Voces de Chernóbil es una obra de difícil clasificación dentro de un género. Se mezclan en sus páginas el periodismo, el ensayo y la narrativa en un proyecto colectivo en el que las voces a las que Alexiévich da cabida forman un coro, suman hasta reflejar una etapa de la historia social del pueblo bielorruso. El conjunto del texto invita a ser visto como la verdad pero está formado por partículas individuales que no lo son, que son memorias falsas, incompletas, partidistas… pero junto con el resto van definiendo con claridad la realidad de un pueblo que sufrió, que engañó o fue engañado, o que incluso se dejó engañar.
Al comienzo de su libro, Voces de Chernóbil. Crónica del futuro, Svetlana Alexiévich señala que “Chernóbil es un enigma que aún debemos descifrar. Un signo que no sabemos leer. Tal vez el enigma del siglo XXI. Un reto para nuestro tiempo. […] Y sin embargo, después de Chernóbil algo se ha vislumbrado.” A más de 30 años de esa catástrofe, el enigma continúa abierto.
¿Pero cuándo fue la primera vez que oímos hablar de Chernóbil acá, en el sur del mundo? ¿Por qué Chernóbil le dice algo a este mundo-pos? ¿En qué idioma o con qué imágenes traducir “el mundo de Chernóbil”?
La temporalidad demorada de la escritura de este libro de Alexiévich representa la densidad del esfuerzo de quienes testimoniaron así como su propio proceso de rescate de las voces silenciadas y omitidas, las palabras incómodas y las plegarias persistentes de quienes todavía viven bajo los efectos del desastre en la región. Aunque esos destinos son colectivos, la escritora prefiere trabajar las voces a la manera de una composición musical, un concierto donde las historias, las creencias, las desconfianzas, ilusiones, esperanzas y temores que se juegan en cada testimonio que recoge, vibran por sí mismas a la vez que integran la melodía general y le dan cuerpo. Emprende así un proceso de memoria que va y viene sin cesar de ese momento en que nada sabíamos del mundo pos atómico, hasta un presente en el que nuestra visión del mundo ha sido trastocada de forma irremediable, nuestro mundo es pos Chernóbil, pero también es del futuro, repite el coro de voces.
Apenas una “Nota histórica” aporta algunos datos acerca de la construcción en la década de 1970 de la Central Nuclear “Vladimir Ilich Lenin” en la zona de Chernóbil, a pocos kilómetros de la ciudad modelo de Prípiat (Ucrania) –lugar de residencia de los trabajadores de la Central- y de la frontera con Bielorrusia. Esos datos de contexto sirven para delinear brevemente los hechos previos a la explosión y sus consecuencias políticas y sociales, junto con un “Epílogo” que cierra el libro con el presente de la región a comienzos del siglo XXI.
Como una especie de muñeca rusa al revés, Alexiévich nos lleva en un viaje desde lo más singular de la experiencia de esta catástrofe humana hacia las nuevas formas de solidaridad y movilización política que en 1989 tomaron la causa de las niñas y niños afectados de Chernóbil, y la conectaron con una Europa que aspiraba a mostrar la “cara humana” del capitalismo triunfante tras la caída del Muro de Berlín.