Quizás recuerde usted el fantástico documental Our brand is crisis (Nuestra marca es crisis) divulgado en 2005 y también su mediocre extensión ficcional bajo el mismo nombre, estelarizada por Sandra Bullock, diez años más tarde. La actriz interpreta el papel de Jane Bodine, una consultora política estadounidense contratada para los comicios de 2002 en Bolivia. En el filme, sus colegas se burlan de ella colocándole el apodo de Calamity Jane, que evoca a una pistolera de Missouri, cuya presencia encendía el terror entre los nativos norteamericanos durante la segunda mitad del siglo XIX.
A pesar de la mala fama o quizás a raíz de ella, la Bullock resulta decisiva para que el último candidato neoliberal de un país ya plenamente volcado a la rebelión obtenga el último pírrico triunfo electoral de aquella corriente ideológica. Fue casi un milagro y quizás por ello el caso se estudia en las escuelas de marketing político.
La comparación de los actuales comicios con aquella elección “parte-aguas” de 2002 resulta sugerente. Carlos Mesa, como Manfred Reyes Villa, en aquel momento, salió al cuadrilátero como el favorito. El optimismo inundaba a sus seguidores. El MAS decidió entonces aplicarle la misma táctica de Calamity Jane: inflar al único aspirante capaz de quitarle votos y tumbarlo en la lona. En 2002 fue Evo, ahora se llama Óscar Ortiz.
Los estrategas “calamitosos” de Goni tuvieron que haberle pedido a míster Manuel Rocha que lanzara aquel regaño visceral a los votantes bolivianos para que no voten por el cocalero. Apenas estalló la bomba del embajador, el MNR en pleno se puso a soplar para que la noticia surcara todas las aguas y provocara el desbande planificado entre los electores de Reyes Villa. El golpe tuvo un claro impacto: Evo se levantó de su 8% y escaló hasta el 22. Goni acababa de ganar la elección, pero sólo para perder su presidencia. La revolución ya era imparable y él mismo había lanzado un fósforo sobre la pradera amarilla.
Calamity Evo está desplegando ahora una táctica similar. Mientras más crezca Ortiz, más cae Mesa, pero él queda intacto. La oposición se estrangula para adueñarse del menguante electorado del 21F. De su lado, lo que el MAS hace es sencillamente campaña, ni más ni menos. Nada que reprochar a la astucia de sus estrategas.
Al no haber un míster Rocha como en 2002, Calamity ha recurrido a la ultraderecha de Miami. Su sustituto es el escritor Emilio Martínez, el uruguayo cruceño, que acaba de denunciar los desembolsos que el MNR habría hecho a PAT para adquirir la candidatura de Mesa, un hecho no contemplado en el guion de Our Brand….
Pues resulta que Martínez presentó uno de sus libros en 2015 en la ciudad de Miami. El patrocinio fue del Instituto Interamericano para la Democracia (IID, por sus siglas en inglés), cuyo director ejecutivo es el exministro de Goni, Carlos Sánchez Berzaín, quien le hizo varias preguntas al autor durante el acto. Calamity se alía entonces con el estratega de la Masacre de Octubre.
Hasta aquí puede aducirse con serenidad que la pócima urdida por los asesores gringos de Goni no tiene por qué ser efectiva 17 años después. En efecto, nada garantiza que la receta siga funcionando, más aún si ya estamos prevenidos sobre su uso extemporáneo.
Con quien no contábamos en este relato es con Carlos Calamity Alarcón. El abogado de Mesa ha salido a defender el secreto bancario. ¿Por qué? Porque los estrategas de Miami y Santa Cruz publicaron 53 boletas de depósitos bancarios que probarían el pago hecho por el MNR a Mesa, entre 2002 y 2003. Para Alarcón, la divulgación de esos documentos es un delito. Quizás tenga razón, pero lo que él acaba de hacer es políticamente suicida. Al decir que la información aquella debe reservarse la está convalidando. Todo un principiante.
He revisado las boletas de depósito, casi todas ellas del Banco Nacional de Bolivia. ¿Qué prueban? Que había más de 800 mil dólares circulando internamente en PAT entre 2002 y 2003. La plata va de sus empleados a la empresa en la que trabajan o de empresas satélites de PAT a PAT.
La profusión de transferencias pequeñas y medianas da para pensar en un “pitufeo” (encubrir desembolsos grandes con micro entregas), las fechas dan para pensar en qué se usó dinero del gobierno (Goni y Mesa ya estaban al mando), uno de los cheques por una cifra ridícula parece conducir al yerno de Goni…
¿No era mejor que Alarcón se ponga a ridiculizar la documentación de Martínez en vez de confirmar las sospechas? Todo hace pensar que el teléfono de Sandra Bullock volverá a sonar pronto.
Rafael Archondo es periodista.