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Yo firmo

Es triste que a un país se lo reconozca por el mal funcionamiento de su justicia. El dicho “cuídate de la justicia boliviana” es vergonzosamente cierto. ¿Quién quiere caer en una de sus redes? Ni un caso sencillo de sucesión de herencia, ni un conflicto penal mayor, pueden resolverse con sensatez. ¿Qué pasa?, ¿por qué es tan disfuncional el sistema jurídico?

Sabemos que el asunto no es nuevo, la ineficacia ha trascendido el neoliberalismo y el populismo con igual soltura. Incluso se podría ir más atrás. También es cierto que hubo iniciativas sugerentes, y otras tan torpes que sólo profundizaron el problema. El caso es que estamos mal.

En la actualidad parece que hemos tocado fondo -ojalá, porque sabemos que siempre se puede estar peor-. A diario vemos noticias escandalosas que muestran cuán podrido está el sistema judicial. Peor cuando se ha instalado un régimen hegemónico que tiene la vocación de controlarlo todo; la justicia no se le escapa.

Siempre fue un desastre, insisto, pero hoy el sistema jurídico está peor que nunca: depende del humor de los gobernantes, de sus rencillas, de sus intereses. Un claro ejemplo es el indignante “caso Golpe” que ha permitido desempolvar la horrible figura de los “presos políticos”, que creíamos haber enterrado con las dictaduras de los 80. Se crea una ficción a conveniencia, se hace calzar la realidad montando una narrativa con verdades a medias, y se construye culpas y culpables. Lo decía con ternura la hija de un amigo que a sus dieciocho años salió a defender la democracia en el 2019: “¿cuándo pasé de ser una luchadora por mis derechos electorales a una golpista?”. La respuesta es cruel: cuando el gobierno, apoyado en la justicia, así lo decidieron. Debo decir que hasta hoy no he encontrado un argumento decente que defienda la teoría del golpe, sólo la respuesta cínica es la más convincente y hasta honesta -pocos se atreven a decirla en público, pero saben que es cierta-: es eficaz, y en política eso es lo que cuenta.

Es una verdad de Perogrullo que el gobierno, que se dice de izquierda, manda a la cárcel a quien le da la gana saltándose todas las normas. ¿Puede haber algo más antidemocrático? En democracia la justicia no puede depender del interés del gobernante. Poco importa su popularidad, su posición, su resultado electoral, sus aciertos o errores. Simplemente democracia es independencia de poderes, o no es democracia.

Por eso aplaudo y saludo la iniciativa de juristas independientes que están impulsando una Reforma Judicial. Es un poco de aire fresco en el cochinero de la política actual que está en su momento más oscuro. Se puede decir mucho al respecto. Primero, se trata de una iniciativa que intenta sacudirse de la dinámica del campo político; en vez de tener un partido atrás, se trata de ciudadanos genuinamente preocupados por el destino de la nación. Además, el propio proceso de su elaboración ha pasado por etapas con la participación de muchos sectores; se empezó por un diagnóstico objetivo del estado de la justicia identificando los principales problemas, le siguió la redacción de una propuesta de reforma, luego se la inscribió en la instancia respectiva y se prosiguió con la campaña para recolectar de firmas.

El contenido de la propuesta de Reforma Constitucional tiene tres ejes: lograr jueces independientes, fortalecer el presupuesto para hacer una justicia más eficaz, y revalorizar la justicia indígena e instituir Jueces de Paz cercanos a la población que resuelvan con imparcialidad los problemas. En estos tiempos egoístas y mezquinos -diría Fito-, existen pocas iniciativas tan transparentes, participativas y pertinentes.

Antes de concluir, unas palabras para Juan del Granado, impulsor entre otros de la iniciativa. Juan es una de las personas que más ha aportado al país desde distintos ámbitos. Estuvo al frente del juicio contra uno de los dictadores más poderosos y logró que se vaya a la cárcel. Dirigió la alcaldía de La Paz que la recibió moribunda y la entregó íntegra, como un ejemplo de institucionalidad. Convirtió al municipio en la mejor instancia de servicio público, un ejemplo de gestión, imprimió una vocación del trabajo por la ciudad con honestidad y pasión. Finalmente supo renovar liderazgos permitiendo continuidad en democracia, sin forzar normas y leyes, sólo con visión y pertinencia. Hoy Juan, al lado de otros colegas y como parte de un colectivo, nos regala una pequeña luz. Se agradece.

La propuesta de Reforma Constitucional que tiene que sortear vallas de varios frentes, es una oportunidad para mejorar nuestra convivencia y nuestra democracia. Ojalá que el país responda a este llamado, que puede ser el último antes de la catástrofe hacia la que nos dirigimos con ciego entusiasmo. Yo firmo, pongo el nombre, y pongo la esperanza.

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