Blog Post

News > Etcétera > Viaje alrededor de Italia (Segunda parte)

Viaje alrededor de Italia (Segunda parte)

Maurizio Bagatin

En Sciacca comí el helado de pistacho más rico del mundo, de ahí el viaje prosiguió. La tierra arde, mejor acercarse al mar, de una playa cerca de Mazara del Vallo puedes ver el África, una silueta imaginaria está ahí, es Cartago. Las leyendas que surgieron de ella tienen un alba incierta, la princesa Dido, la diosa Afrodita hasta Eneas y sus descendientes, Rómulo y Remo y la fundación de la Caput Mundi, Roma. Uno de los hilos que nos reconduce al primer hombre, a través del Sahara fértil, hasta los Bantúes.

No creo exista en suelo itálico una región que ha dado tanta cultura como lo ha sido Sicilia; necesitaríamos importunar la estadística y nos es mi intención, Salvatore Quasimodo y Luigi Pirandello no estarían de acuerdo, Ettore Majorana tampoco, solamente la Neapolis de la plebe reconocería y apoyaría esta teoría. Masaniello permitiendo, el sur fue sangre y arena en un sentido que se agarra al corazón de los hechos, de la Historia. El arte, dijo Camus, es una necesidad de una forma imposible, como todo el arte siciliano, el artista siciliano busca una imposible forma en una isla que sedujo a Platón. Sus raíces eternas o las abigarradas influencias.

Neapolis porque sus fundadores vieron semejante belleza. La sangre de San Genaro que era de Benevento, los malabarismos de Maradona que era argentino, el pensamiento de Benedetto Croce que era de Pescasseroli. Nadie es profeta en su tierra, Nápoles es plebe y tierra para genios y vates, desde el mirador del Parque Virgiliano, las tumbas de Virgilio y de Leopardi.                               

Gian Battista Vico, el primero en oponerse al racionalismo cartesiano. En las calles es siempre el teatro de Scarpetta, las representaciones de Eduardo De Filippo, mocosos y contrabandistas, Don Raffaé, resistir o sucumbir. Una población que puedes amar y odiar, nunca serle indiferente.

Voy caminando por callejuelas con olor a frito, a pizzas rancias, a macarrones con pummarola n’coppa (tomate encima) y una increíble espolvoreada de queso rallado, pecorino fuerte, en las ventanas mujeres desdeñosas y con ojos de una fuerza espeluznante, Sophia Loren, la huella de todos los invasores. Una Duquesa de Lipona enamorada del panorama de Piedigrotta y haciendo un anagrama de Napoli, y un Walter Benjamin que exprime hasta el hueso la porosidad de una ciudad que sin su plebe no seria mas que otra de las mil ciudades del sur. Me acomoso, sentado en unas gradas, tomando una cerveza Peroni fría, acompañándola con un pedazo de pizza Margherita. Se acerca un scugnizzo (llocalla) y me pregunta de donde soy, ya me vio del norte, olió, tal vez saboreó que podía engañarme con alguna de sus vivezas y picardías. El Decamerón nace aquí, le invito un trozo de pizza, acepta, compartimos unas sonrisas, su acento es de una belleza única, emana curiosidad, historias que son fabulas de las mil y otras mil noches, sarracenos y reyes borbones, un humus que difícilmente encontraremos en otro lugar sobre la tierra. Masaniello era de Amalfi, republica del mar. “Verum et factum reciprocantur seu convertuntur” escribió Gian Battista Vico. A pocos kilómetros, Nola es enclave de la megalópolis “sudamericana” que es Nápoles – una México City que podría dormirse en el mediterráneo y despertarse adonde sea, sin sentir remordimiento, sin mover sus pestañas, seguir viviendo el día a día de todo su tiempo, en cualquier espacio – de ahí era originario Giordano Bruno, hereje ante litteram, en su cosmología superó el ya revolucionario Copérnico. El sol es una estrella y el universo es infinito, Nápoles es genio e imprudencia.   

