer fácil pero es un arte extremo, es algo que se aprende tras largas temporadas en el infierno, buscando amor en avenidas desiertas empapadas de tristeza bajo lluvias de fuego. Fácil es querer, fácil es amar, fácil es pensar en la limitada armonía de las cosas porque nos hace creer que somos buenos y la bondad es un sentimiento miserable y mentiroso. Estúpido es decir “te amo” y esperar que te crean. Odiar en cambio, te acerca a lo monstruoso, te enfrenta a lo siniestro, a lo sucio, a lo espantoso de ser quien eres. Te hace saber que eres, también, malditamente humano. Un murciélago ciego en busca de su caverna en la desolada extensión de la noche y la palabra. El odio es eterno, el odio procura la locura. El odio enfrenta la frustración de no poder retener eso que llamamos amor, entonces lo mejoras, lo superas, lo odias. Odiar es de lejos un sentimiento contradictorio, pero eso es lo que somos, también. Odia y serás libre. Odia y vencerás. Odia y caminarás directo al infierno. Ódiame por piedad yo te lo pido, es el grito desamparado de los amantes frustrados. Los amantes odian más y mejor, es el amor en su estado puro. Mientras más profundo es el amor, más profundo es el odio. Si te amo y no te puedo retener, pues te odio y ese odio perdurará más allá de nuestra carne y la ternura que hoy te tengo. El odio que te ofrezco es la llave del infierno, no del paraíso; es la llave de una cantina no de la iglesia; es la llave del heavy metal no del pop; es la llave que da al otro lado de la puerta antes de que empiece el apocalipsis que acabará con el mundo y no podamos ya recuperarnos. Abraza este sentimiento que es tan puro como el alcohol y el silencio. No lo rechaces y no dudes de él ni siquiera un segundo: el odio que te tengo, es el odio que te mereces. Te odio.

Tu ausencia

Tu ausencia puede ser muchas cosas. La ciudad que de pronto se vacía. El gato que me mira de maneras más bien inexplicables, rencorosas. Mi repentino afán por la limpieza. La manera en que la gente murmura por las calles mientras me ve pasar. El viento que hace volar polleras, tranvías, casas, ojivas nucleares. El viento que es del color de tus ojos tus ojos que no tienen color, ni tiempo, ni medida. Tu ausencia puede ser muchas cosas. Detalles inmensos y pequeños. La forma despiadada en que el espejo anuncia tu vacío. La nostalgia de tu mano atravesando la soledad de la mía. Todo eso, puede ser. Sin embargo, un bibliotecario ciego describió la ausencia como una cuerda que rodea la garganta. Déjame decirte que la tuya comienza a apretar, fuerte, hasta la asfixia.

El impostor

Si a veces escribo cosas bonitas no es porque me guste este mundo. No, este mundo apesta. Hay injusticia, muerte, soledad, locura. Gente cruel, gente torpe, gente vacía, gente que no ama. Hay días en que podría pulverizar el planeta entero sin que me tiemble la mano. Y no lo hago porque, sencillamente, soy un impostor. Me levanto todas las mañanas, me miro al espejo (si hasta doy pena), elijo mi mejor máscara y salgo a la calle a sonreír a los payasos y a dar de comer a los cuervos. Luego, regreso a casa, escribo un par de tonterías y me recuesto a ver como se extingue la vida, lentamente, sin sentido, como mis palabras.

(Tomado de la Antología de poetas bolivianos contemporáneos, edición de Homero Carvalho Oliva, publicada en Madrid, España, por la Editorial Amargord en el año 2017. Una selección que cumple el propósito de difundir la poesía boliviana en el exterior).

Alex Aillón Valverde nació en Sucre, Bolivia, en 1969. Ha publicado los siguientes títulos: Para leer al Pato Donald desde la diferencia; Pop y otros escritos; y 4000. Revolución es su nuevo poemario bajo el sello de Editorial S. Aillón Valverde es periodista y comunicador social. Ha vivido y trabajado en Ecuador, Estados Unidos y Bolivia. Gestor cultural, catedrático. Ha sido reconocido con el Premio Nacional de Cultura Eduardo Abaroa el año 2013 y con el Premio Juana Azurduy en Poesía. En la actualidad es editor del suplemento cultural Puño y Letra del periódico Correo del Sur de la Capital de Bolivia y colabora con The Clinic de Chile. También es Director General del grupo Ciudad Idea.

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