Maurizio Bagatin
Seguimos aquí haciendo la Historia, aunque no sepamos qué historia estamos haciendo.
Toni iba avanzando lentamente, como en el cuadro de Eligio Garbin, surcando el camino hecho de gravilla anaranjada, la de antes del asfalto. Con un ojo atento miraba el horizonte a su derecha, ahí donde surgiría el llamado progreso, la futura zona industrial, y con el otro más placido, iba observando los desnudos campos de invierno de la Pianura padana. Al llegar a la calle asfaltada, de repente, el Casino del Bósc, hace mucho frio y aquel abrigo hecho de tela de jean es demasiado poca cosa para cubrir los huesos cansados, los que aun detienen sus hombros delgados. Toni ha siempre caminado en su vida, irrequieto en el pueblo natal, se hizo artesano trotamundos, cuando la gente era un poco más hospital en cualquier tierra.
Mi tío Delio está sentado al lado de la estufa, mira afuera de la ventana el lento transcurrir del tiempo, los campos cultivados de los Rosalen, en el cielo nublado intenta ahogar la memora de un hijo perdido demasiado pronto. Con una mano introduce en la estufa pequeños troncos de leña, uno tras otro hasta que los fierros fundidos se vuelven rojos como el fuego. En el Bósc hace siempre frio. La Elvira le está hablando en su dialecto del sur al Fortunato, tal vez él entienda todo, tal vez solo le responda. Yo estoy jugando bajo un galpón con algunos soldaditos que nunca fueron de plomo, ya Taiwán, Hong Kong, la China y el plástico están aquí. Mirábamos y escuchábamos y nuestras acciones eran acuarelas o frescos en tiempos más desnudos y más crudos, más dulces que los de hoy. Ahora todo esto entra en un marco en el cual un vidrio protege la memoria.
Toni era un original, de los pocos y de los últimos. Vencida la pelagra, los piojos y la miseria, una tierra más suya fue el retorno. En la fachada del Palacio de la civilización italiana, en Roma, sigue escrito a caracteres romanos: “Un Popolo di poeti di artista di eroi di santi di pensatori di scienziati di navigatori di trasmigratori”, algo de todo eso era Toni, maestro carpintero porque artista, poeta por su lenguaje innovador, navegador sin ser santo y migrante con su vida. Libre por instinto y libre por pasión. Su entusiasmo se desencadenaba en ver algo genial, en oír algo extraño, en su inocencia o en su novedad. Los viajes de aquellos tiempos eran más viajes de los de hoy. ¡Si pudiéramos preguntarle a Gauguin o a Rimbaud!
Seguimos buscando el enigma en la charada que es la vida y buscando nuestras vidas en una farsa. Toni se quedó con su imaginación y su melancolía.
Imagen: Eligio Garbin, Antonio Vignando, sin fecha