Por once años consecutivos -del 2004 al 2014- Bolivia experimentó sucesivos superávits comerciales; el país tuvo un ingreso bruto de 110.000 millones de dólares por exportaciones con un aporte neto de 14.000 millones de dólares a las Reservas Internacionales Netas (RIN) del Banco Central, subiéndolas hasta un tope de 15.563 millones (10.11.2014). Pero, las cosas han cambiado y da para preocuparse.
La conclusión del macrociclo de precios altos para las materias primas; la baja de la dinámica mundial por la guerra comercial China-EEUU; la recesión económica en varios países; las devaluaciones en derredor; la caída de las compras de gas por Brasil y Argentina; y nuestra débil competitividad, hacen que las exportaciones decaigan, en valor y en volumen: lo primero preocupa pues afecta a las RIN que se acercan ya a la mitad de su pico histórico; lo segundo, porque golpeará negativamente al empleo formal en el país.
¿Sabía Ud. que entre el 2015 y junio del 2019 el déficit comercial sumó casi 5.000 millones de dólares? ¿Y que al primer semestre del 2019 el desbalance fue de 720 millones de dólares, frente a 154 millones en igual lapso del 2018? ¡Y no hemos acabado el año aún! Si no lo sabía, sabiéndolo ahora seguramente empezará a entender por qué es tan urgente abrir nuevos mercados para exportar más -mejor si con valor agregado- como el caso de la carne bovina para la China, que podría aportar unos 150 millones de dólares al país el próximo año.
Si el “rostro social” de las exportaciones son los empleos que éstas generan, y si la estabilidad de la economía y de nuestra moneda dependen de la cantidad de dólares en el Banco Central, estará de acuerdo que hay que hacer el máximo esfuerzo por revertir una tendencia deficitaria en el sector externo, pues nadie quiere volver a situaciones del pasado con inestabilidad, inflación, especulación con el dólar y desempleo ¿verdad?
Sin embargo, quienes se oponen a exportar más -por ignorancia, intereses ideológicos, políticos o de otra índole- a sabiendas o no, nos están exponiendo a aquello. ¿Alguien en su sano juicio quiere una situación así para Bolivia? Definitivamente, yo no. Al contrario, yo quiero un mejor futuro para mis hijos.
Estoy convencido que -haciendo bien las cosas- un desarrollo económicamente viable (inversión, divisas, empleos), ambientalmente sostenible (aprovechando racionalmente la naturaleza) y socialmente responsable (combate de la pobreza) es posible, sin incendiar los bosques y sin incendiar las redes…
Gary Antonio Rodríguez Álvarez es economista y Magíster en Comercio Internacional