Christian Jiménez Kanahuaty
No se puede pensar la política sin el pluralismo ni sin la confrontación. La construcción colectiva de una comunidad política no se realiza desde un solo y único polo ideológico. La diversidad social, regional, cultural, ideológica debe estar representada, aunque no concentrada, en la política de matriz partidaria, pero también debe existir en la sociedad. Un bloque socialista no debe ser pensado bajo el esquema de hace cien años o de hace sesenta, cuando las condiciones de producción capitalista eran otras y las dinámicas de poder en el Estado estaban direccionadas primero a resolver los problemas de la transición a la democracia y con ello, gestar procesos de democratización interna en las instancias de poder político en las cuales las organizaciones y los sujetos políticos y sociales articulados daban alternativas para salir del subdesarrollo o de los espectros del autoritarismo.
Ahora el bloque socialista debe estar construido como una fuerza de articulación que si bien sea de izquierda, contenga en su interior, a una diversidad de actores que no sólo tengan como identidad principal la de trabajadores, aunque es y será en último término, la que los unifique y comunique para la creación de una agenda política compartida, con la cual enfrentar a las tendencias políticas conservadoras y liberales que asoman en el paisaje electoral.
En ese sentido, el bloque comunista es un órgano electoral, pero también tendría que ser pensado como un sujeto político capaz de establecer cohesión social en su núcleo interno a través de una serie de temporalidades políticas que se encuentran representadas por la comunidad de trabajadores que conforman los campesinos, las trabajadoras del hogar, las trabajadoras sexuales, los artesanos, los transportistas, mineros, trabajadores de la zafra; confeccionistas, intelectuales, maestros, empleados públicos, técnicos, operarios de maquinaria pesada, albañiles (mujeres y hombres), cocineras, vivanderas, canillitas, lustrabotas, etc., pero que se encuentran separados en organizaciones, sindicatos, clubes, cooperativas, y centrales que precautelan los intereses de su sector de forma corporativa, estableciendo de esa forma acciones legales de protección individual y según su tipo de trabajo y campo de acción.
Sin embargo, la condición de trabajo es lo que unifica sus posibilidades de establecer frente al mercado una mejor comunicación no sólo en relación a sus derechos humanos, sino a sus posibilidades de ser actores también de la construcción del Estado por medio de políticas públicas.
Un bloque socialista ofrece la posibilidad de pensar el capitalismo y el neoliberalismo y sus límites frente a la economía de despojo y las diversas matrices de acumulación que el capital construye según la zona donde opera.
Lo extraño es que la defensa del territorio, o del trabajo o del excedente no se trabajan desde la misma pluralidad ni en la misma dinámica y velocidad del capital, sino que la defensa se la establece desde los supuestos generales. Desde la defensa salarial. O desde la defensa del derecho al trabajo y al tiempo socialmente necesario para producir un bien, que se traduce en la jornada laboral. Si bien éstas cuestiones son generales y fundamentales, paradójicamente, constituye su propio límite, porque el tiempo laboral no es el mismo para todos los trabajadores, y por ello, tampoco aquello que producen es lo mismo, pero no se puede renunciar a la idea de que hay una producción en común: el tiempo en mercancía.
Y si bien la mercancía está marcada por la lógica del valor, que va desde el valor de uso al valor de cambio, habría que pensar un valor diferenciado que pueda en su interior contener los demás tipos de valores que se comercializan en el mercado. Y que están marcados por la materia prima de la que se compone la mercancía.
Es importante establecer un principio socialista porque al ir estableciendo una lógica de construcción unificada de los trabajadores a partir de su relación con su trabajo, también ayudaría a desde una perspectiva móvil y dinámica cuestionar el modelo político y el patrón de acumulación.
De esta forma se unificaría la acción bajo un solo principio: las que generan las contradicciones de clase o la ambivalencia de la clase media o en definitiva, la escasa conciencia de clase en sí y para sí de ciertos sectores de los trabajadores, no son las políticas públicas focalizadas, sino el capital.
Es él quien actúa a través del salario, la propaganda y la publicidad, los derechos sociales corporativos, los bonos, el pago de aguinaldos, el seguro médico, la meritocracia, la tecnologización, para generar la ilusión de que existen distintos tipos de trabajadores. Que son diferentes unos de otros y que por lo tanto desde su salario hasta el lugar que ocupan en el mercado no puede ser el mismo. Sin embargo, lo que los unifica es la precariedad de la vida, la precariedad laboral y que venden su fuerza de trabajo sea física, o intelectual, a un comprador que usa esa fuerza para satisfacer sus intereses y, reproducir la posibilidad de que su deseo esté siempre latente.
El piso político sobre el que se presenta el bloque socialista no tiene que ver necesariamente con una estrategia, sino con la unificación y la concentración de la diversidad en un mismo núcleo organizativo y que sea capaz políticamente de establecer una confrontación con todas las demás fuerzas políticas, en principio de un estado de bienestar, luego de un estado ampliado que contenga en definitiva el planteamiento de la plurinacionalidad para construir un escenario en el cual el Vivir bien tenga sentido político, económico y administrativo, para finalmente diluir el Estado como lo conocemos y establecer un nuevo organismo político plural que sea capaz de resolver ya no sólo las contradicciones del capitalismo porque también debe provocar que, la satisfacción individual y colectiva de las personas esté garantizada desde su lugar de trabajo hasta su identidad.
Y si bien esta secuencia parece etapista, se puede gestionar un modelo político en el que las gestiones sucedan en simultáneo.