Las elecciones del 17 de agosto se llevarán a cabo en medio de nuevas amenazas cotidianas, las encuestas y los foros quieren ser los factores más influyentes e importantes que el mismo ciudadano, los candidatos despliegan unas campañas desabridas que evitan una relación más directa con el elector y el coyunturalismo de sus propuestas es patético.
La peligrosa conclusión de que con la sola realización de las elecciones se viene poco menos que el paraíso es cerrar los ojos a la realidad, pues de no mediar algún suceso excepcional, lo que se vislumbra es la prolongación de la crisis antes que la estabilidad.
Las encuestas sobre la preferencia de los ciudadanos respecto a tal o cual candidato, en lugar de dar claridad han plantado la estaca de la duda sobre el futuro.
Los contendientes ubicados en los primeros puestos están técnicamente empatados con magros porcentajes, una tercera fuerza casi en la insignificancia y los candidatos oficialistas en caída libre, de tal modo que, si se cumplen estos pronósticos, el parlamento estará tan pero tan parcelado que surgirá la necesidad de encontrar consensos impensados, a riesgo de que si no se lo hace, la calle será el escenario de las definiciones.
Una victoria en primera vuelta es impensable, salvo que estén tan equivocadas las encuestas y de pronto se den sorpresas que pateen el tablero armado tan cuidadosamente por comedidos padrinos más interesados en hacer negocios personales que en construir el destino de Bolivia. De no suceder esto una segunda vuelta definirá quién será el futuro presidente que emergerá de la oposición conservadora.
Esta posibilidad esta favorecida porque día que pasa los candidatos de las fracciones masistas se desdibujan hasta casi quedar borrados del mapa político electoral, el tiempo de los poderosos movimientos sociales ha llegado a su fin como sucedió con los partidos políticos el 2003, empero a diferencia de lo sucedido con el MNR o el MIR, cuyas dirigencias y militancias no dieron batalla y aceptaron su caída con cobarde resignación, una de las fracciones del MAS, pese a su inevitable fin, promueve actos conspirativos y antidemocráticos, que deberían obligar a esa oposición conservadora a afinar su estrategia política con el fin de defender el voto ciudadano y los resultados que surjan de las urnas.
Las encuestas anuncian el crecimiento de los votos en blanco, nulos o indecisos en un 34.1 %, frente al 21.5% del más favorecido de los candidatos, lo que inquieta y genera dudas sobre los resultados finales, a la par sirve para que los perdedores del poder político traten de ilegitimizar al futuro gobierno. Suponer que esos votos serán captados mecanicamente por los primeros en las encuestas es una apuesta sin fundamento.
Los probables bajos porcentajes que obtendrán los ganadores en las urnas les dará legalidad más no legitimidad lo que debería obligarles a buscar salidas políticas que refrenden su eventual victoria frente a las amenazas.
Por ello no es casual que el chapareño haya convocado al voto nulo con el fin de descalificar los resultados electorales y pueda seguir en su afán de recuperar el poder político por cualquier medio. Ningún contendiente electoral ha prestado atención a esta incitación, cuya su intención es convertirlo en un mecanismo desestabilizador de los resultados electorales y objetador de cualquier triunfo en las urnas.
Esta pretensión debe ser respondida políticamente porque es abiertamente conspirativa y debe ser frenada desde ahora con propuestas que den una mínima seguridad al futuro gobierno y a la ciudadanía.
El momento es ideal para que la iniciativa sea retomada por la oposición articulando alianzas inteligentes más allá de lo puramente electoral y se agrupe en torno a un programa mínimo e irrenunciable para todos, sin que ello implique renuncia alguna de sus candidatos.
Deberían dejar en claro desde ahora que las amenazas antidemocráticas serán confrontadas con energía, una alianza para la defensa de la democracia no es sometimiento a fracción alguna es creación de nuevas ideas, tienen la obligación de proponer una agenda que apunte a lo fundamental con debates orientadores y sustanciales, la presencia mediática de los actores debe estar sometida al interés ciudadano, deben vislumbrar que en la gestión de gobierno serán eficaces y consensuadores, con operadores duchos en la negociación y firmes en la ejecución de acuerdos, la improvisación debe ser extirpada de la función pública.
Los revoltosos y corruptos no dejarán de conspirar, el gobierno futuro tendrá que responderles con la energía que le permite la constitución y las leyes y retomar una conducta seria y reflexiva en la toma de decisiones, no se trata de imponer una línea ideológica sino resolver los acuciantes problemas que afectan a los bolivianos con acciones pragmáticas alejadas de cualquier dogmatismo.
Ante esta amenaza los candidatos tienen la obligación de tomar medidas para evitar se produzca la consolidación del voto nulo, no supongan que asistiendo a foros elitistas los indecisos votarán a su favor, hagan el esfuerzo de lanzarse con todo en busca del voto del campo popular, hagan política en serio, pringuense de pueblo