Miguel Sánchez-Ostiz
Poco importa dónde estés, cuál sea tu localización geográfica, tanto si es la periferia o la gran ciudad, porque donde de verdad estás es asomado a las ventanas de las redes sociales que, en la práctica, han sustituido casi por completo el trato directo: pocos encuentros, menos sobremesas, ninguna carta, pocos e-mails… Pero si fue ayer mismo cuando eso formaba parte de tu tejido social, eso te dices. Si viajas casi diría que solo es para mostrarlo en la redes donde toda experiencia personal o nimia actividad cotidiana se hace pública con un sentido que se agota en sí mismo: vanidad satisfecha, afirmación del yo, grito de socorro, dudosos afectos que ni comprometen a nada ni nada exigen, enmascarados con un compartir que a la postre es más engañoso que otra cosa.