Tomo la Circumvesuviana, entro en el vientre de Nápoles, las sirenas que quisieron engañar a Ulises siguen cantando, olor fuerte a azufre, azul cobalto el mar, tierra volcánica, negra y vinos fuertes, un Lacryma Christi que se hace leyenda en La piel de Curzio Malaparte cuando invita a disfrutar de «questo sacro, antico vino«. Las sirenas se asilencias, es el turno de Caruso, antes de cruzar el Atlántico.

ROMA TIBI SUBITO MOTIBUS IBIT AMOR (En Roma a ti de repente gracias a mis movimientos te llegará el amor), palíndromo de amor, Roma. La Ciudad eterna, la Caput Mundi como una perra siempre desesperada, digna del neorrealismo, ciudad abierta: desde la estación Termini, pasando por los lugares poético de un Pasolini abandonado, hasta llegar a Torvajanica o a la zona de los castillos romanos. Gasolina y carbonara se mezclan en las trattorias de Trastevere, perros que andan buscando un refugio entre turistas de todo el mundo. El pavé que pisamos es el camino de Santiago y el de Cesare Zavattini, son todas las piedras del tiempo, Cesare Pescarella y el síndrome del taxista de los romanos. Demasiado apego y amor por su ciudad, los haría paria en otro lugar. Mamma Roma no es solo una película de Pasolini, es la idiosincrasia de los romanos.

¿Porque Florencia, el Renacimiento y la marea de turistas que la invaden, cómo en Venecia cómo en Roma? No dejan ver sus bellezas, mejor desviar y subir las colinas lisas, los trigales pincelados por macchiaioli que trasgredieron, ya con sus nostalgias, ya con su melancolía, a Dante y a Petrarca, solo quedó la poesía de Mario Luzi, y a distancia el haber sido capital, maquiavélica por un día. Un tren por Livorno la anarquía, el más anárquico de todos, Piero Ciampi. El desafiar a Pisa, cerrar los ojos como las mujeres de Modigliani y reírse de todo y de todos. Livorno desafía aun hoy la iglesia beguina y el estado inútil. Ironía que disfrutaría Diógenes Laercio.

Forte dei Marmi está cerca de la anarquía sin ser anarquista, piedra y mar. Riviera que hizo residencia de poetas y escultores. Henry Moore desde una ventana mira los Alpes Apuanos, y al bajar va acariciando el interior del mármol, proprio como Miguel Ángel. La forma estaba en las raíces infinitas, en el tocar con las caricias que del escultor son penetrantes; el blanco puro y las casi imperceptibles venas del tiempo, de un movimiento hecho hace millones de años atrás. Y un Bacchelli que, como un flâneur anónimo, mira de lejos El molino en el Po. Él percibe los personajes que van transitando en verano, anónimos, bajo las sombrillas y con sus gafas protectoras. En bicicletas prestadas y nunca devueltas, la esperanza primaveral se choca sin fracturarse con el carnaval de Viareggio: mascaras, carros alegóricos, colores que la Versilia va ahorrando en verano para escupir en invierno. A Querceta parecía estar en la Nouvelle vague francesa o en las novelas de Giorgio Bassani, el color sepia de sus exteriores, la burguesía en decadencia encerradas entre cuatro muros. Siempre parecía ver una Emmanuelle Riva o una Brigitte Bardot caminando con un perrito en aceras angostas, apegadas a paredes bajas desde las cuales desbocaban las plantas de las poesías de Montale.

Génova, canta el cantautor, la podemos ver solamente desde el mar, frente a piratas y a venecianos que lo dominaron, de poetas que la cantaron, de San Jorge y los grifos; callejuelas que van y otras que vienen, subiendo en terrazas la dulce colina, siempre buscando el mar. Su dialecto es la melodía de este cruce, la sal marina que se mezcla con la neblina, un turco que, enamorado, se quedó frente a Sampierdarena, un prisionero que trajo albahaca y berenjenas bien escondidas en su chuspa. Es el faro que controla sin ver, el faro que ve sin avisar. El tren sale, puedes escoger, Levante o Ponente, la Pianura padana o el Finis terrae, este arco que pincela Liguria es el columpio de la bota, te puedes dulcemente marear, pero nunca confundir; escoges, ir o volver, al final será siempre el mar en dirigir tus sueños o tus pesadillas.   

