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¿Estamos sin salida?

El momento crítico en Bolivia es el efecto de una acumulación de disputas sobre el sentido de la democracia. Para el MAS, un proceso de igualdad material y justicia social sin límite temporal. Para la oposición, un sistema en que los partidos de gobierno pierden elecciones o un mecanismo de alternancia en el poder con límite temporal.

Disputa que ya se salió de control con la pérdida de dos vidas en Montero. ¿Estamos sin salida? Dos variables pueden ayudar a comprender el laberinto: las estrategias discursivas de los actores políticos y cívicos del campo opositor y el oficialismo; y el tiempo como continuidad pasado-presente-futuro, y recurso que regula el poder para incidir en los comportamientos políticos.

Las estrategias discursivas de los actores del campo opositor – básicamente comités cívicos departamentales y Comunidad Ciudadana (CC)- coincidieron en la demanda de una segunda vuelta, pero luego no hablaron el mismo idioma. ¿Cómo entenderlo? La renuncia de Morales y de los vocales del TSE más nuevas elecciones en el mes de diciembre, constituyen, sin duda alguna, una radicalidad discursiva que se explica desde el malestar ciudadano con la clase política gobernante como fenómeno global -ejemplo Irak y Chile-.

En este contexto, el Comité pro Santa Cruz ha ganado terreno porque la ciudadanía se ha politizado y ocupado las calles donde los jóvenes son protagonistas, con la arista de que la fe religiosa es un factor cohesionador.

 La estrategia discursiva de CC ha sido dubitante, ¿calculadora? Sin embargo, en su condición de segunda fuerza política su línea de acción puede ser determinante para buscar una salida institucional a la crisis política: ¿nuevas elecciones o segunda vuelta?

La estrategia discursiva del MAS es negadora de la alternancia y toma a la justicia social como la verdadera democracia. Empero, el racismo vuelve a tomar fuerza en su relato crítico hacia la oposición, más la declaratoria rimbombante de que el país será un campo de batalla ante la amenaza de un golpe de Estado dirigido por el imperio, busca invocar el 2008 mediante categorías políticas ya caducas en el 2019 y perdidas en el tiempo.

Ahora bien, la demanda por el cumplimiento de las reglas de juego ha calado en todo el país para equilibrar democracia política con democracia social, recuperar la confianza en el TSE y regular el comportamiento político de los actores políticos e institucionales acorde a los tiempos establecidos por normas.

No obstante, la indistinción institucional de la triada Estado-gobierno-partido sugiere ribetes de autoritarismo porque la transmisión de autoridad desde el ejecutivo no tiene límites, por ello el relato de la independencia de poderes y defensa de derechos políticos individuales -respeto del voto- es tomado con ignominia. ¿Cómo salir del entuerto? Primer paso: actores políticos y cívicos no se nieguen y se reconozcan en un mismo espacio-tiempo. Segundo: no lo sé.

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