El sábado 20 de mayo se conoció un hecho importante pero marginado de la agenda noticiosa: el ministerio de Gobierno, con cámaras y acompañamiento de periodistas, mostró “el operativo más importante y más grande efectuado por nuestras fuerzas del orden en toda la historia de nuestra Patria” (contra el narcotráfico). El ministro Eduardo Del Castillo, desde el Chapare, detalló que fueron allanadas y desmanteladas en sólo tres días 27 fábricas de pasta base de cocaína y siete laboratorios de cristalización en el trópico de Cochabamba. No eran solamente palabras grandilocuentes, sino hechos de escala conmensurable.
Creí que el domingo los diarios iban a dedicarle a la noticia su primera plana con una gran foto y un titular llamativo, pero no fue así. Página Siete publicó por cuarta vez en la misma semana una foto de deportes, y otro matutino de La Paz cedió su foto de apertura a la Noche de los Museos y su principal titular al escándalo del Banco Fassil. Algo similar hicieron diarios de otras ciudades, que publicaron titulares referidos, por enésima vez, al escándalo de corrupción de la semana. Así, el día de mayor circulación, la noticia más significativa estuvo relegada a páginas interiores.
En las ediciones digitales de los principales diarios revisé cuáles fueron las notas “más leídas”, pero tampoco estaba esta noticia en la lista de las diez primeras. Recién el martes siguiente Página Siete reflotó el tema en su editorial y en una página interior.
Algunos piensan que no hay que ayudar a mejorar la imagen pública del ministro interpelado recientemente, pero el argumento me parece poco responsable: para no limpiar la cara del ministro Del Castillo (un camorrero oportunista venido a más), lo que se logra con el silencio es lavar la cara de otro personaje político mil veces más nefasto para Bolivia.
Todos sabemos que nada sucede en el Chapare sin la venia de Evo Morales. Allí se siente protegido, con un aeropuerto internacional y una poderosa emisora a su disposición (financiada por todos nosotros), además de otros recursos que se ocupó de dotar a su territorio cuando era presidente. El cacique mayor del Chapare sólo sale subrepticiamente de su zona de seguridad, para tomar algún vuelo privado con destino a Cuba, a Venezuela, Argentina o Brasil, y si se desplaza en territorio nacional, usa vehículos del Estado boliviano, aunque él ya no cumple ninguna función oficial. El silencio mediático beneficia al sujeto que controla la zona del Chapare, que conoce todo lo que sucede allí y tiene a su alrededor un “ejército” de guardias personales armados (según fotos que hemos visto), pero no hace nada para frenar el narcotráfico.
Lo sucedido a mediados de mayo confirma, una vez más, que Bolivia no es un país “de tránsito” de la droga como quisieron hacernos creer los gobiernos de Evo Morales, sino un territorio penetrado por el narcotráfico, plenamente integrado a la red del crimen organizado internacional. La producción de cocaína ha crecido exponencialmente durante 17 años, y la prueba es que las confiscaciones de droga aumentaron. Los expertos saben que apenas se logra capturar el 10% del total que circula. El exministro Carlos Romero quiere aparecer como un santurrón, pero todos sabemos que el narcotráfico creció con la llegada del MAS al poder.
A pesar de ser etiquetada como la operación “más grande” de la historia de Bolivia, no cayó preso ni un solo narcotraficante. ¿No ha aprendido todavía el ministro de gobierno cómo armar un perímetro de seguridad para impedir la huida de los maleantes? No es la primera vez que escapan, advertidos de antemano. No olvidemos (tan rápido) que desde los gobiernos de Evo Morales existe una enorme corrupción en la FELCN, y que al menos cinco altas autoridades antidroga de la Policía Nacional, cayeron por narcotráfico: René Sanabria, Maximiliano Dávila, Oscar Nina, Gonzalo Medina y Omar Rojas. Un balance vergonzoso.
Tres días después otro allanamiento provocó un ataque armado de narcos a las fuerzas de la FELCN y tampoco hubo presos. El Chapare está controlado por narcotraficantes y una amplia red de complicidad criminal, pero ya no es noticia de primera plana.
¿Será que el narcotráfico se ha “normalizado” en la vida cotidiana de los bolivianos? Parece más importante el fútbol, ese circo que adormece a muchos, o la vida y muerte de los famosos. Casi todos los días tengo la impresión de ver las mismas tapas en las ediciones impresas de los diarios, y en las páginas interiores la reiteración del mismo diagramado (copy & paste), variando el titular, pero con las mismas fotos en el mismo espacio (señal de flojera). Como columnista, me siento peor que como lector, porque luego de haber colaborado durante 50 años en los principales diarios nacionales, tengo la impresión de que la agenda noticiosa diaria perdió el oriente.