Daniel Mollericona
Ya sea que haya sido un pataleo aislado de Zúñiga, un show armado por Arce o un intento de la derecha, creo que está claro que el miedo, el pánico y la desesperación nos acompañaron por unas horas. Estas emociones abrieron las grietas de eventos previos y encendieron la imaginación hacia posibles distopías dolorosas.
Nunca juzgaría la pasión política de las personas que se encendieron en debates de WhatsApp u otras redes sociales. Al final, el compromiso y las pasiones han generado los cambios más importantes de los últimos siglos, entre ellos, la democracia. Sin embargo, es necio negar que esas mismas pasiones pueden enceguecernos y encender esa pequeña chispa que inicia los ciclos de violencia. El ataque a los otros por sus ideas, asumir posiciones y, poco a poco, apoyar la desinformación y la polarización, son recetas para el desastre.
Vendrán los juicios, vendrán las teorías, desde las más conspirativas hasta las más «objetivas». Vendrán, pero nosotros no deberíamos irnos. Deberíamos quedarnos, poner los pies sobre la tierra, ser cuidadosos y aportar siempre a las salidas pacíficas y despolarizantes.
Podemos condenar lo que pasó hoy toda la vida desde el lente político que tengamos, pero lo importante es que sea una oportunidad. Una oportunidad para afirmar nuestro compromiso con los valores democráticos y pacíficos, y para prepararnos mejor si un evento así se repite, evitando la violencia. Un compromiso para que los que vienen después de nosotros no tengan miedo, pánico ni desesperación.