Jaime García*
En este mes de marzo 2021 cumplimos un año desde que llegó la pandemia del COVID-19 a la región centroamericana. El 6 de marzo en Costa Rica, 9 de marzo en Panamá, 11 de marzo en El Salvador y Honduras, 13 de marzo en Guatemala, 18 de marzo en Nicaragua. A nivel mundial en esas fechas el número de casos confirmado era menor a los 200,000, y 80% de ellos estaban ubicados en Asia; un año después, hay 113 millones de casos, 45.07% de ellos en América y 32.60% en Europa, mientras que Asia tiene solamente el 18.91% de los mismos. En términos de los fallecidos, pasamos de tener menos de 10 mil muertes, 62.46% en Asia; a tener más de 2.5 millones de muertes, estando el 48.18% en América, 33.46% en Europa y sólo el 14.27% en Asia. Como muestran los números, tanto el continente americano como Europa han sido severamente afectados en términos de casos y fallecimientos.
Gráfico 1. Acumulado de casos de COVID-19 por continente.
En este año aprendimos a aplanar la curva, usar mascarillas, mantener la distancia social, seguir protocolos, que no todos podían quedarse en casa, que la educación a distancia es un privilegio, que hay que lavarse las manos, usar alcohol en gel, que el turismo es frágil, que no necesitamos estar todos en el mismo lugar y a la misma hora para trabajar pero que seguimos siendo seres sociales, que la salud es más valiosa de lo que creíamos, que tener acceso a internet es un bien básico, que los avances de 15 años se puden borrar en un año, que las instituciones y su calidad cuentan, que el empleo formal es clave para la resiliencia, que las fronteras se pueden cerrar incluso en los países más integrados, o que la ciencia puede hacer milagros y producir una vacuna de un virus nuevo en tiempo record.
Pero también aprendimos que aunque las amenazas sean las mismas los contextos nacionales importan mucho en los resultados, el virus es el mismo pero los países no. Así, en América Latina, aunque sólo se cuenta con el 8% de la población mundial, se contabilizan hasta la fecha el 26.54% de los fallecimientos por COVID-19. Y en lo económico la región tuvo una caída de -7.4% del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que Estados Unidos registró una caída de -3.4%, Canadá -5.5% o la región del Euro -7.2%, de acuerdo a los datos del Fondo Monetario Internacional para el 2020.
Sin duda, la pandemia ha significado un alto costo en vidas, pero también en lo social y económico. Aunque también hay diferencias entre los países, evaluando este año de pandemia, podemos diferenciar desempeños en la región, de acuerdo a minimizar el costo en vidas y el costo económico. Así se encuentran 4 categorías:
Países con un buen desempeño en medio de la crisis, pues lograron minimizar el costo en vidas con una letalidad inferior al 2.21%, y también minimizaron el costo económico como Uruguay, Costa Rica, Paraguay y República Dominicana.
Países que tuvieron un alto costo económico, superior al de la región, pero mantuvieron una tasa de letalidad inferior a la letalidad promedio asociada por la enfermedad (2.21%), como Panamá.
Países que minimizaron el costo económico como Guatemala, Nicaragua, Brasil, Chile y Honduras; pero que su tasa de letalidad fue mayor a la observada en el mundo.
Y por último países que tuvieron altos niveles de letalidad y también altos niveles de pérdidas económicas como Colombia, El Salvador, Bolivia, Argentina, Perú, Ecuador y México. En este grupo se encuentra el país con la mayor caída en su PIB, con -13.94% que es Perú; y también el país con la mayor letalidad reportada con 8.83% que es México.
Gráfico 2. Desempeño de los países en el 2020, letalidad y crecimiento económico.
Fuente: Elaboración propia con datos del Fondo Monetario Internacional y el Coronavirus Resource Center, Johns Hopkins University & Medicine.
Finalmente, a un año de pandemia y aunque en muchos países de la región ya se están vacunando las poblaciones más vulnerables, el proceso es lento pues la disponibilidad de vacunas no ha sido tan fluida como se estimaba en un principio (10 países cuentan actualmente con el 75% de las vacunas disponibles en el mundo). Así que como hemos mencionado anteriormente, el fin de la pandemia será lento y complicado, sobretodo para una región que ha sido muy golpeada por la crisis, tanto en lo humano como en lo monetario.
Es tiempo de seguirse cuidando, adaptando, y reinventando; pero también de revisar lo que ha funcionado y lo que no ha funcionado en cada país durante este año de convivir con el virus. Ser autocríticos para mejorar el desempeño, y nuevamente, minimizar el costo en vidas y los costos económicos, ya veremos al final de esta crisis, qué países son los que pueden proteger mejor sus poblaciones y su prosperidad.
*Jaime García, Director de Proyectos del índice de Progreso Social de CLACDS/INCAE