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Volteretas para atrás

Miguel Sánchez-Ostiz

De todos los de este encierro, el de hoy ha sido el día más pesado: más adormilado que ningún otro. Dando vueltas por los cerros de Úbeda, paseando por Trebizonda, a la caza de musarañas de papel, huyendo a parado de la fuesa… Aparte de los aplausos de las ocho, aquí no se oye nada, como si las viviendas estuvieran vacías. No lo están. Son gente mayor. Alguno tal vez haya huido a tiempo a su pueblo de origen. No sé. No los veo. Ayer leí que los bomberos se aplican a abrir puertas de muertos en soledad.

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Parábola de la soledad

Alguien está solo en su lecho
Y corre a su muerte
Desnudo como Dios
Al encuentro de sí mismo.

Leo a Humberto Quino en libros que traje conmigo de varios viajes a Bolivia: Parodias, invenciones y otras blasfemiasSumma poética (1978-2011)… Leo a salto de mata, como todo en estos días de encierro, en la que ni vida ni muerte se han detenido. Echo en falto sus explosivas carcajadas, su humor feroz y corrosivo, los tragos de agosto de 2017 en el Café Ciudad, café verde, luz de crimen. Somos coetáneos, algo que comparto con otros escritores bolivianos, somos población de riesgo. Lo considero un gran poeta en la hoyada paceña, al pie del Illimani, entre sus libros, en su tronera desde la que dispara contra el régimen caído y los timadores de las iglesias rebaña pobres. Para mi gusto el mejor de todos, pero esto nada quiere decir.

* Los días de encierro forzoso en que iba a hacer y no hago. Ordenar papeles, sí, los cuadernos de viaje, las fotografías, los trabajos que me traía entre manos y parecían no admitir aplazamiento… todo va quedando donde estaba, en un punto muerto, cada día más lejos.
Sigo con Quino en Libertino/Libertario, en invocación de Jaime Saenz:

         Qué pasará con sus cosas,/ Qué pasará con sus muebles,/ Qué pasará con sus libros./ Es un hombre ya viejo, / Con un pie en el sepulcro / Y el otro en el burdel./  Y tiene papeles: parece que escribe/ Qué pensará/ Qué sentirá/ Cuál su secreto y su espanto.
         No va ni viene,/ En realidad vive entre cuatro paredes./ Es un hombre raro: un inocente de día,/ Un crápula de noche,/ En fin, un condenado. / Alguien que lo vio en las calles,/ Se puso a temblar,/ Arrastraba los pies y torcía los ojos;/ Miraba con odio/ Y la cabeza le bailaba sobre los hombros; Maldecía y escupía con locura./ Dicen que su padre era sombrerero / Y su abuela una bruja; Mejor no meterse con semejante engendro.

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           * Por mucho que hurgues en él, tienes la sospecha de que estos días son una despedida en toda regla del pasado, como quien se despide del mar mayor. Conrad, viene en mi ayuda, en Lord Jim, cuando habla de aquel personaje para quien sus días de andar errante habían terminado. Andar errante, viajes, estancias… Lo que venga cuando esto acabe es al menos para mí una incógnita completa. ¿Una nueva casa en un paisaje nuevo cerca del mar? ¿Un viaje que sé sería último al Ande, a los cerros de Cingolani? ¿Valparaíso? ¿La Pampa de Soriano donde nació mi abuela? Lo conciertos para violín de Bach son la compañía de este viaje, los que suenan en este Adolfito, tan condenado al naufragio en el Ukalali como cualquier otro sueño de cordura.

            * ¿Serán de verdad estos días de reflexión, de balance, de ejercicios forzosos de paciencia y benevolencia, o ese clima pacificado a la fuerza no es sino un espejismo condenado a esfumarse? No soy adivinador del porvenir y como acabo de decirle a un amigo, la incertidumbre es la certeza de estos días.

             * No hay paréntesis que valga, esto es un derribo… Liquidación por derribo: no tenía ni repajolera idea de lo que eso era cuando publiqué ese libro. Andaba por la cincuentena, ahora voy de cabeza a la setentena. No es lo mismo.

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