Renato Sandoval Bacigalupo
Me llaman los amigos desde la calle. Un partido duro con los de la pandilla de la vereda de enfrente. Salgo enseguida y me aúno a ellos pensando que seguramente el otro equipo nos va a golear una vez más, además, claro, de rompernos algunas piernas y narices. Pero el honor es lo que más vale. El campo de batalla nos espera. Ellos ya están esperándonos, intercambiando miradas y susurros cómplices. Algo se traman y nosotros lo sabemos. Algo malo entre manos y, también, entre pies. Nos miramos cara a cara. Ellos lo hacen con desprecio; nosotros, con dudas y no poco temor. Alguien grita: ¡Ya! y ellos nos madrugan y con un par de pases y cabes meten un gol. Es un mal inicio para nosotros. Seguramente nos acribillarán con muchos goles y golpes. Pero entonces sucede algo inesperado: una fuerza extraña ingresa por mi cabeza, me atraviesa el cuerpo y llega a los pies. Enseguida veo que empiezo a levitar sobre la cabeza de todos los demás y me quedo así, sin decir palabras. Luego veo que a mis amigos les pasa lo mismo y ahora todos flotamos ante el asombro y el terror de los[P1] rivales. Qué bueno sentirse así, leves, tranquilos, superiores. Nada se opondrá a nuestros deseos y voluntades. Solo seremos los campeones del barrio, de la provincia, del país y del mundo. Todo está claro y decidido. Solo el vago temor de despertarme me incomoda un poco.
[P1]DE los rivales
Offside dreams
Renato Sandoval Bacigalupo
My friends call me from the street. A hard match against the gang from across the street. I go straight down and join them, thinking that the other team is going to hammer us again, and probably break a few of our legs and noses, too. But honour is everything. The battle field awaits us. They’re there before us, exchanging complicit looks and whispers. They’re plotting something and we know it. We look at each other face to face. They do it with disdain; we do it doubtingly, even a little fearfully. Someone shouts, ‘Now!’ and they’re ahead of us. A few trips and passes, and they score. It’s a bad start for us. They’ll probably riddle us with goals and batter us bodily. But then something unexpected happens: a strange force enters my head, travels through my body and reaches my feet. I realise that I’m starting to levitate above the others’ heads and I hang there, silent and motionless. I realise the same thing is happening to my friends and now we’re all floating, much to the astonishment and terror of our rivals. It feels so good to be like this: light, calm, superior. Nothing stands in the way of all our wishes and desires. We will be the champions of the neighbourhood, of the province, the country, the world. An angelic choir sings for the greater glory of our gang’s honour. Everything is clear and decided. My only small concern is the vague fear that I may wake up.