Perdí el transportador por Alguero, me quedé sin la mítica Cerdeña, las plantas de sughera, de donde el corcho protege el líquido elemento de los poetas, el territorio y la gente que el Poeta comparó con los nativos de Norteamérica. Salvaje el territorio, como lo habrán encontrado los primeros en pisar ambos territorios. La virginidad. Algo de platónico me queda, el viento Maestral y el Ponente, ambos moldeando su flora y su fauna, penetrando rostros y bosques de la Barbagia, diseñando los caminos de su gente. Reconozco el sonido del Grecale, viento frio en invierno y mitigador en verano, deja en su gente la nostalgia por un mundo que queda solamente en el perfil de sus habitantes.      

Para llegar a los Montes Sibilinos, cruzas una región y entras en otra, Spello es el último pueblo de Las Marcas, Castelluccio di Norcia el primero de la Umbría. Son las fotos de Franco Fontana en hacer el paisaje; es un valle impresionante, capital de los cultivos de las lentejas, del garbanzo, de las leguminosas que aportaron proteínas y nitrógenos a Roma, el Imperio vivó también de estos elementos. Desde ahí tomas el camino que lleva a la montaña mas elevada del centro de la península, el Monte Vettore. La subimos, yo, el Mago y el gran chef Christian, justo después del matrimonio de un autentico marchigiano, comimos y sobre todo bebimos como si fuera el último día de nuestra vida, y sin proyectar por ninguna eternidad. Acampamos frente a la Cueva de la Sibila, el acceso subterráneo al mundo hipogeo, lo de la reina Sibila y de sus hadas, a las leyendas que en este complejo montañoso se generaron y conservaron. En la Gula del Infernaccio donde aparecieron las hadas y en las aguas del rio Tenna que va formando desde hace siglos, caminos sinuosos y misterios aun mas tortuosos. El Paso del diablo y la gruta donde el eremita San Leonardo se refugió. Hasta bajar de la montaña y llegar al lago de Pilato. Es ahí donde el que se lavó las manos frente al juicio de la historia de aquel tiempo, fue a suicidarse, sus tormentos y sus lagrima generaron unos lagos, el color del agua en verano es verde esmeralda, pero sin esperanza para el futuro del hombre. Hay historias que no enseñan y hombres que no aprenden.

La bandera de la CCCP que colgamos afuera de nuestra carpa fue derrumbándose como el muro de Berlín, nuestra provocación generó colas de curiosos mañaneros, verdaderos montañistas y chicas hippie en búsqueda de porros gratuitos. Dormimos con salchichas como almohadas y latas de carne Simmenthal moldeando nuestras caderas. A las chicas hippie no le importó, comieron todo, salchichas almohadadas, carne Simmenthal sobrecalentadas y pan duro como las rocas del Monte Vettore. Se fueron casi sin saludarnos, llevándose la bandera de la CCCP y todo nuestro haschisch. Viva la revolución.

Será el norte mi cuna, pero es el sur mi meta. Solo el desierto de los tártaros me detuvo. Y otras bellezas, el otoño recogiendo hongos entre los mil colores de un bosque, los frescos de Giotto en la capilla de los Scrovegni en Padua, la Ultima cena de Leonardo en la Pinacoteca Brera de Milán, las chicas de los pueblos de montaña, las que no tenían aun alergia al heno. No era mucho, tal vez por eso el viaje se detuvo antes de penetrar el profundo Nord.          

Eran los pueblitos los que escondían aun los privilegios que hoy añoramos, las fiestas mas rocambolescas, los cuentos de hadas y las aventuras entre cielo y tierra; en verano retornaban los migrantes, desde las ciudades y desde afuera de una Italia aún muy provincial – eran las películas con Ugo Tognazzi, con Vittorio Gassman y Alberto Sordi, nuestra Italietta, la que merecimos, la que amamos – ellos traían sus hijas demasiado bellas para nosotros, demasiado ciudadanas para nuestra viveza campesina, apenas obrera. El aburguesamiento encontró terreno fértil, el rock nos condujo sin guiarnos, el sweet home ya tenía otra mirada.

error

Te gusta lo que ves?, suscribete a nuestras redes para mantenerte siempre informado

YouTube
Instagram
WhatsApp
Verificado por MonsterInsights