Iván Jesús Castro Aruzamen
Mi madre, brisa incomparable de la pampa; ternura sin límites. Ella no leyó las altas obras de la filosofía y literatura y sociología del pensamiento occidental, pero su sabiduría de la vida es mucho más que una montaña de libros. No ha leído los textos que he escrito. Sin embargo, me enseñó que una dama es transparente como el aire y por eso no he dejado de hacer poesía a una mujer. Y aprendí de ella que ni la teologia más elaborada es capaz de hablar de Dios sino solo el amor. Cuando nos miramos lo divino del amor humano impregna el silencio de la existencia en este mundo. Las ocasiones que he estado en el suelo su blanca mano me alzó una y mil veces. A su lado crecí comiendo pan y leyendo libros. Amo a mi mamá desde siempre y para siempre.