Venezuela viene debatiéndose en una aguda crisis económica y humanitaria, con la tasa de inflación más alta del planeta y severas restricciones en la provisión de alimentos, medicinas y otros insumos a su población, aunque el Gobierno lo niega todo el tiempo. Además, Maduro, Diosdado Cabello, el vicepresidente Tareck El Aissami y varios sátrapas militares y civiles tienen en su contra reiteradas denuncias públicas de corrupción y de vínculos con el narcotráfico. Empero, sin importar todo ello, Nicolás Maduro se adjudicó el triunfo en las elecciones presidenciales del anterior domingo, con un total de 6.244.016 votos, equivalentes al 67,8% de los votos válidos emitidos, sólo el 30% del padrón electoral, dado que casi el 55% de las y los electores decidieron no asistir al cuestionado evento electoral.
Pero, ¿cómo se explica que en medio de esa atroz crisis humanitaria y moral que agobia a la población venezolana, la cabeza del régimen responsable del desastre mantenga el poder en sus manos? ¿Qué hizo Maduro para que el 67,8% de quienes concurrieron a los recintos electorales le favorecieran nomás con su voto? El Observatorio Electoral Venezolano ha identificado un conjunto de acciones gubernamentales dirigidas a montar el fraude electoral, de las cuales elegimos siete:
1) Anulación de partidos políticos y candidatos que le hacían sombra a Maduro.
2) Adelantamiento de las elecciones, al mismo tiempo que obstaculizaban a la oposición.
3) Plazo imposible de cumplir para recojo de firmas (¡seis días para colectar más de un millón de firmas!).
4) Fuertes trabas al voto en el exterior, masivamente adverso al chavismo.
5) Propaganda oficial permanente y abusiva, seguida de reducción del tiempo de campaña electoral.
6) Imposición del “carnet de la patria”, con código QR, instrumento para identificar a los electores que reciben ayuda del Gobierno, especialmente bolsas de comida. El día de las elecciones alrededor de 13.000 “puntos rojos” (por el color oficialista) controlaban a las y los electores, incluso dentro de los recintos electorales en el interior del país.
7) Manipulación gubernamental del sistema automatizado de emisión del voto.
Es decir, sumisión política de la población mediante el prebendalismo alimentario más degradante, acompañada de manipulación de la institucionalidad y exacerbación del poder, traducida en amenazas de dura represión y corrupción a todo nivel en el aparato del Estado. Así y sólo así, contra la racionalidad e inteligencia del pueblo venezolano, pudo Maduro, autoritariamente, mantener el poder.
A todo esto, lógicamente, deben sumarse los errores y, sobre todo, la ceguera política y egoísmo de los líderes de la oposición, unos por facilitar el camino del fraude con la abstención, consecuencia de que ninguno quiere ceder posiciones, y los otros por legitimar los resultados mediante su improvisada participación.
De cara a esta experiencia, ¿qué nos espera en Bolivia para las elecciones de 2019? ¿Qué están haciendo Evo Morales y su cofradía? Acciones parecidas a las venezolanas, naturalmente acomodadas a la realidad boliviana. Hasta el momento, también siete acciones pueden mencionarse:
1) Desconocimiento de la voluntad popular expresada el 21F.
2) Control político absoluto del Órgano Electoral y de todos los mecanismos de la justicia.
3) Millonaria propaganda oficial permanente y corto tiempo de propaganda electoral.
4) Multimillonario prebendalismo a través de la arbitraria Unidad de Proyectos Especiales de la Presidencia y de costosos regalos a las dirigencias sindicales y comunales.
5) Instrumentación de herramientas de manipulación del sistema electoral a través de la Agencia de Gobierno Electrónico y Tecnologías de Información y Comunicación (Agetic).
6) Voto electrónico en el exterior, donde, como se recordará, el MAS sufrió un fuerte revés en el referendo del 21F debido a que las y los votantes no acudieron a las urnas, especialmente en Argentina y Brasil.
7) Voto controlado en las comunidades indígenas, mecanismo aplicado desde 2005.
El paralelismo entre Bolivia y Venezuela es evidente: en ambos países se están imponiendo el apabullamiento político del cuerpo electoral, la corrupción y el fraude electoral. Los líderes de la oposición política y ciudadana tienen la palabra: ¡O renuncian a sus apetitos y se unen, o la democracia boliviana se hunde!