Elizabeth Taylor: la belleza en 625 líneas
Elizabeth Taylor también conoció la euforia del alcohol, ese efímero bienestar que claudica ante en la tristeza después de unas horas de felicidad inconcebible. Atrapada en ese ciclo de ascensos, fulguraciones y caídas, Liz se hizo adicta a los hipnóticos, los ansiolíticos, las anfetaminas, los antidepresivos y cualquier fármaco capaz de compensar el vértigo desatado por el alcohol, donde se mezclan la rabia y la ternura, el amor y el vacío, los muertos y los vivos.